Berlín.- La Justicia alemana abrió juicio por el asesinato, a plena luz y en el corazón de Berlín, de un asilado georgiano, presuntamente por encargo de Moscú, en plena crisis bilateral por el envenenamiento del líder opositor Aléxei Navalni.

La Fiscalía federal imputa al acusado, un ruso de 55 años, haber matado de tres tiros a Zelimjan Jangoshvili, de 40 años, llegado a Alemania como refugiado en 2016. Fue en el Tiergarten, el parque central de la capital alemana, el 23 de agosto de 2019. El autor de los disparos era un hombre en bicicleta, que luego apareció en el río, junto con la peluca que llevaba y la pistola con que le mató.

Actuó «por codicia u otros bajos motivos», sostuvo ante los medios el representante de la Fiscalía, Ronald Georg, en un aparte de la apertura de un juicio envuelto entre fuertes dispositivos de seguridad y con presencia restringida de periodistas y público.

Para la Fiscalía federal no hay duda de que el asesinó actuó «por encargo de posiciones estatales de la Federación Rusa» y que su objetivo era eliminar a quien considera «enemigo de Moscú, de su república autónoma de Chechenia, y del gobierno pro-ruso de Georgia».

Jangoshvili era para el Kremlin un terrorista. Había combatido en la guerra de Chechenia al lado de los rebeldes y posteriormente formó parte de las fuerzas de seguridad georgianas.

Desde Moscú se ha rechazado toda implicación en el caso. Pero también se vinculó a la víctima con otro asesinato similar cometido en la capital rusa en 2013.

Al crimen del Tiergarten siguieron tensiones entre Moscú y Berlín, incluida la amenaza de la canciller Angela Merkel de imponer «nuevas medidas» a Rusia, si la justicia confirmaba las sospechas.

Unos meses después del crimen, Berlín expulsó a dos diplomáticos rusos por «no contribuir» al esclarecimiento del asunto.

El acusado, identificado como Vadim Krasikov, alias Vadim Sokolov, quedó en prisión preventiva desde su detención, tras ser identificado por testigos presenciales como el hombre que echó la peluca, la bicicleta y el arma al río Spree.

Asistió en silencio a la apertura de un proceso por un crimen tras el que, desde el principio, se responsabilizó a Moscú. A la «falta de cooperación» de los diplomáticos expulsados se sumó la investigación por un caso de jaqueo en el sistema informático del Bundestag (Parlamento federal) relacionado con la investigación.

UN AÑO DESPUÉS, NAVALNI

El asunto era ya suficientemente complejo para las relaciones bilaterales. Casi exactamente un año después del asesinato del Tiergarten, Navalni colapsó repentinamente durante un vuelo en Rusia, el 22 de agosto; tras varios días de tira y afloja con el hospital siberiano donde ingresó, era trasladado a la Charité de Berlín, donde quedó en coma inducido con síntomas de envenenamiento.

El equipo médico berlinés, junto con expertos del Ejército alemán, informaron a los días siguientes de su ingreso de que se había detectado muestras en Navalni del agente nervioso de la familia «Novichok», desarrollado por Rusia.

Merkel instó a Moscú a esclarecer lo que calificó de «intento de asesinato por envenenamiento». Este miércoles, en un comunicado conjunto, Berlín y París, proponían sanciones adicionales contra «personas» responsables del envenenamiento y aludían al «Novichok».

Al primer diagnóstico de la Charité y la Bundeswehr siguieron las conclusiones en el mismo sentido de expertos holandeses y franceses. Ayer, la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) confirmó la presencia del «Novichok» en muestras de Navalni.

El líder opositor ruso fue dado de alta la semana pasada de la Charité. Desde entonces, y a través de redes sociales o entrevistas, ha responsabilizado a Putin de su intento de envenenamiento. Hoy mismo, desde el diario «Bild», el más leído de Alemania, reclamó «sanciones directas al círculo más próximo» del presidente ruso.

EL PESO DE NORD STREAM

En cada una de las crisis con Putin resurgen las exigencias sobre Merkel para que interrumpa el Nord Stream 2, el gasoducto casi terminado que transportará gas desde Rusia hasta Europa.

El proyecto se fraguó con el socialdemócrata Gerhard Schröder en la cancillería. Su amistad o alianza de intereses con Putin impulsaron la cooperación energética.

Merkel siguió adelante con ese proyecto heredado de su antecesor, por encima de las sucesivas fases de deterioro en unas relaciones con Putin, que siempre fueron, como mínimo, tensas.

Las exigencias de detener Nord Stream regresaron, tanto de la oposición verdes como en parte de las filas de la gran coalición de Merkel. En el proyecto se han invertido unos 12.000 millones de euros y están implicadas unas 120 empresas de una docena de países europeos.

 

EFE

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