La literatura latinoamericana está marcada por grandes nombres que han puesto en alto nuestro mezclado y mestizo gentilicio; García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, Juan Carlos Onetti, Isabel Allende, Francisco Herrera Luque y por supuesto nuestro eterno Rómulo Gallegos son una muestra de esa hueste, enriquecida por los nuevos nombres de los tiempos actuales como Brenda Lozano, Liliana Bodoc, Ricardo Riera y tantos otros que marcan su impronta.
Huella que comienza a pisar muy fuerte la obra “El Demonio que me habita” del escritor Upatense Leoner Ramos Giménez, que muestra tantos arquetipos, manejo del drama psicológico y excelente uso de la narrativa y el lenguaje, que ubica ya a este autor venezolano dentro de los grandes nombres del continente y muy pronto de todo el globo.
Y es que el mismo Leoner, sin saberlo o quizá a sabiendas, escribió la ruta de su obra en los capítulos iniciales cuando dice: “Pisar tierra, marcar la huella para que al regresar pudiera pisar sobre mis propios pasos.”
En sencilla narrativa del protagonista, que muestra lo que está ocurriendo con esta novela de gran formato, que supera los estrechos límites que muchos autores criollos se han fijado, y que sobradamente supera con esta narración, donde el autor de las muy jocosas y criollas “Topias de la invocación”, que tan bien retratan el gentilicio guayanés, muestra un escritor maduro y de gran talla que crea en su obra todo un universo de gran amplitud que expande su terruño a la gran patria, a la novela que trasciende las fronteras. Al eterno y grandioso drama humano.
La obra narrada con preciosismo literario, y a ratos con la dulzura poética, muestra las andanzas teatrales y casi cinematográficas de la vida de Ovidio Lizarraga, el hombre que era malo pero no lo sabía, con perfecta armonía en su devenir y actuar, terriblemente humano en su propia falta de humanidad.
Desde sus mágicas andanzas en la villa del Yocoima, el personaje se desdobla en dos mundos diferentes, el de los seres mágicos y espíritus tutelares o no, que rodean el mundo pueblerino y semi selvático con la presencia siempre incierta del oro y el despertar del hombre y su viaje por la introspección.
Los personajes que aparecen y desaparecen en la obra, son retratados desde la interioridad con agiles pinceladas literarias que evidencian la capacidad del dramaturgo que siempre ha sido Ramos Giménez, desplegando la obra en diálogos cortos tanto como en narraciones; y muchos de ellos muestran arquetipos que nada tienen que envidiar a la tribu de los Buendía de “Cien Años de soledad”, como el simple Chuney que pescaba en las lagunas y desapareció en ellas, Luz Marina la del amor iniciático, Dora “la muñeca” con su traviesa y cálida sensualidad, la abuela matriarcal y la gemela mágica, el abuelo atávico como la selva que lo alimentó, la Zaira y la Semia de sus amores incompletos, el editor Contreras, y tantos otros que no caben en una reseña, y de quienes los enganchados lectores esperamos historias futuras, como en los cuentos de Dumás o Paul Feval que se hicieron novelas nacidas en gacetillas y folletines o cuando más en prolijos periódicos, porque los personajes reclamaron vida propia.
Como en todas las obras importantes Ovidio realiza primero en sus parajes del Yocoima un viaje iniciático que luego le lleva primero a la selva retratada con frases contundentes y luego al mundo que anhelaba, la gran ciudad, donde se convierte en artesano de la palabra – periodista sin más- con sus vivencias de vendedor que le acercan al mal desnudado por su tutor de la universidad y le mezclan en su accionar, siendo testigo de sucesos confusos de la historia, de los cuentos caraqueños inconclusos u oscuros. Topándose en fin con su propia maldad que no ve como tal pues crece en él a la par de su edad.
Pero mucho he develado de “El demonio que me habita”. Y al final es mi visión de humilde cronista que seguramente se quedará corta ante la experiencia que cada lector tendrá con la obra, pues tal es; obra grande y completa, donde los géneros literarios se marcan sus propios rumbos hilando una historia que devela con maestría de artista los dramas psicológicos de los muchos personajes que con sus apariciones, a veces de teloneros, marcan el ritmo de una novela a carta cabal.
Especial mención merece el entramado fino en la historia de las letras de innumerables canciones que completan con narrativa propia la narrativa, centran la idea o desnudan la psique hasta llegar a su final “in-esperado”, y no está mal escrito, ni es error de imprenta, es para que se hagan una idea de los universos extraños y cercanos que les deparará a todos “El demonio que me habita”, obra grande de Leoner Ramos Giménez, nombre que ya tiene un nicho en las letras hispanoamericanas y que promete un manantial de historias de gran calibre.
Por si se preguntan por el libro, la respuesta en simple y sencilla, lo consiguen en todas partes gracias a la magia de internet a un precio super módico para quienes lo quieran en la plataforma digital y muy razonable para quienes quieran el placer de tenerlo impreso. Para mas señas revisen el link y dense el gusto de descubrir a uno de los grandes narradores venezolanos contemporáneos: https://www.amazon.es/El-demonio-que-me-habita-ebook/dp/B086JBH91Q
Gustavo Montaña
¡Síguenos en nuestras redes sociales y descargar la app!