Caracas.- Desde 1998 llevan los indígenas pemones de Venezuela esperando el regreso de la piedra Kueka, su «abuela» sembrada en Berlín durante 22 años. La espera terminó este jueves, cuando la roca sagrada regresó al país caribeño donde ya le espera «el abuelo», con el que se reencontrará en una tradición nativa sagrada.

La odisea comenzó bajo la presidencia de Rafael Caldera, en 1998, cuando su Gobierno llegó a un acuerdo con el artista bávaro Wolfgang Kraker von Schwarzenfeld, que preparaba una gran instalación en el parque Tiergarten de Berlín y ha comenzado su última fase hoy, al llegar al puerto caribeño de Guanta, en el estado Anzoátegui.

PENÉLOPE Y EL CORONAVIRUS

En el puerto, a modo de Penélope, unos operarios esperaban la piedra sagrada del pueblo pemón preparados especialmente para la ocasión, pero con el temor latente ante la pandemia del COVID-19 que azota al planeta y a la que Venezuela no es ajena.

Allí, con equipos especiales, hicieron descender la roca que, como buen Ulises, no había olvidado su patria.

El bloque de jaspe de 30 toneladas terminó así un largo recorrido que comenzó en mayo de 2018, cuando empezó un proceso de repatriación con un ritual de sanación para el que se desplazaron hasta Berlín un grupo de pemones que desafiaron las bajas temperaturas alemanas con sus vestidos tradicionales.

El pueblo pemón considera, como parte de su cosmovisión, que la Kueka forma parte de su acervo cultural y espiritual. Por ello, creen que con su regreso se reestablecerá el equilibrio ambiental y ecológico que fue quebrantado por la separación de los dos abuelos.

UN ÚLTIMO TRAYECTO HASTA EL PARAÍSO

Ahora queda el último trayecto, el que separa las costas del Caribe de la Gran Sabana venezolana, específicamente del Parque Nacional Canaima.

En plena selva amazónica, el hogar natural de los pemones, célebre en todo el mundo por albergar el Salto Ángel, la caída de agua más elevada del mundo, a 1.283 metros, además de por inspirar la película «Up», se reencontrará con su abuelo.

Su abuelo fue, según la tradición indígena, un nativo pemón que se enamoró de la abuela Kueka, una mujer de la comunidad Macuxi.

Como en las buenas tradiciones literarias, las dos tribus eran enemigas desde tiempos inmemoriales y sus pueblos separados con estricto celo por el dios Makunaima.

Sin embargo, Taure Pam, el joven pemón, desposó a la joven más bella de la comunidad Macuxi, e hizo saltar por los aires las órdenes de Manukaima.

Presos de la irreverencia, ambos huyeron, desafiando así al dios que prohibía la unión entre ambos pueblos.

UNA CONDENA DIVINA

Cuando lo supo, el dios furioso no solo no perdonó su ofensa sino que los convirtió en piedra para que vivieran juntos para siempre.

Para siempre, o al menos hasta que Von Schwarzenfeld se atrevió también a desafiar a los dioses nativos de los pemones para crear con cinco piedras o grupos de rocas, uno por cada uno de los continentes, su instalación en el Tiergarten.

Por supuesto, la abuela Kueka simbolizaba el amor en representación de América, mientras la esperanza quedaba ilustrada por piedras africanas; la paz procedía de Oceanía; el despertar, de Europa, y el perdón de Asia.

Ahora sí, el amor americano volverá a estar en el lugar del que salió hace 22 años, desafiando miedos divinos y expolios terrenales. Y, tal vez, aportando al restablecimiento de un equilibrio que parece más perdido que nunca.

También queda por ver si pone fin a las muertes y desplazamientos de los pemones, una comunidad que desde hace años sufre la violencia con un ardor que poco tiene que envidiar al colonial.

Gonzalo Domínguez Loeda EFE

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