Ceviche

Mientras un influyente empresario indio preguntaba por la cantidad exacta de ají en su ceviche, la diplomacia peruana anotaba una victoria silenciosa en Nueva Delhi. La conversación, centrada en los secretos de la leche de tigre y fluida gracias al pisco, era en sí misma el objetivo estratégico de la noche.

Esa escena encapsula las dos conversaciones que definieron la celebración del Día Nacional de Perú en la capital india.

La primera, pública y animada, se manifestaba en la fila interminable ante la barra del pisco y en el murmullo de admiración alrededor del auténtico ceviche que se servía sin parar; la segunda, más silenciosa y estratégica, estaba contenida en el discurso del embajador, Javier Paulinich, y en la precisa selección de su lista de invitados.

Porque mientras los asistentes celebraban la cultura, Perú desplegaba una de sus propuestas económicas más importantes a la India en años. Una oferta centrada no en la gastronomía, sino en los minerales críticos que definirán la tecnología del futuro. La fiesta era el escenario; el negocio, la verdadera trama.

Este es el manual de la diplomacia pública peruana en acción: una estrategia que utiliza la gastronomía creando una memoria en el paladar para, después, abrir la puerta de un despacho.

La maquinaria del «poder blando»

El chef Julio Castillo, un veterano de la diplomacia culinaria peruana, viajó desde Madrid no solo para supervisar la calidad del producto, sino también para actuar como un intérprete cultural. Castillo explicó que la clave de su trabajo a nivel global es la adaptación.

«No puedes llegar a un lugar e imponer. Debes dialogar con la cultura local», comentó, refiriéndose a la necesidad de modificar platos para que el mensaje sea bien recibido por audiencias específicas.

Este entendimiento es el que genera la buena voluntad, el primer paso para cualquier negociación. Es una filosofía que el embajador Javier Paulinich articula cuando dice que «el ceviche no solo es un plato delicioso, sino un vehículo de diplomacia que comunica la cultura, la historia y la innovación del Perú al mundo, fortaleciendo los lazos internacionales de manera auténtica y sabrosa».

El mensaje del «poder duro»

El verdadero peso de la noche no residía en los cócteles, sino en el mensaje que pronunciaba el embajador Javier Paulinich, ante una audiencia que incluía al ministro de Minas y Carbón, G. Kishan Reddy. Tras destacar la estabilidad macroeconómica de Perú, recordó que solo en exportaciones de oro a la India se superaron los 4.200 millones de dólares el año pasado.

Paulinich dedicó una parte clave de su intervención a los yacimientos de minerales de tierras raras de Perú, nombrando el neodimio, el disprosio y el terbio, esenciales para la transición energética y la industria de defensa que la India busca potenciar. Era una oferta estratégica presentada en un ambiente relajado gracias a la gastronomía.

Un puente con cimientos sólidos

La doble estrategia, cultural y comercial, es la culminación de un manual de acción que Perú ha perfeccionado por el mundo, catalizado en sus inicios por figuras del sector privado como el chef Gastón Acurio y adoptado luego como política de Estado. Según datos de la propia embajada, actualmente existen 52 bares y restaurantes en la India que han incorporado el pisco en sus cartas. Es un indicador de que el cóctel peruano está empezando a trascender los eventos diplomáticos para integrarse en el ocio comercial del país.

El valor de esa «memoria en el paladar» a veces llega a los círculos más altos. Lo ilustra una anécdota del propio embajador: durante la reciente visita de un alto dignatario internacional, este quiso volver a probar el pisco que había descubierto tras una de sus intensas reuniones. Al no encontrar a nadie en el lugar que supiera prepararlo, se realizó una llamada a la embajada peruana.

Minutos después, el chef privado del embajador fue enviado con la única misión de preparar el pisco solicitado por el dignatario. En ese pequeño gesto, se materializa toda la estrategia: se creó una demanda, se demostró una pericia única y se fortaleció una relación al más alto nivel.

Al final, la diplomacia gastronómica es un ejercicio de paciencia estratégica. El éxito de la noche en Nueva Delhi no se mide por las bandejas vacías de ceviche, sino por la posibilidad de que, gracias a ella, conversaciones sobre minerales estratégicos o la conclusión de un tratado de libre comercio continúen en las mesas donde realmente se toman las decisiones.

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