Pekín, China. En Yan Lianke coinciden dos cualidades, no siempre habituales en los grandes creadores: es uno de los mejores novelistas de la China actual, si no el mayor, y también un hombre hospitalario y encantador con el que se puede charlar durante horas sobre literatura, su país y el mundo de hoy.

El escritor nos acoge en su casa de Pekín y nos invita junto a su mujer a un suculento «hot pot» -la olla de agua hirviendo a la que los chinos arrojan todo tipo de viandas-, cómo prolegómeno a una conversación de más de seis horas en torno a su vida y lo que él llama el «realismo espiritual» de su obra.

Acaba de publicarse su última novela en español, «La muerte del sol» (Automática Editorial, noviembre 2020), una espeluznante sátira distópica sobre un pueblo en el que sus gentes, sonámbulas, se dejan llevar por las pulsiones y los deseos más ocultos, llevando a que los muertos colapsen el sistema, igual que en la actual pandemia.

A Yan, de 62 años, habitual candidato al Nobel y al Princesa de Asturias, no le importa no poder publicar sus libros en su país mientras pueda seguir escribiendo libremente, aunque le aterra que llegue un momento en que no sea capaz de hacerlo.

EL MIEDO A NO PODER ESCRIBIR

– PREGUNTA: En «La muerte del sol» usted aparece como un personaje más, un autor famoso inmerso en una crisis creativa cuyos libros nadie lee. ¿Le preocupa caer en ese estado?

 

– RESPUESTA: Quería mostrar una imagen diferente de Yan Lianke. Personalmente, siempre tengo miedo de que llegue un momento en que no pueda escribir. Hasta los setenta creo que podré escribir bien, después ya no creo.

Los libros de los escritores mayores no tienen comparación con los que hicieron cuando eran más jóvenes. Los pintores o los cineastas son distintos, pueden pintar muy bien de ancianos. Hay pintores que siempre hacen caballos o camarones, pero un escritor no puede escribir sobre la misma cosa toda su vida.

– P: ¿Lo que sucede en «La muerte del sol» podría pasar en nuestra sociedad actual?

 

– R: Lo que ocurre ahora en China puede ser una historia más interesante que la ficción. En el libro, unos familiares están esperando para incinerar a un difunto y dan dinero a quienes se encargarán de ese trabajo. Eso lo saqué de la realidad, me pasó a mí. Cuando murió mi tío, mi hermano menor llegó con vino y tabaco para los de la funeraria porque «si no, no lo van a quemar bien», decía.

La vida en China es igual que en mi novela. La realidad y la fantasía son una misma cosa.

Lo que pasa en mi novela no va a pasar completamente en la vida pero hay vinculaciones muy cercanas. En el libro, el pueblo entero está soñando, pero en mi pueblo es normal que tres o cinco personas se levanten sonámbulas y se vayan al campo a trabajar en plena noche.

– P: ¿El hombre es bueno o cruel por naturaleza?

– R: La naturaleza del ser humano es muy complicada. Si vivimos completamente de acuerdo con la naturaleza, el lugar más oscuro va a explotar.

 

El ser humano tiene una parte buena y una mala pero, si solo vivimos con las tendencias naturales, la parte más oscura saldrá a flote. Cuando soñamos podemos hacer lo que está vetado. Por el día funcionamos con la razón, pero soñando no tenemos esa contención.

LOS ROBOTS PUEDEN CONVERTIRSE EN MONSTRUOS

– P: ¿Produce monstruos el sueño de la razón?

– R: El ser humano necesita mucho de la razón, si la perdemos el mundo sería un caos. No podemos decir si la razón es buena o mala pero sí que la contaminación es un ejemplo de su abandono. La exploración del espacio es también una pérdida de la razón. El desarrollo de China es muy rápido y loco.

Ahora hablamos mucho de los robots, pero éstos pueden causar problemas que no podemos predecir. Los robots son nuestro sueño pero pueden convertirse en monstruos.

Actualmente podemos controlarlos, pero es posible que en el futuro ellos nos controlen.

China necesita, al menos ahora, más razón. Y el mundo también. A lo largo del desarrollo humano, cuando se pierde la razón siempre viene la pesadilla.

JUAN RULFO Y LA LITERATURA LATINOAMERICANA

– P: ¿Qué literatura o qué autores le han marcado más en su obra?

