Dacca.- Hubo una época en Bangladesh en la que los ciclo-taxis lucían en su parte trasera pinturas a mano de artistas locales, una tradición que muere en el país con la llegada de las impresiones digitales a precios más económicos.

Syed Ahmed Hossain dejó de recibir pedidos comerciales hace más de una década, ya que nadie estaba dispuesto a pagar por unas obras que antaño habían sido muy populares en la capital bangladesí.

Syed Ahmed Hossain, artista local de Bangladesh. EFE

Hossain todavía pinta, pero ahora lo hace para exposiciones o encargos de particulares para sus viviendas, y a menudo recibe en su pequeño estudio en el casco antiguo de Dacca la visita de diplomáticos occidentales que buscan un recuerdo original de su estancia en Bangladesh, algo que le ayuda a ganarse la vida.

Este pintor es uno de los pocos supervivientes del arte de decorar el tradicional ciclo-taxis, que aún hoy inundan las calles de Dacca impulsados por escuálidos taxistas, con paisajes rurales, estrellas de cine o monumentos emblemáticos.

Estos coloridos ciclo-taxis cuentan con una placa de hojalata en la parte trasera del vehículo donde los artistas solían plasmar estas pinturas más elaboradas, conocidas más allá de las fronteras del país.

Pero el boom del utilitario y sobre todo la llegada de las nuevas tecnologías conllevaron el inicio de la desaparición paulatina de este modo de vida.

«Ahora se puede obtener una pintura digital para decorar el ciclo-taxis gastando apenas 200 takas (2,38 dólares). ¿Por qué entonces iban a acudir a mí?», afirma Hossain, entre suspiros, en su estudio capitalino.

El artista, de 62 años, comenzó a ganarse la vida pintando ciclo-taxis cuando todavía era un niño, antes incluso de la independencia de Bangladesh en 1971.

«Podía hacer hermosos bocetos a lápiz. Mi hermano se dio cuenta y me llevó a unos garajes de ciclo-taxis, donde me hicieron pintar para ellos de manera comercial. Pronto abriría un taller, donde trabajaba con frecuencia hasta el amanecer», recuerda.

«En 1975, el municipio de Dacca prohibió las pinturas de criaturas vivas en los ciclo-taxis, al considerar que iba en contra del islam. Sobreviví entonces dibujando flores, paisajes rurales, hasta que la prohibición se levantó un año después», agregó.

Hossain asegura que en la década de 1990 llegó a haber entre siete y ocho artistas profesionales del ciclo-taxis en Dacca, pero con su muerte nadie los reemplazó para continuar con este arte que también tiene sus días contados.

«Este es un arte popular muy importante, que refleja nuestra cultura y tradición. Es una rama del arte en la que se usan colores básicos», explicó a Efe el presidente del departamento de Arte Oriental de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Dacca, Mizanur Rahman Fakir.

Otra de sus características es que se trata de un arte «único, no lo verás en ninguna otra parte del mundo».

«Lamentablemente, al igual que nuestra industria de telares manuales, está amenazado, ya que la gente se está volviendo digital. Existe la posibilidad de que el ciclo-taxis desaparezca y este arte desaparecerá con él», explicó.

Estos ciclo-taxis se convirtieron en uno de los principales medios de transporte urbano en Bangladesh tras ser introducidos en la década de 1930, en un territorio entonces bajo dominio del Imperio Británico.

Como modo de transporte, el ciclo-taxis se introdujo por primera vez en Japón en el siglo XIX.

Pero las autoridades bangladesíes han sugerido a menudo la necesidad de eliminar de manera gradual este tipo de transporte en Dacca, al que se le atribuye parte de la culpa de los frecuentes atascos y carece de medidas de seguridad.

«El ciclo-taxis es un hermoso vehículo ecológico, pero no está regulado. Sus conductores no tienen respeto por la conducción (…) y no es seguro», afirmó a Efe el profesor de la Universidad de Ingeniería y Tecnología de Bangladesh (BUET) y ex director del Instituto de Investigación de Accidentes, Shamsul Haque.

«En numerosos estudios recomendamos eliminarlo o controlarlo en las calles principales. Hay pocas alternativas a eso», concluyó.

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