Ciudad Guayana. “Al igual que en la primera” traducido al latín “Quas primas, un día como hoy del  año 1925, se da  conocer la séptima encíclica del papa Pío XI.

Fue publicada el 11 de diciembre de 1925. En ella expone la realeza de Jesucristo, su naturaleza y derecho a gobernar sobre todo el orbe, e instituye, con el fin de enseñar a las naciones el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo, la festividad de Cristo Rey.

El sumo pontífice se muestra consternado por los conflictos mundiales y propone el Reino de Cristo para alcanzar la verdadera paz. Asimismo, recuerda la memoria del reciente Año Santo, donde se sucedieron diversas peregrinaciones, canonizaciones y cantos del Te Deum con motivo del XVI centenario del Concilio de Nicea I.

Los asuntos del laicismo y del ateísmo de Estado, cuyos ejemplos paradigmáticos en ese momento eran los gobiernos liberales encabezados por Estados Unidos y la Unión Soviética respectivamente. Obliga al pontífice a iniciar una reflexión sobre la relación entre el reino de Cristo y el gobierno de los estados temporales.

Según Pío XI, Jesús no es solo rey en sentido figurado, sino también en sentido literal, apelando a un poder real y efectivo. Los concilios han establecido que la naturaleza del Hijo es completamente humana y completamente divina, y por cuya razón a Él son el reino, el poder y la gloria (Mateo Cap.6, vers.13).

En Juan Cap. 5, vers.22, se dice que Cristo, consubstancial al Padre, ostenta el poder ejecutivo sobre todo lo creado.

El Santo Padre citó a San Cirilo de Alejandría, quien declaró que este poder real emana de la unión hipostática. Y según la doctrina católica, Jesús tiene una doble función: una como Redentor, otra como Legislador. También es descrito como la fuente de la tranquilidad y del orden público y privado.

Los títulos cristológicos «Divino Rey», «Divino Maestro», «Cristo Hombre» y «Cristo Rey» evocan la doctrina de la realeza sagrada. El sumo pontífice muestra su alegría a propósito de las fiestas en honor de la Virgen María, y de la instauración del Congreso Eucarístico Internacional por su predecesor León XIII.

Pio XI establece un vínculo entre la realeza de Cristo y el Santísimo Sacramento: la adoración eucarística es, según el magisterio, una fuente de gracias y una excelente manera de suscitar el reino de Cristo. Afirma que el Corpus Christi y las celebraciones en relación al Cuerpo y Sangre de Cristo han sido establecidas con vistas a dicho fin.

El culto a Cristo Rey tiene por principal causa el mostrar una oposición clara y manifiesta hacia el naturalismo (filosofía) y el relativismo así como el renovar los corazones tibios reformándolos en la piedad y el fervor religioso.

Redacción SNPD