Stepanakert (Nagorno Karabaj).- Casi tres meses después del fin de la guerra entre armenios y azerbaiyanos por el control de Nagorno Karabaj, la capital del territorio separatista, Stepanakert, vuelve a la vida, pese al temor a una «paz falsa.

«Habrá paz y se la deseo a todos, para que nadie vea una guerra como esta», señala a Efe un recluta en la capital, Stepanakert, uno de los pocos lugares del montañoso territorio que ha quedado bajo control de las autoridades karabajíes tras la guerra.

En Stepanakert, los habitantes, generalmente de pocas palabras, no dejan entrever a primera vista las secuelas del conflicto, que diezmó la generación de jóvenes hombres nacidos en los años 2000 y 2001, además de reservistas y voluntarios mayores.

LAS SECUELAS DE LA GUERRA

Un memorial con las fotografías de soldados caídos frente al palacio presidencial recuerda cada día la tragedia que viven muchas familias que han perdido a seres queridos en la guerra.

Una mujer reza delante de los retratos. En su rostro hay dolor y trata de contener los sollozos.

En el conflicto armado fallecieron más de 5.500 soldados y casi 150 civiles, de acuerdo con datos oficiales, y decenas de miles de habitantes huyeron de los combates.

El Karabaj tenía más de 150.000 habitantes cuando estalló el conflicto en septiembre pasado, de los que unos 90.000 abandonaron la autoproclamada república -reconocida internacionalmente como Azerbaiyán, pero poblada por armenios étnicos-, según Rusia.

De acuerdo con Moscú, 51.065 refugiados han regresado a Artsaj (nombre armenio de Nagorno Karabaj) desde el fin de la guerra.

Los cañones callaron el 10 de noviembre tras rubricar los líderes azerí, Ilham Alíev, y armenio, Nikol Pashinián, un acuerdo de alto el fuego con mediación rusa en virtud del cual Azerbaiyán recuperó más de dos tercios del territorio que ocupaba Armenia desde la guerra de 1992-1994, incluido en el Karabaj.

LA RECONSTRUCCIÓN, EN MARCHA

En Stepanakert, donde impactaron varios cohetes de las fuerzas armadas azerbaiyanas durante la guerra y donde Rusia ha abierto un centro de respuesta humanitaria, la reconstrucción está en marcha.

En el barrio del mercado, Gegham, oriundo de Hadrut, ciudad recuperada por Azerbaiyán, trabaja en una de las viviendas dañadas. Él perdió en la guerra su casa y más de cien cabezas de ganado.

Hace casi tres meses la capital karabají era una ciudad desierta. Los hombres se fueron al frente, los niños evacuados y las mujeres y los ancianos que se quedaron vivían en refugios subterráneos.

Ahora, los restaurantes y cafés vuelven a llenarse y los comercios están abastecidos, si bien aún se ve poca clientela en los negocios minoristas fuera de las despensas de alimentos y supermercados.

Las calles están limpias y los servicios públicos funcionan de nuevo. Y al mercado, donde durante la guerra los únicos clientes eran soldados, ha vuelto la vida y el regateo.

EL RASTRO DE LA DESTRUCCIÓN

Pero los rastros de la guerra son visibles en varios lugares de la capital karabají, incluidas infraestructuras civiles, como en el moderno edificio del hospital central, donde un guardia muestra el ala que quedó dañada en uno de los ataques azerbaiyanos.

Y en la escuela número 10 de Stepanakert, donde en octubre pasado había cráteres y proyectiles sin estallar en el patio, aún son visibles los impactos de los cohetes, con restos de estuco y yeso en el suelo y sin apenas cristales en las ventanas.

Unos 25.000 escolares y 5.000 estudiantes se quedaron sin clases tras el estallido de la guerra, según las autoridades karabajíes.

Ahora se escuchan de nuevo las voces de niños en las clases de Medio Ambiente, Ajedrez y Literatura. En esta última Milana lee una carta a una amiga imaginaria de la diáspora armenia.

«Mi amiga desconocida, mi amiga que ya te has vuelto íntima, sabes que lo que más pido a Dios de rodillas, como si fuera mi madre, es que nunca jamás haya una guerra en nuestro mundo, para que todos los hombres puedan vivir felices y en paz», dice la niña.

EL TEMOR A UNA «PAZ FALSA»

Rusia ha desplegado más de 2.000 soldados en el Karabaj para garantizar el alto el fuego, pero el temor a una paz falsa se refleja en cada conversación con ciudadanos en Stepanakert.

Y la cercanía del enemigo solo aumenta la incertidumbre. En Kamir Shuka, a media hora de Stepanakert, un hombre observa con unos binoculares las montañas cubiertas de bosques frente a la carretera.

Ofrece los prismáticos a un amigo. «¡Caramba, están muy cerca!», constata. Ha visto un puesto militar azerbaiyano cubierto por una especie de toldo azul que parece no estar más lejos de 200 metros de la posición armenia, indicada con un pequeño cerco de madera y alambres de púas, sobre la cual ondea la bandera tricolor armenia.

La guerra se ha acabado, pero el conflicto que enfrenta a Armenia y Azerbaiyán desde 1988 en torno a Nagorno Karabaj no está resuelto.

«Si hay un 50 % de probabilidad de paz, me quedo aquí», señala una joven trabajadora oriunda de Taghavard, una localidad que ahora controla Azerbaiyán.

En el mercado de Stepanakert, Jiro, un comerciante de verduras y el obrero Gegham no se atreven a especular sobre el futuro: «simplemente no lo sabemos», afirma el segundo.

Avedis Hadjian EFE

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