– R: Cada etapa es diferente, cuando tenía menos de 20 años, es increíble, pero no leí ningún libro extranjero. Era el periodo de la revolución cultural y pensaba que todos eran iguales que los nuestros.

A los 30 años me enfermé. Al echarme en la cama leí «Pedro Páramo» y me fascinó. Juan Rulfo rompió los límites entre la realidad y la fantasía, fue mi mayor influencia. Me hizo descubrir la literatura latinoamericana. Con ella, que es la más grande del siglo XX, se alcanzó una estación terminal desde la que luego se empezó a bajar. Tengo un inmenso agradecimiento a los autores latinoamericanos, han alimentado mi vida y mi escritura.

Después empecé a leer a un grupo de autores latinoamericanos, al menos diez, y todos me gustaban. García Márquez, Cortázar, Borges, Carpentier. La lengua española ha hecho una gran contribución a la literatura del mundo.

POR EL DÍA ESCRIBÍA PROPAGANDA, DE NOCHE NOVELAS

– P: ¿Cuándo empezó a escribir?

– R: Me incorporé al Ejército en 1978 para escapar de la pobreza de mi pueblo. En el 82 pasé al departamento de propaganda donde escribía discursos para los jefes de día y novelas, de noche. Publiqué una novela en el periódico militar y me hice famoso entre los compañeros.

– P: ¿Cuándo empezaron sus problemas con la censura?

– R: Cuando escribí «Los besos de Lenin» en 2004 el Ejército me echó. Ese libro fue bastante popular, el año que se publicó vendió 100.000 ejemplares. En los últimos seis años la situación en China ha cambiado mucho y ya no se encuentra en las librerías, aunque por internet aún se puede conseguir.

Después escribí «Serve the people» que fue prohibido completamente por el departamento de propaganda. Antes de publicar el libro siguiente, «El sueño de la aldea Ding» trabajé mucho para que no fuese prohibido pero otra vez lo vetaron.

A partir de ese libro empezó a comentarse que era el escritor más controvertido de China. Creo que fui mal entendido en el mundo desde entonces. Los medios explican mis libros desde una perspectiva política y la gente los lee así.

Desde entonces he tenido dificultades para la publicación y republicación. Siempre se vinculan mis novelas con la política, lo que me da grandes dolores de cabeza.

En los países occidentales la política y la vida está separada pero en China no puedes separarlas, es una parte de la vida. Salir de la pobreza, por ejemplo, en China es algo relacionado con política. Pero los países occidentales malentendieron también mi libro, no solo el Gobierno chino.

Desde 2006 tengo problemas para publicar mis obras aquí, cada vez es más difícil. De mis 30 o 40 novelas he publicado seis en China, pero cuando quiero republicarlas ya no se puede. Ahora mismo hay solo un libro mío a la venta, nada importante, no está traducido.

«ESCRIBIR ES LIBRE EN CHINA, PUBLICAR ES DIFÍCIL»

– P: ¿No le preocupa que sus libros no se puedan leer en su propio país?

– R: Si puedo publicar o no ya no me importa, pero escribir libros sí. Mi vida está bien, enseño en la universidad, mi hijo ya es mayor, no me importa mucho si puedo publicar o no. Personalmente para mi, es más importante escribir libremente.

Ahora China es diferente que hace 40 años. Durante la revolución cultural si escribías eras responsable por ello. Ahora al gobierno solo le importa la publicación, pero no te pone problemas por escribir. Estoy muy contento de poder todavía hacerlo.

-P: ¿Alguna vez ha recibido una llamada o ha tenido una visita de algún funcionario del gobierno para decirle algo?

-R: Nunca, escribir es libre aquí, publicar es difícil. Es un logro de la apertura de hace cuarenta años. Al abandonar la fama, la reputación y las ganancias en China tal vez uno puede escribir mejor. Me contento con explorar posibilidades para publicar mis artículos.

Ya es de noche cuando Yan nos muestra su biblioteca y su lugar de trabajo, colmados de estanterías acristaladas que cubren todas las paredes. Coloca en un diván sus libros de autores hispanos. Más de una treintena de volúmenes que se desperdigan en el sofá. Entre ellos, una versión en chino del Quijote y tres de su libro más querido: «Pedro Páramo».

EFE noticias

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