Por Luis Ramón Perdomo Torres ([email protected])

El día domingo 28 de abril, los cristianos celebramos el II domingo de Pascua y la fiesta de la Divina Misericordia, y en el marco de todas estas festividades, nos confrontamos con un fragmento del Evangelio según San Juan, en el que se relata el encuentro de JESÚS Resucitado, con sus discípulos, quienes después de la muerte del Maestro, se encontraban encerrados y sin esperanza. Tienen miedo, un miedo que les paraliza la fe, y no los deja percibir lo que DIOS está obrando en la humanidad.

Pero el Amor de Dios, no se deja vencer por sus dudas y temores, por eso atraviesa las barreras físicas de las paredes y las psíquicas de sus miedos. Entra y se coloca en medio de ellos, diciéndoles: “la paz esté con ustedes”, que es un saludo y una propuesta a que la Confianza y la Serenidad ocupen el lugar del miedo y de la angustia que han vivido. Luego JESÚS, sopla sobre ellos, al estilo del Padre Creador, que insufla Su Espíritu, al humano recién Creado para que sea un ser viviente. Él también le insufla el Espíritu del Resucitado, a su comunidad y le confía la misión que El Padre le había dado, la de Proclamar el Reino de Dios, que Ama Misericordiosamente y que quiere que ejercitemos unos con otros, su misma misericordia.

En ese encuentro faltaba Tomás, uno de los doce, quien no le creyó ni a las mujeres, ni a la comunidad, y pide como prueba tocar las llagas de JESÚS, para creer en su Resurrección. Por eso JESÚS, se les aparece nuevamente e invita a Tomás a tocar sus llagas y meter su mano en su costado, reprochándole por no haber creído en el testimonio de los demás. Tomás cree y profesa su fe: |Señor y Dios mío!, esa oración que ha permanecido en la liturgia ante el milagro de la Eucaristía. Entonces JESÚS, pronuncia unas Palabras hermosas, pensando en todos nosotros: “Felices los que crean sin haber visto”. Porque la Resurrección es una realidad concreta, que se da en la historia, pero que tiene que ser experimentado en la intimidad de cada creyente y donde no caben las dudas de Tomás. Ya que, es la experiencia de los creyentes la que contagiará a otros a vivir y a proclamar las Buenas Nuevas del Resucitado.

   Lamentablemente en nuestra sociedad somos muchos los “Tomás”, que andamos faltos de fe y de esperanzas, abatidos por las calamidades que estamos viviendo. Por eso es que nuestro Señor JESUCRISTO, sale al encuentro de nuestras dudas y debilidades y nos ofrece en nuestros hermanos pobres y sufrientes la oportunidad de extender nuestras manos y tocar sus llagas para que resucite nuestra fe. De esa manera El que ha vencido el dolor y la muerte, nos ofrece a través de la solidaridad y el servicio hacia lo demás, la posibilidad de tener Su Espíritu. Derrotando con fe y esperanza el escepticismo de los que piensan que todo está perdido, y no saben que el Reino de Dios, se hace presenta “aquí y ahora”.

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