“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: ahora me voy donde Aquel que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta adónde voy. Se han llenado de tristeza al oír lo que les dije, pero es verdad lo que les digo: les conviene que yo me vaya, porque mientras yo no me vaya, el Protector no vendrá a ustedes. Yo me voy, y es para enviárselo. Cuando venga él, rebatirá al mundo en lo que toca al pecado, al camino de justicia y al juicio. ¿Qué pecado? Que no creyeron en mí. ¿Qué camino de justicia? Mi partida hacia el Padre mientras ustedes ya no me vean. ¿Qué juicio? El del gobernador de este mundo: ya ha sido condenado”
“Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Honorato de Amiens, patrón de los panaderos, fue obispo de la localidad francesa de Amiens allá por el siglo VI. Nació en Port-leGrand, en Pothieu, no conociéndose con exactitud en qué fecha concreta, y murió en la misma localidad un 16 de mayo en la primera mitad del siglo VII, alrededor del 650.
En la liturgia del día meditamos los textos: Hch 16,22-34; Sal 149 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Juan capítulo 16, del verso 5 al 11, en el que se sigue destacando la conversación o discurso de despedida que tuvo JESÚS con sus discípulos. El Maestro veía que ellos se entristecían cada vez que les hablaba de su partida. Ya que Él tenía que regresar junto al Padre, tristeza que los dejó perplejos, y sin palabras. Lo que dio lugar a que fuera el propio JESÚS, quien en un monologo, hace las preguntas y da las respuestas.
Y es que la ausencia física de JESÚS, produce un desconcierto y tristeza en sus discípulos. Pero esa esa ausencia es la condición para que se produzca una nueva Presencia del Señor en medio de los suyos, que se caracteriza por la acción del Paráclito, término con el que se designa al Espíritu Santo, como defensor y consolador de los creyentes. Ya que cuando el Paráclito more en ellos, les dará la fuerza para que, denuncien y acusen al mundo de su incredulidad en el Enviado de DIOS. Y que, por su falta de Fe, al no creer en JESÚS, se encuentra en una situación de pecado y de postración.
También tendrán las palabras para hacerles entender a sus interlocutores, la Presencia de JESÚS, en medio de ellos, ya que, su aparente ausencia, es su Glorificación junto al Padre. Y finalmente podrán demostrar que, en la Cruz, nuestro Señor JESUCRISTO ha derrotado para siempre a los poderosos, y a las estructuras del mal que agobian a la humanidad.
Al confrontarnos con el texto, también hoy nosotros nos sentimos abrumados cuando miramos tantas situaciones difíciles que tenemos que enfrentar y nos sentimos solos, como si el Señor nos hubiera dejado a la deriva. Y ante tantas injusticias, pudiéramos preguntarnos: ¿Ha cambiado algo en la tierra con la entrada de JESÚS en la Gloria del Padre?
Como respuesta pudiéramos decir, que nada ha cambiado. Las amenazas a la vida son cada día peores, los servicios públicos han ido de deficientes a casi inexistentes, los productos de primera necesidad están por las nubes, no hay gasolina, ni salario que pueda hacer frente a esta inflación, por lo que es, más tiempo de llorar, que de reír. Frente a ese panorama el Señor nos dice que, no estamos solos. Él nos ha prometido la fuerza de lo alto, es decir al Espíritu Santo, que mora en el corazón de cada uno de nosotros. ¡Y Él siempre cumple Sus Promesas!
Y es que, para los que ponemos la confianza en Él, tenemos la certeza absoluta que algo increíblemente nuevo va a surgir de esta gran tribulación que estamos viviendo. Porque el que tiene Fe de verdad, ve el mundo impregnado del Gran Amor que DIOS, nada le entristece, nada le asusta. Porque nuestra fuerza no está en nosotros, sino en el Espíritu Santo que mora en nuestro corazón, tal como nos los dice JESÚS. Y es que la luz de la Fe nos ayuda a descubrir más allá de las desgracias, la miseria y los errores humanos, a la Mano del Señor que Construye su Reino, iniciando en el corazón de cada uno de nosotros.
Señor JESÚS en Tu Vida, en Tus gestos y Palabras, encontramos nuestra identidad de hijos de Dios. Regálanos la Presencia de Tu Espíritu en nuestros corazones, para asumir la experiencia de la cruz, no como un fracaso, sino como donación de Amor sin límites, y actuemos de acuerdo a Tus designios.
Amén
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