“En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Pero también he de recibir un bautismo y ¡qué angustia siento hasta que no se haya cumplido! ¿Creen ustedes que he venido para establecer la paz en la tierra? Les digo que no; más bien he venido a traer división. Pues de ahora en adelante hasta en una casa de cinco personas habrá división: tres contra dos y dos contra tres. El padre estará contra del hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a Santa María Bertilla, quien nació en Brendola, Italia el 6 de octubre de 1888, y murió en Treviso, Italia el 20 de octubre de 1922, su nombre secular era Anna Francesca Boscardin, y fue una religiosa de la Congregación de las Hermanas de Santa Dorotea de los Sagrados Corazones. Fue beatificada el 8 de junio de 1952 por el Papa Pío XII, y el Papa san Juan XXIII la canonizó el 11 de mayo de 1961.
Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Lucas capítulo 12, del verso 49 al 53. En el que el evangelista reúne varias palabras de JESÚS, bien difícil de entender, pero que es una manera de mostrar la urgencia de decidirnos por Él. Al decir que vino a traer fuego a la tierra, queda claro que este se encenderá por JESÚS en su pasión, ya que es el fuego que purifica, que quema todo lo viejo, que da calor y fomenta la vida. Fuego del juicio de DIOS, destructor de todo aquello que no puede someterse a Su Acción Reformadora.
La segunda expresión: “He de recibir un bautismo”. JESÚS es a la vez el jefe y el primero de los que van a enfrentar la muerte como el medio para alcanzar la Resurrección. Este paso tan angustioso para JESÚS como para nosotros es el bautismo de fuego, que nos introduce a la vida gloriosa y definitiva. Por eso es que los que seguimos a JESÚS debemos de estar claros que, para poder Resucitar con JESÚS, debemos morir con Él, lo que conlleva primeramente a renunciar y condenar todas las desviaciones, intolerancias, y exclusiones presentes en el mundo.
“He venido a traer la división”, es la tercera frase de JESÚS, tan desconcertante para los que buscamos junto a Él la tranquilidad. Y es que, JESÚS divide a las naciones, a las familias y a los grupos sociales. Es verdad que la Fe es factor de paz y comprensión, pero también aparta al que vive en la Verdad de aquellos, hermanos o amigos suyos, que no pueden compartir todo lo que ahora es más importante para él. Porque, las heridas y el escándalo tan dolorosos de esta separación religiosa, son causa de muchas persecuciones y exclusiones, dentro de muchos pueblos y familias.
Ya que el Evangelio al confrontar las desviaciones del mundo, se convierte en un obstáculo para las perversidades de muchos y angustia para los que se sienten muy apegados a los bienes materiales y sentimentales. Porque la Muerte y Resurrección de JESÚS saca a la Luz lo que estaba escondido en los corazones; asimismo pone de manifiesto la mentira y la violencia que mueven a nuestras sociedades. Y por eso es que el cristiano vive un conflicto permanente, con todos aquellos que pretenden hacer del mensaje de JESÚS, un traje adaptado a la medida de sus intereses particulares.
Al confrontarnos con el texto, vemos que el JESÚS presentado por Lucas en este texto no tiene nada que ver con el JESÚS dulce, presentado en ciertos lugares comunes, que nos trae a la memoria nuestras primeras lecciones de catequesis. Aquí por el contrario tenemos al JESÚS, que nos invita a seguirle, pero sin engañarnos, ya que nos desnuda el significado de Su Presencia en el mundo, sobremanera para todos aquellos que quieren ser cristianos y al mismo tiempo seguir atados a las desviaciones del mundo, para los cuales el Mensaje de JESÚS, será siempre un signo de contradicción.
Por lo que podemos decir que el texto nos ayuda a despejar nuestro entendimiento, para ver lo que nos pide, y que no es nada absurdo o inhumano. Sólo quiere nuestra entrega total e indivisa. Así, lo exige la naturaleza y la urgencia del Reino de DIOS, al pedirnos, que nos despojemos de todos los afectos que nos atan a este mundo, porque delante de la grandeza del Proyecto del Reino de DIOS, todo se hace relativo: afectos familiares, bienes materiales e incluso la vida misma. Y solo podemos hacerlo realidad, amando incondicionalmente a JESÚS, Verbo Encarnado del Padre, y el amarlo sugiere cumplir con lo que Él nos dice diariamente a través de Su Palabra presente en la Sagrada Escritura, que transforma nuestras vidas y nos convierte en instrumentos del Proyecto Salvífico de DIOS para la humanidad.
Señor JESÚS, Ayúdanos a entender que, para poder Resucitar Contigo, debemos morir Contigo, lo que conlleva primeramente a renunciar y condenar todas las desviaciones, intolerancias, y exclusiones presentes en el mundo, y luego Amar a todos, tal como Tú nos Amas.
Amén
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