Roma.-La sátira y la denuncia política del artista callejero más conocido y misterioso de la historia, Banksy, dialogan con la obra del maestro renacentista Rafael entre los muros del Claustro de Bramante en Roma, que acoge la exposición «Banksy, una protesta visual».
El edificio renacentista alberga desde esta semana y hasta el 11 de abril de 2021 más de cien obras del artista británico, entre ellas algunas de las más conocidas como «Niña con globo», «El amor está en el aire» o «Napalm», y otras que van más allá del grafiti, hechas con técnicas desde el óleo al acrílico, sobre lienzo o sobre metal, e incluso escultura.
Las obras están comprendidas entre 2001 y 2017 y se incluyen además diseños para portadas de discos o libros realizadas por el misterioso artista, todas provenientes de colecciones privadas.
Además, en el marco del 500 aniversario de la muerte de Rafael, la exposición se convierte en un diálogo con el pintor renacentista bajo el proyecto #ArtIsAlwaysContemporary («El arte es siempre contemporáneo»), pues los asistentes pueden ver desde una ventana del primer piso del claustro un fresco de 1515 que elaboró para decorar la basílica de Santa María della Pace.
Según los organizadores, no se busca comparar el virtuosismo de ambos artistas, sino provocar un diálogo sobre el poder evocador de sus imágenes, que hizo a ambos artistas revolucionarios en su tiempo al hacer de sus obras un reflejo de mensajes, estados de ánimo o emociones.
La exposición estaba programada para el pasado marzo, pero la pandemia de coronavirus, que golpeó duramente a Italia, obligó a aplazar su inauguración.
Y ahora las visitas solo pueden hacerse con limitaciones por motivos de seguridad, con medición de temperatura al llegar, grupos reducidos y mascarillas obligatorias.
La pobreza, la globalización, la política, la guerra o el consumo vuelven a ser el objeto de crítica del grafitero anónimo salvo para sus colaboradores cercanos. Se cree que el artista nació a principios de los setenta en Bristol, donde sus producción artística comenzó a principios de los noventa.
El anonimato no sólo pretende protegerlo de la policía ante la realización de redadas contra grafitis ilegales, sino también su obra, cargada con un potente mensaje político, para evitar que sea contaminada por la percepción que el público pueda tener al conocer su identidad.
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