Sólo hay que echar un vistazo a los programas de televisión y a las series más emblemáticas de todos los tiempos para darse cuenta de lo importante que es el sofá, no sólo como mueble sino como elemento social, en la vida familiar y amistosa.

Friends, Big Bang Theory, The Simpsons, Dos hombres y medio, y un sinfín de propuestas en las que se necesita un elemento capaz de reunir en un ambiente distendido a varias personas.

Da más juego que una mesa con varias sillas alrededor, pero seamos sinceros, no sólo son testigos de los buenos momentos. También han consolado a muchos maridos echados de sus camas y secado lágrimas de desamor, del mismo modo que han presenciado primeros besos o ardientes aventuras.

Y, por supuesto, han escondido juguetes de bebés y botanas por años, e incluso billetes y monedas.

Indispensable

Casi sin darnos cuenta, el sofá se convirtió en un indispensable en nuestras vidas. Es uno de los objetos en los que invertimos más dinero en la casa, junto con la televisión, en lo que parece ser una declaración de intenciones de convertirlo en prioridad.

Tan importante o más que una cama y mucho más que una lámpara, un lavaplatos o un aparador.

Según el análisis del sofá en números de Lotoland, en 12 años pasamos de media 3.095 horas haciendo videoconferencia sentados en uno, bastantes menos horas, no obstante, que pasamos viendo televisión desde él (en este caso la media asciende a 7.482 horas).

En los puntos intermedios se encuentran 5.248 horas en redes sociales, 4.428 besos o 3.576 horas de juegos online.

En cifras más bajas, se llegan a perder en 12 años unos 550 juguetes en un sofá, y unas 900 veces no encontraremos entre sus huecos el control remoto. Aguantarán 3.096 saltos de niños, 3.240 discusiones o 6.960 derrames de comidas y líquidos.

Si bien estas cifras han sido recogidas en un estudio realizado en un momento de normalidad y teniendo en cuenta los últimos 12 años desde el punto en que se encuestó a los participantes, si se hubiese registrado la actividad en los últimos meses, las cifras se habrían disparado, sobre todo en cuestiones de trabajo (y aun así ya en circunstancias normales los datos arrojaban 3.432 horas de trabajo desde el sofá) y de momentos de lágrimas (3.120 de media).

A prueba

Los sofás han sido puestos a prueba de manera exhaustiva en una coyuntura en la que todos los miembros del hogar permanecen en sus casas al mismo tiempo.

Si antes el sofá era monopolizado por los niños en la tarde y por las noches por los padres, en el momento presente todos tratan de reservar su hueco a cualquier hora y cualquier día de la semana.

Además, el hecho de desdibujar horas de ocio y negocio, trabajar viendo la televisión, comer en horarios diferentes o haciendo videollamadas a la vez, no sólo ha mantenido ocupado al sofá, sino que también ha puesto difícil el mantenerlo limpio, entre otras cuestiones.

Está claro que, inicialmente, el sofá fue ideado como un mueble social, para ser usado a la vez por más de una persona, a diferencia del sillón, que ofrecería lo mismo pero a nivel individual.

No obstante, en el estudio quedan reflejadas 4.776 llamadas telefónicas, 4.349 horas de lectura o 3.276 horas de videojuegos, actividades que por norma suelen ser realizadas por una sola persona.

El uso en las 612 expulsiones de personas de sus habitaciones se computaría también como uso individual, lo mismo que las 4.239 horas de siesta o descanso.

Al final, se hace prácticamente el mismo uso en grupo que en privado, hay tantos abrazos como horas en redes sociales, hay tantas citas nocturnas como horas de trabajo.

El sofá es un espacio, íntimo o social, de ocio o funcional, de alegrías y tristezas, sin duda alguna muy versátil, y sobre todo, sin el que no sabemos vivir.

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