Bogotá, Colombia.  Dieciocho penaltis tuvieron que ejecutarse para que el Atlético Nacional conquistara su primer título de la Copa Libertadores el 31 de mayo de 1989 en el estadio El Campín de Bogotá.

El primero para su país, Colombia, que había visto caer en cuatro finales anteriores a sus equipos.

En 1978 el Deportivo Cali inauguró las presencias colombianas en las finales del torneo ante Boca Juniors, con una dolorosa derrota en el partido de vuelta por 4-0 en el estadio La Bombonera. El resultado: Boca bicampeón.

En 1985 fue el América, también de Cali, el que llegó a la final ante Argentinos Juniors y esta vez los penaltis definieron la serie a favor de los argentinos.

El América, en el que brillaban los argentinos Ricardo Gareca y Julio César Falcioni, y los paraguayos Juan Manuel Bataglia y Roberto Cabañas, llegó de nuevo y de manera consecutiva a la final en 1986 y 1987.

En la de 1986 cayó ante el River Plate argentino -finalista de la Libertadores del 2019- y en 1987 ante el Peñarol uruguayo, y logró el antirécord de tres finales consecutivas perdidas.

Pero en 1989 la historia fue distinta.

El Atlético Nacional de Francisco Maturana, equipo al que habían denominado «el de los puros criollos», por tener en su plantilla sólo jugadores colombianos, llegó a esa Copa de 1989 a cambiar la historia de fracasos para los colombianos.

Maturana contaba con una nómina de lujo: el guardameta René Higuita; los defensas Andrés Escobar y Luis Carlos Perea; los mediocampistas Leonel Álvarez y Alexis García y los delanteros Albeiro ‘el Palomo’ Usuriaga y John Jairo ‘la Turbina’ Tréllez.

Con esa base llegó a disputar el Grupo 3 del torneo.

Terminó segundo detrás del bogotano Millonarios y avanzó a los octavos de final donde se deshizo del Racing argentino con un marcador global de 3-2 y se volvió a encontrar en cuartos con Millonarios, al que dejó en el camino con un global de 2-1.

Y llegó el uruguayo Danubio a disputar con los colombianos la semifinal. En el estadio Centenario de Montevideo no se hicieron daño pero el 17 de mayo de 1989 en el Atanasio Girardot, de Medellín, el Nacional lo aplastó con un 6-0 en el que ‘el Palomo’ Usuriaga destacó al anotar cuatro goles.

El rival en la final fue el multicampeón paraguayo Olimpia. En el partido de ida, y ante 40.000 espectadores en el estadio Defensores del Chaco, el Atlético Nacional cayó por 2-0 con tantos de Rafael Bobadilla y Vidal Sanabria.

Olimpia no era menor al desafío y su confianza se basaba en el trabajo de figuras de la talla de Éver Hugo Almeida, Jorge Guasch, Rafael Bobadilla, Raúl Vicente Amarilla y Alfredo Mendoza, además del trabajo de su entrenador, el icono uruguayo Luis Cubilla.

Pero el 31 de mayo de 1989 llegó para la gloria colombiana. El encuentro, que se jugó en el estadio El Campín de Bogotá, y no en Medellín, por disposiciones de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), paralizó a todo un país que anhelaba un título internacional.

Un autogol de Fidel Miño en el minuto 46 y el empate de Albeiro Usuriaga en el minuto 65, mandaron la definición a los tiros desde el punto penal. Y ahí fue Troya.

Y los 18 cobros -18, como los días que faltan hoy para la final de la sexagésima edición de la Copa Libertadores-, llevaron al éxtasis hasta al menos futbolero. Con un gigante Higuita atajando todo y la frialdad de Leonel Álvarez para convertir en gol el último penalti, el Atlético Nacional fue campeón de la Copa Libertadores por primera vez.

EFE

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