Quito.- La llegada del coronavirus a Ecuador ha provocado un «salto a otra dimensión» en temas educativos al llevar a paso forzado a profesores, estudiantes y padres de familia al mundo de la tecnología, en un país donde muchos hogares no tienen ni internet ni ordenadores.
Con la asistencia a clases suspendidas desde hace dos semanas, el Ministerio de Educación ha impulsado el uso de la tecnología para la educación pública y privada que, en un primer momento, enfrentó a problemas de conexión a quienes tenían equipos, y de acceso para quienes el internet es aún un invitado extraño en el hogar.
Alta conectividad, bajo equipamiento
Con una conectividad de aproximadamente el 87 % en las regiones Andina y Amazónica, «el problema está en que solamente un 30 % tiene, tanto las computadoras en su casa (los equipos), como el plan de conectividad (el acceso)», explicó la ministra de Educación, Monserrat Creamer, sobre los desafíos de esta modalidad.
Por lo que en medio de la emergencia sanitaria por el COVID-19, las autoridades también tratan de superar la brecha tecnológica con medios como Whatsapp, mensajes SMS, radio y televisión.
Desde el pasado lunes, canales transmiten programas educativos durante una hora en la tarde, y cientos de radios comunitarias y rurales lo hacen en tres franjas diarias de veinte minutos.
En tanto que, en zonas más alejadas, donde hay entre 50.000 y 60.000 estudiantes en la Amazonía o los páramos, el Ministerio trabaja con la Subsecretaría de Educación Intercultural Bilingüe y autoridades locales para seguir con los planes educativos.
Avanzar en la conexión
Para afrontar el reto tecnológico, varias universidades abrieron incluso miles de cupos para capacitar a profesores en competencias digitales y manejo de aulas virtuales, en lo que es un paso más hacia la teleducación que ya está implementando el Ministerio a más de 1,3 millones de estudiantes de la Sierra y la Amazonía.
A ellos se sumarán en mayo alrededor de 2,2 millones de estudiantes de la costa, que ahora están en vacaciones en un país en el que, esta semana, la cifra de contagiados de coronavirus superó los 1.600, más del 70 % de ellos en la provincia costera del Guayas, y los fallecidos son más de 40.
No estresar a las familias
La educación a distancia generó inicialmente reclamos por el exceso de tareas enviadas por los profesores, lo que llevó a Creamer a aclarar que «la idea es tomar el momento como un tiempo formativo, de lecturas lúdicas», que «no estrese a la familia».
«El momento ahorita no es cumplir con tareas y deberes; es que nuestros estudiantes lean, aprendan, interactúen, se comuniquen, que las familias estén tranquilas», recalcó.
Con esa modalidad, pretenden conocer si el alumno entiende de qué va determinada asignatura y reforzar puntos débiles a través de contactos tecnológicos con los profesores.
«Un salto a otra dimensión»
Para Creamer, uno de los primeros desafíos fue «alinear» a todos los sectores, pues «obviamente todos dimos un salto a otra dimensión: familias, docentes, estudiantes» que tuvieron que navegar en una nueva forma de comunicación.
Los nuevos mecanismos han puesto contra la pared no solo a quienes no tienen acceso a la tecnología, sino a padres que, teniéndola, han debido aprender -al apuro- a navegar entre complejos programas y aplicaciones para orientar a sus hijos.
«Mami, ¿con qué programa me conecto a la videoconferencia con mi clase?», preguntaba un niño de 11 años a su madre, de 52 y poco amante de la tecnología, que veía fijamente el ordenador esperando descifrar lo que para ella era todo un acertijo, antes de escuchar aliviada: «¡Deja, ya lo resolví!».
Para Geovana Sandoval, madre de un niño de cuarto grado, el reto «tecnológico» y «pedagógico» ha sido «bastante fuerte».
«Más que todo por tener que enseñar lo que tu no sabes, o dejaste de aprender, o ya no sabes cómo se enseña. ¡Esa es la parte más difícil!», dijo.
Reconoció que, con esta nueva modalidad, los padres se han visto obligados a aprender sobre «pedagogía», «tecnología» y «organización» para que los niños lleven un horario, y se queja únicamente de que, en su colegio, se haya dispuesto clases virtuales solo en la secundaria, lo que hace que los más pequeños necesiten una atención perenne de parte de los progenitores.
Y es que muchos adultos, en particular aquellos alejados de la tecnología, también viven su propio viacrucis con el teletrabajo, pues rige en Ecuador un toque de queda desde las 14.00 hasta las 05.00 y, en Quito, una restricción generalizada del espacio público.
El docente «ELECTRÓNICO»
La situación no es más fácil para los docentes, que han tenido que adaptarse a nuevas formas educativas de «e-learning» y «b-learning», y la nada fácil tarea de interactuar con niños, muchas veces de muy corta edad, a través de mensajería electrónica.
Rita Ordóñez, profesora de teatro y artes del colegio Alberto Einstein de Quito, confiesa que ha tenido que agudizar la «creatividad» para mecanizar «una clase de música» no presencial, pero ve el cambio como «un reto más positivo que negativo».
Una interacción que cree les hace «muchísima falta tanto a docentes como a los chicos», y que ella trata de resolver con «una retroalimentación inmediata» con sus alumnos por vía virtual.
También ve un obstáculo en que familias determinadas, y otras con muchos hijos, no tengan acceso a plataformas digitales individuales.
Aún así, cree que este cambio sacará «de su zona de confort» a profesores que hasta ahora le tienen «pánico» a la tecnología.
Y en medio de todo, la ministra ve en la actual situación una «ventana de oportunidad» para llegar a una «convivencia solidaria en esta incertidumbre que no sabemos cuánto durará», pero con la que «habremos dado un gran paso adelante cuando todo eso pase».
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