Beni-Enzar (Marruecos).- Miles de trabajadores transfronterizos de la región de Nador, en el noreste de Marruecos, viven desde hace meses una profunda crisis por la prohibición del contrabando con la vecina Melilla y el posterior cierre drástico de la frontera terrestre, desde hace siete meses, con esa ciudad.

Esa decisión del gobierno marroquí, que no ha sido respaldada con alternativas aceptables por los damnificados, afecta a 9.000 antiguos porteadores (25.000, según fuentes sindicales), a más de 5.000 trabajadores marroquíes con empleos en Melilla y a varios sectores vinculados con el contrabando, como el transporte y el comercio minorista.

EN BUSCA DE DIGNIDAD

Entre los contrabandistas afectados está Lahcen Mayati, de 47 años, quien pasó más de la mitad de su vida introduciendo productos de Melilla a Marruecos, y preside ahora la oficina sindical que representa a gran parte de los trabajadores de ese sector.

«Tengo tres hijos. Desde hace siete meses vivo de mis ahorros y están a punto de agotarse. Durante este tiempo no he pagado mis facturas de agua ni de electricidad», se lamenta.

Dice este hombre, orgulloso de ser uno de los contrabandistas veteranos, que lo que más le asusta, a él y a sus compañeros, es la falta de visibilidad ante «un futuro desconocido».

«No queremos la vuelta del contrabando, porque es una actividad humillante para nosotros y a nuestro país. Si lo ejercíamos es porque el Gobierno de Rabat no ha desarrollado nuestra región», precisó.

Agregó que lo que los contrabandistas reivindican es «su derecho al empleo y una vida digna, nada más».

En los últimos quince días las autoridades marroquíes han prohibido tres manifestaciones convocadas en Nador por personas damnificadas principalmente por el cierre de la frontera y que ahora exigen del Estado ayudas y alternativas económicas.

ALTERNATIVAS INSUFICIENTES

El dirigente sindical local Jaled Qadumi dijo a Efe que las autoridades locales han encontrado la solución para los «grandes contrabandistas» (cuarenta personas, según su recuento), quienes han creado una asociación de inversores.

Explicó que de esta manera entraron en la legalidad, y se convirtieron en importadores y exportadores, pero sin que haya ninguna medida de este tipo a favor de los contrabandistas más pequeños.

El sector del contrabando introducía a Marruecos, desde hace décadas, alimentos, ropa, productos de limpieza, aparatos eléctricos, piezas de recambio para coches, alcohol, entre otros productos; todo aquello se distribuía después hacia ciudades del interior.

En el denominado Complejo Comercial Municipal es posible ver como los productos españoles antes omnipresentes casi han desaparecido del mercado local, siendo sustituidos por otros producidos en las ciudades industriales de Marruecos o importados de forma legal desde Turquía o China.

Según comerciantes entrevistados por Efe, los pocos productos que siguen llegando desde Melilla a Marruecos son piezas de alto rendimiento económico, como los aparatos electrónicos, y que entran con pocas cantidades en camiones, escondidos entre la mercancía legal.

DESEMPLEADOS EN OFICIOS DE MELILLA

Además de los contrabandistas, están los empleados marroquíes en Melilla, que trabajan en la ciudad española durante el día y vuelven a sus casas en Marruecos por la noche, como son los trabajadores del hogar y los obreros en la construcción.

Atika Jattam, 34 años, es una de ellos y ejerce desde hace siete años como trabajadora doméstica en Melilla con un contrato legal, seguro y cobertura médica.

«Mi contrato de trabajo, de un año de duración, ya está caducado, no he recibido ningún tipo de ayuda del Gobierno desde el cierre de la frontera», precisó.

«Queremos que abran la frontera para volver a trabajar, no queremos que los patronos nos sustituyan con otros trabajadores», agregó.

Fátima, la hermana de Atika, tiene 45 años y ha ejercido también como trabajadora del hogar en Melilla durante 13 años. Hoy está sin trabajo, igual que su marido, que trabajaba de comerciante en un mercado en esa ciudad española.

«Durante estos meses de paro, vivo de la ayuda financiera que me envía mi empleadora española desde Melilla», añadió.

Fátima vive en una pequeña casa de alquiler en la población fronteriza de Beni-Enzar con su marido y sus dos hijos. Uno de ellos, de seis años, tiene síndrome de down y estaba matriculado en una escuela especial en Melilla antes del cierre de la frontera. Ahora pasa sus horas en casa.

EL ORIENTE SIN SU MAYOR EMPLEADOR

La localidad de Beni-Enzar, donde se encuentra el paso fronterizo con Melilla, se ha convertido en una ciudad de fantasmas: decenas de taxis que transportaban a los contrabandistas y a pasajeros están ahora parados bajo el sol con una actividad mínima.

La economía de Nador, y de toda la región, «está en su peor momento», porque además del cierre de las fronteras, las autoridades cerraron los mercados informales y acabaron con la actividad de los vendedores ambulantes, precisó el sindicalista Qadumi.

Casí diez mercados, semanales o cotidianos fueron cerrados en Nador y en las poblaciones cercanas como Beni-Enzar y Zegangan.

Está situación se vive también en Tetúan (norte) y en el resto de las poblaciones vecinas con Ceuta, cuyas fronteras terrestres con Marruecos también están cerradas desde el pasado 13 de marzo como medida para controlar la propagación del coronavirus.

Para el miembro de la secretaría regional de la UMT, Omar Nayi, la situación en Nador es peor, porque cerca de Ceuta está el polo industrial de Tánger, el segundo más grande en Marruecos, que puede proporcionar empleo.

«El empleador más grande en toda la región oriental en las ultimas décadas ha sido Melilla, y las autoridades cerraron la frontera sin dar alternativas», sostuvo Nayi.

ALTERNATIVAS ESTATALES

Para empezar a crear alternativas económicas, las autoridades marroquíes destinaron un presupuesto de ocho millones de dirhams (926 mil euros) para animar a las mujeres que trabajaban en el contrabando a crear cooperativas generadoras de ingresos.

AsimIsmo, el Consejo Regional de Inversiones, que depende del ministerio del Interior, ha facilitado la creación de dos unidades industriales en Beni-Enzar, una especializada en la limpieza de gambas y otra en el reciclaje de la ropa y que pueden emplear hasta 2.500 obreros.

Un responsable de las autoridades locales, que pidió el anonimato, explicó a Efe que Nador está pasando de un periodo de transición «sensible» que durará hasta conseguir acabar con todos los efectos del contrabando y establecer una economía normalizada.

Para el economista del Instituto Marroquí de Análisis de Políticas (MIPA) Rachid Awraz, el Estado está llamado a invertir también en la infraestructura para diversificar la economía de la región en el lugar de permitir la reanudación del contrabando.

«El contrabando no es una solución para los problemas de desarrollo, no es posible arreglar un problema con otro problema. Hay que crear, lo antes posible, las condiciones que permitan el desarrollo de la zona», precisó.

Mohamed Siali  EFE

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