El conservador Friedrich Merz, cuyo partido la Unión Cristianodemócrata (CDU) y su hermana bávara Unión Socialcristiana (CSU) ganaron el domingo las elecciones generales en Alemania, podrán finalmente gobernar en una gran coalición con los socialdemócratas tras quedar certificado que el partido populista de izquierdas Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) queda fuera de la Cámara Baja.
Con el cien por cien de las circunscripciones escrutadas, el bloque conservador consigue un 28,6 % de los votos y 208 escaños en una Cámara Baja de 630 asientos, y los socialdemócratas (SPD) un 16,4 %, su peor resultado en la historia, y 120 mandatos en el ‘Bundestag’, lo que les proporciona una mayoría de 328 diputados en total.
Todo ello tras una noche de suspense en torno a si entraba o no en el Parlamento germano el BSW, que se fundó hace poco más de un año tras escindirse de La Izquierda y fue considerado un éxito nunca visto en la política alemana de una fuerza de recién creada, si bien precisamente por eso disponía de mucho menos dinero para su campaña.
El «shock» es grande en el BSW, que gobierna desde otoño pasado en coalición en los estados federados orientales de Turingia y Brandeburgo con las fuerzas tradicionales Unión Cristianodemócrata (CDU) y el Partido Socialdemócrata (SPD), en el primero, y con los socialdemócratas en el segundo, tras lograr casi un 16 % y un 14 % de los votos respectivamente en las regionales de septiembre.
Wagenknecht ya anunció que se replantearía su futuro de no entrar su partido en el ‘Bundestag’.
Tampoco tendrán representación los liberales de la FDP de Christian Linder, quien se retirará de la política.
Los Verdes, que en las encuestas aparecían numéricamente como un posible socio de coalición para la CDU, a la que separan no obstante grandes diferencias con los ecologistas, finalmente sólo logró sumar el 11,6 % de apoyos.
Merz en cambio podrá desayunar este lunes más tranquilo, pues anoche dejó claro, junto al jefe de la CSU, Markus Söder, que quería gobernar con un solo socio en pro de la estabilidad del Gobierno en un momento interno y externo complicado, y a la vista de las grandes disputas públicas del tripartito encabezado durante los últimos tres años por el canciller en funciones, el socialdemócrata Olaf Scholz.
El deseo cumplido
Éste ya ha dicho que no formará parte del Gobierno que forme Merz, ni tampoco negociará la coalición. Su deseo es no obstante permanecer como diputado en la Cámara Baja.
En Alemania ambos partidos tradicionales han gobernado juntos en cuatro periodos: entre 1966 y 1969, entre 2005 y 2009, entre 2013 y 2017, y entre 2018 y 2021.
La ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) será por tanto el principal partido de la oposición en el Hemiciclo germano tras reunir un 20,8 % de los votos y 152 escaños.
Merz dejó la víspera una vez más claro que no cooperará con ellos de ninguna manera.
AfD entró por primera vez en el Parlamento en 2017 con un 12,6 % y se convirtió en el primer partido de la oposición al formarse una gran coalición entre conservadores y socialdemócratas.
Pero ahora tendrá mucha más fuerza en la Cámara Baja, que gira a la derecha y tendrá que resistir con más vehemencia los intentos ultraderechistas de imponer su agenda, apoyada además por el magnate tecnológico Elon Musk, estrecho aliado del presidente de EEUU, Donald Trump.
Todo ello en un momento en el que la nueva administración estadounidense sacude los cimientos de la relación transatlántica, y la guerra rusa en Ucrania cumple este lunes tres años con unas posibles negociaciones de paz en las que la Unión Europea (UE) hoy por hoy no tendrá una silla en la mesa.
En materia de política interna, el político conservador se enfrenta al reto de sacar a la primera economía europea de la recesión. Además ha condicionado un acuerdo de coalición a un pacto en migración, ya que quiere fomentar las deportaciones masivas y cerrar prácticamente las fronteras a la inmigración irregular.
Divergencias en migración y economía
La SPD está de acuerdo en endurecer la política migratoria, pero lo quiere hacer dentro de las medidas ya aprobadas y siempre en coordinación con los países vecinos y conforme al Derecho comunitario, mientras que Merz empuja por las devoluciones en caliente y vuelos de deportación semanales a países como Afganistán.
También divergen en las recetas económicas, pues los socialdemócratas quieren subir el salario mínimo a 15 euros la hora, reducir el IVA de los alimentos e invertir a lo grande con bonificaciones fiscales en la maltrecha industria, por ejemplo.
Los conservadores quieren relanzar la economía con bajadas de impuestos para empleados y empresas, e incentivos para trabajar más.
Merz ha sido acusado de solo velar por los ricos, mientras que él ha denunciado que el SPD quiere gastar donde no hay.
En una jornada electoral en la que la participación ascendió al 82,5 %, la más elevada desde la reunificación de Alemania, la gran sorpresa fue La Izquierda, que logró un 8,8 % de los votos y 64 escaños.
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