La Habana.- Alojado en los bajos de un edificio vecinal en el barrio habanero de Miramar, el garaje de Adolfo Rivera podría ser como cualquier otro, con su reguero de herramientas y cables, tazas de café vacías y un ruidoso ventilador oxidado. Pero, en vez de un automóvil, dentro hay un avión a medio construir.
Rivera es un ingeniero mecánico con 70 años a sus espaldas y dos obsesiones: fabricar aeronaves y volarlas. Sin experiencia alguna como piloto, en 1973 elevó a las alturas su primer prototipo: un planeador con las alas forradas de papel «porque había dificultades para encontrar tela», explica.
«Yo pesaba 54 kilos y el planeador 52», recuerda, y para certificar el éxito de aquella primera y arriesgada misión, apunta: «estoy contando esto ahora, así que no pasó nada».
Desde los años 70 a los 90 confeccionó un total de ocho monoplazas, todos ellos de menos de 22 cv, y no fue hasta mediados de la pasada década cuando este profesor universitario de ingeniería mecánica decidió emprender su más ambicioso proyecto.
Un avión de madera
El nuevo prototipo es mucho más ambicioso: un biplaza con un peso máximo de 400 kg, 6 metros de longitud y 9,2 de envergadura. Su motor de 64 cv le permitirá despegar a 61 km/h y surcar los cielos durante dos horas ininterrumpidas a una velocidad máxima de 165 km/h. Está inspirado en el modelo estadounidense Cessna 152: «siempre me ha gustado el avioncito ese», confiesa.
Con el acero imprescindible para vertebrar la cabina, tanto ésta como las alas del AR-9 ULM (Modelo Ultra Ligero Alberto Rivera 9) están fabricadas principalmente de madera, lo que ha retrasado el proceso casi dos años, según el ingeniero.
«Nos ofertaban la madera pero no era la adecuada, ya que para utilizarla en la aviación debe cumplir muchos requisitos como vetas, luz, bolsas de resina, etc. La selección de la madera fue lo que tomó más tiempo», asegura.
El motor del biplaza es austríaco, un Rotax 582, y el resto de componentes son de fabricación local, incluida una hélice de dos palas de caoba y cedro elaborada de forma artesanal por un carpintero de La Habana. Es la más valiosa joya del ultraligero: «yo vi el arte que tiene ese muchacho en las manos y dije, yo quiero que él me haga la hélice», explica Rivera.
Listo para despegar en verano
La cabina de la aeronave en construcción ocupa el tercio central del garaje y, apoyados en las paredes laterales del local, se despliegan los esqueletos de madera de las alas, ya completamente ensamblados y a la espera de que llegue la tela adecuada para forrarlos.
«Cada día avanzamos más. En este verano posiblemente nos gustaría volarlo y creo que hay bastantes posibilidades», declara el padre del AR-9 ULM, que se confiesa impaciente por ponerse a los mandos: «si por mí fuera, lo forraba y empezaba ya con las pruebas de vuelo».
De momento el prototipo ha superado todas las pruebas de certificación de las autoridades de aviación cubanas, aunque queda pendiente entregar algunos documentos, así como ensamblar el resto de componentes, barnizar y pintar, antes de recibir el visto bueno final para el despegue.
Preguntado por quién será su copiloto en el primer vuelo, Rivera ríe y duda: «quizá los compañeros del club o mi mujer, Teresa».
Para instrucción o defensa
El septuagenario guarda el deseo de que, una vez operativo, su modelo aporte un servicio al país, ya sea como avión escuela o desempeñando otras funciones.
«Se puede dar instrucción en él. Los aviones de instrucción reciben golpes, sobre todo en los aterrizajes y las maniobras bruscas de los alumnos. Él está fuerte para eso», afirma.
También cree que a partir de su aeronave «se pueden construir otros equipos similares y utilizarlos en las escuelas de aviación, en la defensa e incluso en agricultura o inspección forestal».
De momento, una vez finalizado y probado con éxito el AR-9 ULM ocupará un hangar del aeródromo del Club de Aviación de Cuba (CAC) en las cercanías de Varadero para que lo usen los miembros de la sección de aviación deportiva de la organización, responsable de apoyar, financiar y supervisar el proyecto de Rivera.
Aún a medio ensamblar, «este ya es el avión estrella del club», asegura el presidente del CAC, Miguel Ángel Armas. «Es el único que va a tener. Propio y hecho por nosotros», asevera con orgullo.
El directivo y el creador de la aeronave resumen con la misma frase lo que su proyecto busca mostrar al mundo: «que sepan que esto podemos hacerlo aquí en Cuba».
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