Miami.- El ascenso de Camilo en los últimos dos años ha sido vertiginoso, de esos que rompen récords, venden millones de discos y ganan premios. Y es que apenas en 2020, el cantautor colombiano presentó su primer material discográfico, Por primera vez, el cual incluyó hits que todos hemos escuchado y cantado en más de una ocasión: “Tutu” y “Favorito”.

Bastaron unos meses para que los ritmos que Camilo nos entregaba en cada tema comenzaran a sonar en diferentes rincones de Latinoamérica y el resto del mundo. Obviamente, en este camino no han faltado las colaboraciones (Shakira, Pedro Capó, Kany García, Ozuna, Dani Martín y Pablo Alborán, entre otros), los número 1 en las listas de popularidad, los premios (una nominación al Grammy americano y un triunfo en el Grammy Latino) y, claro, el cariño de la gente, su ‘tribu’, quienes han hecho estallar una y otra vez las redes sociales.

 

Hacia finales del año pasado y durante los primeros meses de este 2021 escuchamos los primeros singles de lo que sería Mis manos, su segundo material: “Vida de rico”, “BEBÉ” y “Ropa cara”. El álbum ya vio la luz y está conformado por 11 tracks que recorren un abanico de ritmos y con los cuales el colombiano buscará seguir su conquista de corazones y primeros lugares.

Tu nuevo álbum se llama Mis manos, así que me gustaría que nuestra charla girara en torno a lo que se puede hacer con ellas. Por ejemplo, con las manos se escribe una canción, ¿cuál fue el primer tema que compusiste? 

Ufff… Me acuerdo de haber escrito muchísimas canciones de chiquito, muy malas y a medias todas (ríe). Nunca terminé un tema. Creo que cuando tenía como 14 años finalicé la primera… sí, puede ser. Y de las otras de las que te hablo voy a decirte que no me acuerdo cómo eran, no sea que me vayas a preguntar (ríe).

¿Cómo eran esas canciones? 

Eran espantosas (ríe). Voy a hacer de cuenta que no recuerdo bien.

¿No has intentado echarte un clavado al baúl de los recuerdos y rescatar alguna? 

La verdad es que nunca las grabé porque no tenía con qué hacerlo. Tampoco las escribí, las tenía todas en la cabeza y, lastimosamente, sí, sí recuerdo muchas de ellas, pero no las voy a compartir ni a ti ni a nadie… ¡nunca! No, mentira, yo estoy orgulloso de mi semilla, incluso las cosas que me hacen sentir un poquito de pudor o vergüenza me dan orgullo porque son parte de mi ruta.

¿Qué canción que alguien más compuso te hubiera gustado escribir? 

Uy, hay tantísimas. De Jorge Drexler, por ejemplo, el 90% de sus canciones hubiera amado escribirlas yo. No es envidia, es un poquito de vértigo, de saber el talento tan increíble que tiene. Desde chiquito lo veía hacia arriba y ha sido un referente para mí. De vez en cuando me pasa con temas de David Aguilar, que es un poeta y cantautor mexicano. Ocurre que cuando saca unos temas, yo no puedo creerlo, me siento muy lejos de ese nivel autoral… y sí me da un poquitito de envidia, pero muy pequeñito (ríe).

Con las manos también se toca un instrumento musical, ¿cuál fue el primero que aprendiste a tocar? 

Fue la mesa, las cosas, aquello que no es instrumento en sí. También el silbido y el chasquido. Mi papá silba muchísimo. No tuve el placer de vivir tanto a mi abuela, pero mi padre me cuenta que era una gran silbadora, lo hacía todo el tiempo, una amante y practicante del silbido, que es el instrumento que nunca te abandona.

Ahora que lo mencionas, también recuerdo que mis abuelos silbaban mucho, pero creo que es algo que se ha ido perdiendo, ¿no? 

Mucho. Y, como te digo, el silbido es aquel instrumento que te acompaña en los momentos en los que estás solamente tú con cualquier oficio. Hoy, nos hemos robado todos esos tiempos, muy pocas veces está alguien de nuestra generación entregado 100% a lo que está haciendo. Si estoy cocinando, lo primero que hago es poner música; si estoy viendo el atardecer, quizás estoy acompañado con el celular. Hay mucho estímulo. Antes había momentos de ruta, si tenías que ir a caballo de una finca a otra, ¿qué te acompañaba? El ruido de la silla, los sonidos del caballo, los pasitos; actualmente no haces una ruta de tres horas en silencio ni a palo.

Las manos también son un vehículo importante del sentido del tacto, algo que considero que se ha ido perdiendo con el paso del tiempo. Hoy se da prioridad a lo visual y a lo auditivo, ¿coincides? 

