Bogotá.- Fiel a su historia de convulsiones sociales y agitaciones políticas, América Latina vivió este año un proceso en el que se acentuó la polarización, se robustecieron los gobiernos autoritarios y crecieron las protestas ciudadanas, problemas a los que hay que añadir una frágil situación económica acrecentada por la pandemia.

El año estuvo marcado por una creciente polarización política en Chile -puesta de manifiesto en las elecciones presidenciales-, las frustradas negociaciones entre el Gobierno venezolano y la oposición, la inestable administración de Pedro Castillo en Perú, la reelección del nicaragüense Daniel Ortega en unos cuestionados comicios, las protestas sociales en Cuba y Colombia, y las crisis que sacudieron a Brasil, Argentina, Bolivia y Ecuador, entre otros países.

Según el profesor de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Lima Óscar Vidarte, este menú de crispación en una región muy golpeada por los efectos económicos de la pandemia se ha visto acompañado, además, por severas carencias democráticas. «Hay un déficit importante en materia democrática (…), en nuestra región no contamos con herramientas» para fortalecer la democracia, asegura.

«Venezuela ya no es una excepción. Nicaragua ha planteado su salida de la OEA (Organización de Estados Americanos), El Salvador con (el presidente Nayib) Bukele, Honduras y la corrupción, el narcotráfico metido en los Gobiernos centroamericanos. Vemos Gobiernos poco tolerantes, como el de (Jair) Bolsonaro (en Brasil), vemos la posibilidad de (un triunfo del derechista José Antonio) Kast en Chile», señala Vidarte.

«En el caso peruano vemos que los golpes parlamentarios se están convirtiendo en algo cada vez más recurrente. Lo hemos visto en Brasil, en Paraguay, en Honduras. El tema de la democracia, ya sea por el irrespeto a la normativa, ya sea por los extremismos, la intolerancia, hay muchas razones que me hacen creer que han empeorado los índices democráticos», agrega este analista, magíster en Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia.

UNA CENTROAMÉRICA DE CONTRASTES

Uno de los capítulos más controvertidos fue la reelección de Ortega en Nicaragua en unos comicios que estuvieron precedidos por el arresto de siete candidatos presidenciales y las denuncias de persecución contra dirigentes opositores.

A pesar de que el resultado fue rechazado por la mayor parte de la comunidad internacional, Ortega consolidó su quinto mandato de cinco años, el cuarto consecutivo, y se prepara para iniciar un nuevo periodo el próximo 10 de enero.

Como contraste, en Honduras, la izquierdista Xiomara Castro -esposa del derrocado presidente Manuel Zelaya- puso fin a 40 años de bipartidismo ejercido por los partidos Nacional, actualmente en el poder, y Liberal, y se convertirá en la primera mujer presidenta de ese país.

A las acusaciones de autoritarismo contra los Gobiernos de Venezuela, Nicaragua o Cuba se unieron este año los señalamientos contra el presidente mexicano, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, a quien sectores opositores y diversas ONG, como Human Rights Watch, atribuyen resabios populistas y denuncian que ha entregado demasiadas atribuciones al Ejército.

En Argentina, los comicios legislativos celebrados en noviembre pasado evidenciaron una retirada del apoyo al gobierno peronista formado en diciembre de 2019 por el presidente Alberto Fernández y la poderosa vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que perdió la mayoría en el Senado.

Mientras tanto, en Venezuela, el chavismo empezó el año controlando fácilmente el Parlamento después de que la oposición se abstuviera de participar en las elecciones de 2020, a excepción de un pequeño sector disidente. Y aunque en 2021 las calles de Caracas y otras ciudades siguieron siendo escenario de manifestaciones ciudadanas para reclamar apertura democrática, las protestas distaron mucho de alcanzar la dimensión de lo ocurrido en febrero de 2019.

Al llegar noviembre, los comicios regionales mostraron el triunfo del oficialismo en la mayoría de las gobernaciones, con una oposición que sigue dividida y una situación que extiende la incertidumbre sobre el futuro político y económico del país.

