Este persona de 60 años, trabajó en una prestigiosa empresa distribuidora de helados, como lo fue en Venezuela Tío Rico por espacio de 20 años, se adaptó a las circunstancias y al mismo tiempo enfrentó cualquier tipo de desafíos, hasta que la marca decidió cerrar las puertas en algunos estados del país.
Tres décadas de perseverancia y dedicación empujando un “carrito de helados” de manera manual por comunidades de Ciudad Guayana, como un verdadero resiliente.
“En esos treinta años, obtuve muchas cosas materiales. Una casa, me iba bien económicamente vendiendo helados. Luego que comenzó la crisis en el país quedé sin vivienda, cuidando un galpón con mi familia y en un espacio que no me pertenece”, apuntó Carlos Parras.
Después de trabajar 5 años con una compañía de químicos en la zona industrial Los Pinos, Puerto Ordaz, la fábrica cerró, sus dueños se fueron del país y sigue en este sitio vigilando sus instalaciones sin recibir una “locha”, “pero tengo un techo, no es mío pero con esperanzas que sus propietarios regresen a Venezuela”.
El hombre es oriundo de El Tigre, estado Anzoátegui, llegó a la ciudad a los 18 años, pasó unos años “matando tigre”, hasta que consiguió un puesto en Tío Rico, el depósito estaba en Castillito, Puerto Ordaz.
“Fueron tiempos de abundancia, me quedaban hasta 23 mil bolívares libres, antes que llegara el gobierno de Hugo Chávez, además, de la casa, pude criar a mis hijos”.
Parras, actualmente labora como vigilante en un galpón, ubicado en una de las desoladas calles de Los Pinos, solo recibe un salario mínimo.
En sus tiempos libres hace limpiezas, corta monte, recoge basura, entre otras cosas que lo ayuda a tener un poco más de ganancias; “hasta que lleguen días mejores”, aseguró.
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