Cientos de rusos siguen acudiendo al cementerio de Borísovo en el sudeste de Moscú para depositar flores en la tumba de Alexéi Navalni, el líder opositor ruso que fue enterrado el viernes dos semanas después de morir repentinamente en una prisión ártica.
La policía no ha retirado el detector de metales y registra detenidamente a cada visitante que se acerca al cementerio para rendir memoria al fallecido político.
Los simpatizantes de Navalni han inundado prácticamente la sepultura de Navalni con ramos de flores rojas y blancas, en su mayoría claveles, pero también rosas.
Está prohibido acceder con comida o bebida, aunque, según informaron a EFE testigos presenciales, la presencia policial es mucho menor que la víspera.
«La gente puede entrar sin mayores obstáculos. La atmósfera es muy tranquila», comentaron.
Cientos de rusos también están detenidos
Más de un centenar de personas están detenidas en veinte ciudades rusas durante los funerales del dirigente opositor, según informó el sábado la organización OVD-Info, que vela por los derechos de los detenidos.
Aunque el sepelio tuvo lugar en Moscú, el mayor número de detenciones se produjo en las ciudades siberianas de Novosibirsk y Omsk, donde un número de hasta 35 personas se encuentran en las comisarias.
En la capital se encuentran detenidas 14 personas, mientras en la capital de los Urales, Yekaterimburgo, considerada la ciudad más liberal del país, hubo una decena de apresados.
Los funerales en Moscú transcurrieron sin apenas incidentes, tanto entorno a la iglesia de Máriino donde se instaló la capilla ardiente como en el cementerio de Borísovo, donde está sepultado el dirigente opositor.
La madre confirmó que eligió dicho templo porque Navalni, un creyente confeso, solía ir a misa en ese lugar, donde además bautizó a su hijo Zajar.
La necrópolis situada en el sudeste de Moscú tuvo que cerrar y reabrir sus puertas en varias ocasiones el viernes ante el gran flujo de deseosos de despedirse del opositor, que falleció repentinamente el pasado 16 de febrero en una prisión ártica, de lo que la familia, sus correligionarios y Occidente responsabilizan directamente al presidente ruso, Vladímir Putin.
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