Berlín, Alemania. La derrota de este martes ante España por 6-0 es la peor humillación que sufre Alemania desde la fase previa del Mundial de 1954, cuando cayó por 8-3 ante Hungría, a la que luego venció en la final de esa Copa del Mundo.
Por primera vez desde marzo de 2006 -en un amistoso ante Italia-, Alemania estuvo tres goles por debajo en el marcador al término del primer tiempo.
Pudieron ser más, pues Manuel Neuer evitó un gol cantado y le fue anulado un tanto Álvaro Morata por un supuesto fuera de juego.
Los problemas defensivos alemanes se habían visto ya en partidos anteriores, pero el equipo germano lo había compensado con efectividad en ataque.
Las críticas que acompañan a la selección alemana desde el Mundial 2018 se agudizarán ahora y volverán las discusiones sobre algunas decisiones tomadas por el seleccionador, Joachim Löw, en lo que él ha calificado de proceso de renovación.
Löw sacó de la selección a Jerome Boateng y a Mats Hummels, y, con la excepción de Niklas Süle, se ha quedado con centrales que no juegan en clubes de elite en Europa.
No cuenta con Thomas Müller, que ahora está en uno de los mejores momentos de su carrera, y en cada partido se nota la ausencia de un jugador que ejerza el liderazgo en el campo, que grite y ordene en los momentos necesarios.
En la televisión se oían, debido a la ausencia de espectadores en la grada, los gritos de los jugadores. Pero todos eran en español. En alemán nadie hablaba. Ni antes ni después de que empezara la debacle.
Los tres delanteros germanos prácticamente no aparecieron. Serge Gnabry sólo pareció ser el mismo futbolista que juega en el Bayern con un remate a un poste en el minuto 78. Leroy Sané siempre que recibió el balón estaba rodeado de españoles y sin nadie que lo acompañara. Y de Timo Werner lo más notable fueron balones que logró sacar a medias de la propia mitad cuando parecía jugar de lateral izquierdo.
EFE noticias
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