Ahora que lo dices, creo que sí. La verdad es que yo soy un apasionado del tacto. Es un asunto de entrega, casi todo lo que uno está recibiendo o con lo que estás interactuando tiene estímulos para todos los sentidos, y de vez en cuando abandonamos unos u otros. Por ejemplo, cuando comes una fruta, quizás no te detienes a sentirla. Creo que hay pocos que huelen la manzana antes de comérsela. Cada vez más, la gente de las nuevas generaciones tenemos menos memoria olfativa y ocupamos los sentidos en otras cosas.

En el proceso de composición musical, ¿qué tanto intervienen los otros sentidos más allá del oído? 

Muchísimo. Y mis canciones hablan de eso también. Las letras de mis temas son fotografías de memorias sensoriales. No todas, pero muchas son sensoriales y traducidas a mi oficio, que es auditivo. Por ponerte un ejemplo, mi esposa, Evaluna, es el foco de mi inspiración y no me canso de escribir acerca de su olor, su perfume, de sus texturas, de sus sonidos, de la manera en que la miro y aprecio. En mi proceso creativo necesito estar despierto a todos los estímulos, por todos lados, y al táctil muchísimo.

Con las manos también se puede escribir una carta, ¿eres de los que todavía lo hace? 

Mucho, escribo cartas todo el tiempo. Me gusta mucho escribir a mano, algo que se ha perdido. Soy un apasionado de la tinta. Y no solamente las escribo para otras personas, sino también para mí. Casi siempre comienzo el día documentando un poquito lo que estoy viviendo, sintiendo, enfrentando o temiendo.

¿Una especie de diario? 

Sí, tengo uno desde hace como cuatro años. A veces pierdo la disciplina y se me van algunos días sin escribir, pero casi lo hago de manera rutinaria y sin pensar que son cartas para mí, aunque más adelante te das cuenta de que sí lo eran.

¿En esas cartas encuentras respuestas? 

Un punto súper claro: estoy por sacar una canción y me da mucho temor, tal vez porque es un tema muy diferente y no sabes cómo lo va a recibir la gente. Entonces, a veces piensas que ese miedo es único, que es la primera vez que lo sientes, pero cuando vas a tu diario, te das cuenta de que hace un año y medio estabas escribiendo una carta en la que decías: ‘estoy por sacar tal tema y tengo miedo porque es muy diferente’, luego te percatas del resultado que tuvo y ahí tienes respuestas.

¿De qué canción hablas? 

Me ha pasado varias veces. Por ejemplo, cuando iba a sacar “Tutu” sentía que era algo muy personal y que nadie lo iba a entender. Me pasó mucho con “Vida de rico”, que es un tema muy diferente a lo que había presentado, todas tenían sonidos urbanos y esa no, está más cerca de una cumbia. También cuando saqué “BEBÉ”, que es una bachata.

Con las manos también pulsaste el botón para girar tu silla en La Voz Kids, ¿qué fue lo más complicado de ser coach en este programa? 

Lo más difícil es aquello con lo que estás interactuando verdaderamente. Detrás de apretar el botón o no, estás interactuando con ilusiones, con sueños y, sobre todo, con los primeros pasos en el oficio artístico de una personita. Lo que le digas, como me pasó a mí de chico, puede ser estímulo o asesino de esa ilusión. Eso ha sido lo más complicado. Uno como coach tiene unos minutos para tomar una decisión, pero ese tiempo es definitivo para un pequeño.

Dices que eso te ocurrió de chico. En ese entonces, ¿hubo más buenos comentarios que malos? 

Tuve las dos cosas. Hubo muchos ‘sí’ que después se convirtieron en ‘no’, que me afectaron mucho. Tuve también muchos rechazos, pero gracias a Dios en mi casa, en mi primer núcleo, pude compartir lo que sentía y me ayudaron a destilar esos comentarios negativos. También hubo muchas palabras positivas, que de repente me hicieron más daño, porque los halagos te pueden perjudicar un montón, te transforman.

Hablando de la infancia, ¿qué es aquello que tenías de niño que perdiste y te gustaría recuperar? 

¡Uy! Son tantas cosas, que de eso podría salir un libro (ríe). Mi entrega al momento presente, mi entrega total a lo que sea que esté haciendo. Eso ha cambiado mucho y lo digo con dolor en el alma. Está cabrón (ríe). Por ejemplo, cuando eres chiquito no tienes tantas ambiciones y las que llegas a tener son sanas y muy bonitas. También dedicar tiempo a tocar guitarra por tocar guitarra, sin pensar en crear. Tantas cosas.

Con las manos, de niño, supongo que hacías travesuras, ¿cuál es la que más recuerdas? 

