“En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar». Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?». Le contestó Jesús: «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado». Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: «Lo que vas hacer, hazlo pronto». Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: «Donde yo voy, vosotros no podéis ir»» Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde». Pedro replicó: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti». Jesús le contestó: «¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces». 

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

La Iglesia universal celebra hoy la festividad del Martes Santo, que conforme va acercándose los días del Tríodo Pascual, se nos invita como en una “última llamada” a estar preparados para vivir la Vigilia Pascual y el gran acontecimiento de la Pascua. Hoy martes, y mañana miércoles, la liturgia nos invita a estar atentos, se trata de agudizar el oído para no perderse ninguna palabra. El profeta Isaías comienza con una exhortación a escuchar: «Escúchenme, islas; atiendan, pueblos lejanos».

Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Juan, capítulo 13, del verso 21 al 38. en el que se relata un diálogo a cuatro bandas que se da entre JESÚS, el discípulo amado, Simón Pedro y Judas, en una cena trascendental en la que el Maestro se encuentra «profundamente conmovido». El discípulo amado y Pedro formulan preguntas: «Señor, ¿quién es?», «Señor, ¿adónde vas?», «Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora?». Es una escena que está llena de confidencias, y que, sólo pueden percibirse con un oído fino: la pregunta del discípulo amado, la respuesta de JESÚS, la admonición a Judas, el diálogo entre JESÚS y Pedro.

JESÚS observa, escucha y responde a cada uno: al discípulo amado, a Judas y a Simón Pedro. La intimidad, la traición instantánea y la traición diferida se dan cita en una cena que resume toda una vida y que anticipa su final. Judas interviene de modo no verbal. Primero toma el pan untado por JESÚS y luego se va. Participa del alimento del Maestro, pero no comparte su vida, no resiste la fuerza de su mirada. Por eso «sale inmediatamente». No sabe, o no puede responder al amor que recibe.

Al confrontarnos con el texto e imaginarnos que estamos en ese recinto, donde se está desarrollando el drama de nuestras vidas y de la humanidad. Enseguida nos damos cuenta que en el aire se respira un ambiente de entrega y de traición. El discípulo amado está al lado del Maestro. Pedro un poco más lejos, los otros enfrascados en sus propias conversaciones de poder y de tener. Y Judas firme en su decisión de vender a JESÚS.

Traición que nos escandaliza y la condenamos, Pero que, si nos hacernos un examen de conciencia y recordar las veces que hemos sido indiferentes y hemos traicionados nuestros valores y compromisos cristianos, entonces podremos entender que no solamente es Judas el traidor de JESÚS, sino que también nosotros individualmente y como comunidad, tenemos parte activa en el drama que vive la humanidad.

Por eso es que, este Martes Santo es un día ideal para el silencio y la escucha, para caer en la cuenta de las verdades que sostienen nuestra vida. Reconociendo serenamente nuestros miedos y cobardías. Y no hacerle juicios a nadie, ya que, también nosotros somos capaces de bajezas y rencores sin límites. Es también un día para dar gracias a DIOS, en unión del Hijo y del Espíritu Santo, por Amarnos hasta el extremo y dar su Vida por nosotros.

 Señor JESÚS, concédenos la gracia de la fidelidad, para no traicionarte jamás ni con nuestras acciones, ni con nuestras palabras y de esa manera podamos ser partícipes del Banquete de la Vida Eterna.

Amén

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