Madrid.-Alexis Michalik, un actor y dramaturgo francés experto en adaptar a Shakespeare, ha dedicado casi quince de sus 38 años a pulir un proyecto que se ha convertido en su primer largometraje, Cartas a Roxane, donde se reinventa el proceso de creación de la más popular obra francesa, Cyrano de Bergerac.
Cartas a Roxane, que llegará este viernes a los hogares españoles a través de algunas plataformas on line después de varios intentos de estrenar en salas -el último, frustrado por la expansión del coronavirus-, es «el resultado de la fusión de dos amores, el cine y el teatro».
Entrevista a Alexis Michalik, actor de Cartas de Raxone
«Es la ironía de la vida», reflexiona Michalik en una entrevista con Efe que concede desde su apartamento de París, donde pasa el confinamiento acompañado por su novia y con «muchísima suerte», dice, porque están todos bien y tiene una bonita casa: «No todo el mundo puede decir lo mismo», lamenta este joven, que aprendió un correctísimo español en sus años de colegio.
«Lo más irónico -agrega- es que Cartas a Roxane trata del teatro, que será de las ultimas cosas que podamos volver a hacer, juntar a cientos de personas en una sala».
Michalik, dramaturgo con cinco obras en escena en teatros de París cuando la pandemia obligó al cierre total de espectáculos, se declara «primero, actor, y más actor de teatro que de cine».
«Yo no puedo imaginar una vida sin teatro. Podemos leer, ver películas y escuchar música en casa, en el ordenador, en la tele; pero el teatro hay que experimentarlo en vivo. Esta película -señala- es rara en ese sentido: habla de un arte que ahora no funciona en ninguna parte del mundo».
Aún así, el debutante director francés se las apaña para que el espectador disfrute del montaje de una obra de teatro -y no de cualquier obra, sino una con decenas de actores y decorados- al tiempo que le lleva a las calles del París de 1897, en plena Belle Époque.
Allí están el Moulin Rouge con sus famosas chicas del can-can, y personajes como Sara Bernhart o Antón Chéjov, o el nuevo invento maquiavélico de los hermanos Meliès, que acabará con el teatro.
«Hace 15 años vi ‘Shakespeare in Love’ y me dio por buscar al ‘nuestro’: era, sin duda, Cyrano». Después de una profunda investigación, Michalik dio con unos textos donde se describía el primer pase de la obra. «Supe que Edmond solo tenia 29 años cuando estrenó y que antes de esto solo acumulaba fracasos. Pero aquella noche fue espectacular cuando nadie lo esperaba», explica el francés.
Se trata de un texto en verso que el propio Michalik ha asumido por completo, tanto en la adaptación de la idea original, como en los diálogos, y en la creación de nuevos personajes y tramas que convierten la obra en una relectura amable, a veces, cómica, del clásico francés.
Se inventa un trío amoroso, que nunca existió, y a un ‘Pepito Grillo’ negro, casi anciano, sabio e intelectual, el dueño del café Honoré, que es el alter ego del primer Cyrano:
«Necesitaba una persona que inspirase a Edmond. (Honoré) era fuerte, auténtico, cultivado, pero con algo dentro que le consume. Es negro, dueño de su negocio en el mundo del siglo XIX; es la representación de lo que no se puede cambiar -apunta-, sino adaptar a tu favor con ironía».
Así, la mitad de los personajes son mentira, explica, «pero Constand Coquelin existió, y Edmond y su esposa Rosemund, también, en realidad era su musa».
Todo empieza cuando este joven dramaturgo consigue, gracias a la ayuda de la gran actriz Sarah Bernhardt que un actor, vieja gloria y lleno de deudas, le pida que escriba para él la que será su obra de redención.
Al tiempo, su mejor amigo, un actor guapo y sin muchas luces, desea seducir a la modista Jeanne trabaja para el entonces autor de moda, Georges Feydeau -al que da vida el propio Michalik-.
Edmond, en la sombra, le dicta versos románticos a su amigo que enamoran a la chica, una joven cultivada que asegura poder amar a hombre feo si conquista su corazón. Apurado por encontrar una historia para Coquelin, Edmond escribe a vuela pluma el texto que deben interpretar en menos de tres semanas.
Michalik usa su propia experiencia para llenar la obra de críticas (blancas) a las imposiciones de los productores sobre el reparto o sus exigencias para cumplir con los plazos.
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