Lima.- Tener acceso real al cannabis medicinal y legalizar su autocultivo son los reclamos de pacientes con dolencias crónicas en Perú, donde el debate sobre las políticas públicas de drogas, relegado durante décadas, se recrudeció tras las declaraciones de un congresista que admitió fumar marihuana.

El uso terapéutico del cannabis está legalizado en Perú desde 2017, pero a la práctica su distribución está restringida a los laboratorios, todos carentes de licencia de siembra, y su venta limitada a apenas tres farmacias de Lima, por lo que ahora está en trámite un proyecto de ley que busca ampliar la norma vigente y permitir el autocultivo y el cultivo asociativo bajo prescripción médica.

La ley de 2017, que dio luz verde a la importación, producción y comercialización del cannabis y sus derivados para usos terapéuticos, fue una «victoria cultural» para el país suramericano, aunque demostró ser «incompleta» para los pacientes, quienes se vieron forzados a seguir recurriendo al mercado paralelo.

Así lo lamentó en una entrevista con Efe la actriz, comunicadora y activista Francesca Brivio, quien en 2009 fue diagnosticada con mastocitosis sistémica y se convirtió en la voz de la lucha en Perú por los derechos de los pacientes que, como ella, usan cannabis para mitigar los síntomas de enfermedades crónicas.

32 REMEDIOS POR CANNABIS

«La mía es una enfermedad que potencialmente podría ser mortal, no tiene cura y está en la sangre», explicó Brivio, quien más allá de padecer fatiga y dolores, inflamación de órganos y problemas gastrointestinales, vio como la dolencia le arrebataba el útero, varias costillas y la cabeza del fémur.

A finales de 2013, la mujer, que «nunca había sido una fumadora habitual de cannabis», fumó «un par de caladas» de marihuana y pensó que no se había «sentido tan bien en muchísimo tiempo».

Pronto, Brivio acabó sustituyendo «absolutamente todas» las 32 medicinas que tomaba por el cannabis que conseguía a través del «mercado paralelo del ‘dealer'».

Según explicó a Efe el médico cirujano Max Alzamora, dentro de los beneficios «con evidencia concluyente» de la planta del cannabis, que puede administrarse en concentraciones y por vías diversas, figuran los efectos analgésico, que calma el dolor, y antiemético, es decir, que disminuye náuseas y mejora el apetito en pacientes oncológicos.

El doctor también destacó su efecto anticonvulsionante, ansiolítico, antidepresivo y antiinflamatorio y agregó, además, que su consumo puede resultar en un «beneficio integral» para pacientes que, por ejemplo, tengan un glaucoma o párkinson, al disminuir la presión ocular y actuar como relajante muscular.

«No va a ser la cura para la enfermedad, pero es una herramienta más», aseveró Alzamora, quien criticó que, desde la ley de 2017, el cannabis medicinal solo se encuentra en tres farmacias en todo el Perú, donde apenas se ofrece un producto, el aceite de marihuana.

«¿Es que no hay enfermos en provincia?», preguntó retóricamente el médico.

MADRES ACTIVISTAS POR NECESIDAD

La respuesta es sí. Y justamente esa necesidad urgente de resolver la carencia de alternativas de acceso legal al cannabis terapéutico es la que empujó a María del Rosario Montoya, natural de la ciudad norteña de Trujillo, a unos 560 kilómetros de Lima, a convertirse en activista.

Su hija, de 22 años, nació «por negligencia médica» con parálisis cerebral y epilepsia refractaria, lo que la llevó a vivir, durante 16 años, con problemas severos en los bronquios, constantes neumonías, convulsiones y hospitalizaciones.

«Era un ‘estar mal’ permanentemente», lamentó a Efe la madre, quien en 2016 decidió indagar sobre el uso del cannabis medicinal y comenzó a usarlo como terapia para paliar los síntomas de su hija.

«Empecé a darle todos los días el aceite de cannabis» y «fue maravilloso» ver que «en dos meses y medio se le quitó todo el problema bronquial» y mejoró también la epilepsia, hasta el punto que a finales de 2016 «ya no tomaba ningún anticonvulsionante» y «ahora ya hace cinco años que no ha vuelto a pisar el hospital», explicó.

Montoya, fundadora de la asociación Marihuana Medicinal Trujillo-Perú, compra el remedio de su hija, un «aceite colombiano», a un buen precio en el mercado paralelo, al igual que hacen muchas otras madres de hijos enfermos que, como ella, aguardan con ansias la aprobación de un nuevo proyecto de ley que permita la legalización del autocultivo o el cultivo asociativo.

APUESTA POR EL AUTOCULTIVO

La apuesta por el autocultivo es también la bandera de la activista Brivio quien, a pesar de vivir en Lima, sigue adquiriendo su medicina al margen de la ley.

«En mi caso, necesito vaporizar las flores. ¿Dónde las consigo? El Estado no me da una manera de que yo pueda acceder formalmente y no me permite cultivarlas», espetó.

Con el afán de insistir en la «urgencia» de ampliar la norma, Brivio creó la asociación «Cannabis, gotas de esperanza» que, junto con la Federación de Cannabis Medicinal de Perú (Fecame), incentivó en octubre de 2020 la aprobación de un nuevo proyecto de ley en el Congreso para permitir el autocultivo y el cultivo asociativo de cannabis medicinal.

Mientras la ley sigue en trámite en el Parlamento, el debate se avivó de nuevo tras las declaraciones que hizo la semana pasada el congresista del Partido Morado Daniel Olivares, quien reconoció ser fumador habitual de cannabis y admitió fumar durante una conversación con el candidato por su formación política para los comicios presidenciales de abril, Julio Guzmán.

«Yo soy fumador de marihuana de toda la vida, desde hace 20 años», reveló Olivares, quien podría ser investigado por la Comisión de Ética del Congreso a partir de marzo, cuando finalice el receso parlamentario.

Brivio celebró las declaraciones del congresista que, a su parecer, «ayudan a normalizar el uso adulto del cannabis» y se presentan como «una oportunidad para hablar de políticas de drogas», pero exigió que «se vea reflejado en políticas públicas concretas» e inmediatas.

Carla Samon Ros EFE

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