(Ríe) Me acuerdo de un montón. Por ejemplo, armé un sistema para traficar arepas. Bueno, yo vendí muchas cosas en la escuela que no se podían vender. Pero no drogas ni nada de eso. Recuerdo que en mi casa hacía chocolatitos. Luego, mi mamá, aunque ella no sabía que no se podía vender en el colegio, me hacía ciruelas pasas rellenas de arequipe y envueltas en chocolate de leche crocante, y los vendía a 500 pesos colombianos. Así llegué a las arepas. Casi me echan… ¿Me arrepiento? No (risas). Eran arepas con queso salado, de la costa atlántica, que es el mejor queso del mundo. Arepa blanca, de telita, y arriba le ponía una cachetada gigante de salsa de tomate. Se vendían muy bien. Sí, señor.

Con las manos también se dan abrazos, ¿cuál es el abrazo que más recuerdas en tu vida? 

Ahora que lo preguntas, justo me acordé de mi papá. Actualmente está sano, pero hubo un momento tenso, en donde se iba a morir. Se enfermó espantoso, le dio una neumonía hace como seis años y pasamos una temporada fea. Recuerdo esos abrazos en las mañanas, de “buenos días”, que eran una celebración porque estaba vivo. Pero recuerdo también el abrazo con Evaluna, por mucho rato, cuando fue a Bogotá a visitarme… ¡ese primer abrazo! Unos días después nos hicimos novios. Estuvimos mucho tiempo hablando de lejos, seis meses a distancia, y cuando viajó, cuando salió del aeropuerto… me acuerdo a qué olía, de la textura de la chaqueta que llevaba. Todo.

Las manos también sirven para usar un teléfono inteligente y escribir algo en redes sociales, ¿qué lugar ocupan éstas en tu vida y en tu carrera? 

Uno muy importante. Las redes, sobre todo en una temporada como ésta, son el vehículo para poder seguir conectando y sintiéndome cerca de las personas cuando no se puede viajar. También son el espacio donde he compartido toda mi música, porque soy un artista netamente digital. Mi álbum anterior y éste han sido digitales, han sucedido en esa comunicación de redes sociales, así que les debo muchísimo. La Tribu y yo nos comunicamos por ahí.

¿Y cómo tomas las críticas que te hacen en redes? 

Me dolían mucho menos antes. Muchas me dan igual, pero hay algunas que sí revelan más cosas de mí que de quien las hace. No el comentario, sino la forma en que me duele. Y creo que me hieren por tener los ojos puestos en algo que está distrayéndome más de lo que me está edificando. Me encantan las críticas humanas, cuando alguien te dice de frente: ‘Cami, escuché tu álbum por primera vez y me quedó faltando una cosa”. Pero cuando son sin cara, cuando vienen de ‘arrocito1428’, que te dice ‘tú eres una mierda de artista’, esas no duelen tanto. Pero también trato de asimilarlas con amor y aprender de ellas, aunque le echo más ojo a los que lo dicen desde el corazón y con cara.

El género urbano también genera muchas críticas, ¿qué les dirías a todos aquellos detractores? 

Bueno, habría que ver qué están criticando. Pero yo del género urbano tengo que decir que me abrió las puertas de todo lo que soy y estoy viviendo hoy; por él empecé como compositor y productor hasta tener un lugar en la industria latina. Y fue justo con patrones y sonidos propios del género urbano que mi catálogo alcanzó globalidad. En este álbum de Mis manos exploro un montón sonidos de este estilo, entonces nada más que agradecimiento y honor de ser parte de él, de participar y coexistir con él. Por supuesto que cada ritmo tiene cosas fantásticas y elementos que podríamos mejorar, pero eso pasa con todos.

Las manos sirven para comprar cosas, como un boleto de avión. ¿A qué lugar del mundo te irías ahora mismo? 

¿Puedo llevarme a Evaluna? 

Por supuesto…

¡Perfecto! Pues me iría con ella para… ¡uff! Tengo muchas ganas de ir a la India otra vez, o a Hawái.

Hablando de adquirir cosas, ¿qué es lo que más disfrutas comprar? Supongo que no vas a decir que ‘ropa cara’… 

Claro (ríe). Pero no te creas, me encanta comprar ropa también. Me gusta mucho vestirme, me apasiona. Compro muchas cuerdas de guitarra, gasto plata en tatuarme, comiendo en la calle. Ese es uno de los lujos que me doy, poder comer en restaurantes que me gustan… y ni siquiera caros. También me encantan las cosas de jardinería. (No te pierdas aquí la moda de todos aquellos artistas de reggaetón que marcan tendencia).

Finalmente, de todo aquello de lo que hemos charlado y también de lo que no, ¿qué es lo que más disfrutas hacer con tus manos? 

Sacar aquello que está dentro de mí y traducirlo en vehículos de conexión en mi propósito para conectar con las personas al otro lado de la obra que hago. Si fuimos hechos por el creador, pues algo de herencia tenemos y eso es lo que más disfruto.

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