Nueva York.- «Edge», un enorme balcón suspendido a 345 metros de altura sobre Manhattan, abrió sus puertas con la aspiración de convertirse en la nueva panorámica imprescindible de Nueva York y en medio de cautelas por la crisis del coronavirus.
La carta de presentación de este nuevo mirador es clara: se trata del observatorio al aire libre más alto del continente americano. Pero más allá de eso, lo que «Edge» promete es una experiencia única para sus visitantes.
«Aquí tienes la sensación de estar realmente flotando separado del edificio. Es una experiencia muy diferente», explica Jason Horkin, el director ejecutivo de Hudson Yards Experiences, la firma detrás del proyecto.
Esa sensación se consigue gracias a un gran balcón con forma triangular que se separa hasta unos 25 metros del edificio y que está rodeado de paredes de cristal colocadas en un ligero ángulo que permite asomarse hacia el vacío.
El mirador incluye también una zona con suelo de cristal sobre la que se puede pasear mientras, muchos metros por debajo, fluye el tráfico y continúan las obras que aún dominan el área de Hudson Yards.
La zona, situada en la sección central de Manhattan, a la orilla del río Hudson, ha experimentado en los últimos años una transformación radical gracias a un multimillonario proyecto inmobiliario que ha transformado un desangelado barrio en una visita obligada para millones de turistas.
Donde antes había vías y cocheras para el gigantesco sistema de transporte neoyorquino hoy se compra en exclusivos centros comerciales y se come en bulliciosos restaurantes como los del Mercado Little Spain de José Andrés y los hermanos Adrià.
Toda la gran manzana a la vista
Esa ubicación, un poco apartada del corazón de Manhattan, ofrece una panorámica única, desde la que puede disfrutarse una imagen distinta a la habitual de los rascacielos más conocidos de la ciudad y vistas sin obstáculos de la bahía, el World Trade Center o la vecina Nueva Jersey.
«Este es el lugar desde el que puede verse toda la ciudad. Desde donde estamos ahora mismo puedo mirar a la Estatua de la Libertad, puedo mirar a Central Park y a todos los iconos de Nueva York. Es realmente una parada única para ver todo lo que Nueva York ofrece», explica Horkin.
Ese elemento geográfico, sumado a sus especiales características arquitectónicas, diferencia este nuevo observatorio de su amplia competencia, que incluye famosos miradores como los del Rockefeller Center, el Empire State Building o el World Trade Center.
«Edge», adaptándose a la moda, promete ser además un fondo inmejorable para retratos y selfies gracias a su forma triangular, que permite a una persona colocarse en solitario en el extremo de la plataforma para fotografiarse «suspendida» alrededor de cristal sobre la Gran Manzana.
También será escenario de eventos y actuaciones, a las que este miércoles dio el pistoletazo de salida un grupo de danza acrobática, que desafió el vértigo descolgándose por la fachada del edificio con una espectacular coreografía.
Champán en los cielos
Las vistas, por supuesto, pueden acompañarse de bocados y tragos. Un bar situado en la planta 100 del edificio ofrece vinos, cócteles y un pequeño menú de comida. Quienes quieran dar un toque de glamur a su experiencia, pueden comprar directamente un ticket especial que, por 54 dólares, incluye la visita y una copa de champán.
Por 92 dólares el ticket incluye además un álbum fotográfico, mientras que la entrada básica para un adulto cuesta 38 dólares o 36 si se adquiere previamente por internet.
La oferta hostelera se completa un piso más arriba, donde el restaurante «Peak» promete un refinado menú inspirado en las espectaculares vistas de su comedor.
Precauciones por el coronavirus
La apertura de la instalación, por supuesto, no ha sido inmune al miedo al coronavirus, que ha llevado a Nueva York a declarar el estado de emergencia con más de dos centenares de casos confirmados de la enfermedad.
Como precaución, en estos primeros días se limitará el número de visitantes para evitar aglomeraciones y dar a todo el mundo «espacio para respirar», según explica un responsable.
Además, se han colocado puestos con desinfectante de manos y se está extremando la limpieza de las superficies más tocadas por los visitantes para reducir el riesgo de contagios.
«También animamos a la gente a que si no se encuentra bien, se quede en casa. Vengan cuando estén bien y puedan disfrutar la experiencia», apunta Horkin.
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