¡Qué fuerte es cambiar! Si lo has intentado, sabrás de qué te hablo, tienes que pasar grandes pruebas para ir moldeándote y diseñando a la persona en la que te quieres convertir.
Quizás seas tú quien lo haya intentado y fracasado en el intento, o a lo mejor, eres de los que dicen ¿para qué cambiar? ¡Que cambien otros! ¡El del problema es el o ella, no soy yo!
En la vida, lo único permanente es el cambio. De hecho, vida y mente son sistemas permanentes en constante cambio ¿O acaso físicamente eres la misma persona de hace 10 años?
Hoy veo y oigo a personas que avanzan en edad pero luchan por mantener sus ideas desfasadas. La única forma que tienen de ver el mundo es la que conocen, y todo lo que coincida con esa forma es maravilloso. Si no coincide, quien está mal es el otro.
Esta terquedad exacerbada tiene un nombre y yo la llamo: MIEDO A CAMBIAR.
¿Cómo saber si tienes miedo a cambiar y cómo superarlo?
Existen 3 indicadores que te dirán si eres una de estas personas:
1. LA REACTIVIDAD: si sueles responder de forma automática ante cualquier estímulo, sin detenerte a escuchar y revisar las observaciones que otros te están realizando, eres víctima de la reactividad, aceptas solo lo que coincide contigo. Lo demás, para ti, está fuera de lugar y como lo rechazas, reaccionas ante ello.
Si estás buscando tu expansión, es necesario que te desprendas de estas conductas y lo primero que necesitas hacer es reconocerlo para que, a partir de allí, des el paso hacia una revisión detallada de eso que no quieres reconocer en ti.
La cura para este mal, es la humildad. Sin humildad, no hay reconocimiento y sin reconocer es imposible cambiar.
2. LA JUSTIFICACIÓN: La comodidad de ser siempre el mismo, de comportarte de la misma manera, hace que justifiques cada conducta, así reconozcas que es necesario sustituirla. Dentro de esa comodidad incomoda hay una persona que se niega a crecer, que se niega la posibilidad de admitir que está equivocada, de salirse de su zona cómoda para adentrarse en la incomodidad de expandir sus capacidades, su potencial y su nivel de consciencia.
Hay una manera de contrarrestar estas conductas, y es con la sinceridad. Para eso es necesario que te deslastres del autoengaño, que hoy es ese amigo que quiere evitarte el dolor que implica crecer, pero en ocasiones es necesario decirle adiós hasta a esos amigos que quieren mantenerte estancado.
Dejar de justificarse es dejar de victimizarse, dejar de tomar las vías alternas para evitar enfrentar la realidad que está frente a tus ojos; date el permiso de hacerlo.
3. LA PROYECCIÓN: Si eres de los que mantiene el lente hacia afuera, puede que estés padeciendo de uno de los grandes males de la humanidad: La proyección.
La proyección no es más que empeñarse a ver en otros lo que aún no te atreves a mirar en ti mismo.
Es imposible que puedas identificar una característica en alguien sin conocerla de cerca, es decir, para poder manifestar que el otro es envidioso, tu has tenido que vivir la envidia para saber a qué te estas refiriendo.
Así que el trabajo empieza en ti y no en el otro, eres tú el que tiene que cambiar, empezando por cambiar tu enfoque.
Es por ello es preciso cambiar el foco y fomentar la auto-observación para así empezar el trabajo.
Como me lees, la solución está en tus manos puedes pedir ayuda si sientes que es muy complicado, porque sé por experiencia personal, lo que cuesta bajar la cabeza, decir ‘me equivoqué’ ‘la del problema soy yo’ ‘el del problema soy yo’ y tomar la decisión de cambiar para empezar a trabajar en ello.
Bien mi querido lector, mi querida lectora, si has llegado hasta aquí, mi invitación hoy es a darte la oportunidad de cambiar si quieres progresar.
Me despido con una frase del grande Mahatma Gandhi «Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo».
Con amor,
Coach Bárbara Ortega
@coachbarbaraortega
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