Y aunque en agosto, el Gobierno de Nicolás Maduro y la oposición entablaron conversaciones en México, el proceso fue suspendido en octubre por el mandatario a raíz de la extradición desde Cabo Verde a Estados Unidos del empresario colombiano Álex Saab, acusado de ser su testaferro y quien había sido nombrado miembro de la delegación gubernamental en la mesa de negociación.

CONVULSIÓN ANDINA

Perú, que desde hace años soporta una fuerte inestabilidad que ha impedido culminar sus mandatos a presidentes como Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra, tuvo en 2021 uno de los períodos más tensos de los últimos tiempos en el proceso electoral que llevó al poder a Pedro Castillo, un maestro y exsindicalista de izquierda que en los cinco meses que lleva en el poder ya ha tenido que enfrentar varias crisis ministeriales y un pedido de destitución que finalmente fracasó.

Castillo, con un fuerte rechazo en Lima pero con amplio respaldo en las provincias andinas, se ha visto asediado por fuerzas de la oposición derechista que mantienen el empeño en abrir un proceso de destitución en su contra.

En tanto, en Colombia, el primer semestre del año se caracterizó por el retorno de las masivas movilizaciones populares que escribieron sus primeros capítulos en 2019, reflejo del descontento social por razones como la violencia contra líderes sociales y los precarios presupuestos públicos para educación y salud.

Las protestas de abril pasado prendieron inicialmente por el rechazo a una reforma tributaria, y aunque el proyecto fue retirado por el Gobierno del derechista Iván Duque, prosiguieron a raíz de la violencia ejercida por la Policía contra los manifestantes. Varias organizaciones sociales documentaron 73 homicidios durante las movilizaciones, 44 de los cuales fueron atribuidos presuntamente a miembros de la fuerza pública.

Marchas ciudadanas también se presentaron en Ecuador, donde el conservador Guillermo Lasso tomó las riendas del poder en mayo y muy pronto enfrentó protestas por la situación económica a raíz de la abultada deuda externa heredada.

Más allá de la región andina, Cuba fue escenario en julio pasado de movilizaciones inéditas en la historia reciente del país, en las cuales miles de personas salieron a la calles a gritar «¡Abajo la dictadura!», «Libertad» y «Patria y vida», título de una canción premiada este año en los Grammy Latinos que la oposición interna y el exilio en Miami han abrazado como lema de las protestas. El pasado 15 de noviembre los opositores trataron de reeditar las movilizaciones, pero la fuerte presión policial hizo fracasar la convocatoria.

RADICALISMO, MÁS QUE POPULISMO

Colombia, Chile y Perú -países inmersos en un fuerte movimiento «crítico contra el statu quo político y económico» fueron los escenarios donde se vivieron los momentos más intensos a lo largo de este año, a decir del internacionalista Óscar Vidarte.

«Es una ola muy crítica que vimos en Chile con la (movilización que derivó en la conformación de la Convención) Constituyente y creo que con la posible victoria de (Gabriel) Boric (aspirante presidencial de la izquierda). La vimos en Perú con la victoria de (Pedro) Castillo y la hemos visto en Colombia, con las manifestaciones que se llevaron a cabo este año. Esa ola crítica con el modelo (de democracia neoliberal) está levantando los radicalismos en estos países», opina este experto.

Según Vidarte, el actual escenario puede desembocar en una radicalización del discurso político a cargo de figuras que pueden ganar apoyo y cosechar victorias electorales. «Los radicalismos han encontrado espacio para desarrollar su narrativa y consolidar una posición»,

Al respecto, José Miguel Vivanco, director para las Américas de la organización no gubernamental (ONG) Human Rights Watch, señala en relación con el fenómeno del caudillismo que «mientras existan algunos espacios y la posibilidad de alternancia en el poder, estamos ante una experiencia populista más, con una democracia que puede estar contra las cuerdas, pero aún así, hay espacios de libertad para poder competir políticamente».

Liderazgos como los de Andrés Manuel López Obrador en México o Jair Bosonaro en Brasil, evidencian, a juicio de este abogado defensor de los derechos humanos, una cierta fragilidad del andamiaje democrático. «Si no hay crisis, las opciones populistas están condenadas al fracaso», explica a Efe el director de HRW para las Américas.

 

EFE

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