Madrid.-De pequeño siempre le gustaron las plantas, de mayor se enamoró del arte. Sus dos pasiones se unieron y Eduardo Barba Gómez se dedica a identificar y catalogar las plantas y flores que aparecen en los cuadros del Museo del Prado de Madrid, una de las mejores pinacotecas del mundo, que acaba de cumplir 200 años.
«Si me dices un cuadro, te puedo decir de memoria qué plantas aparecen en él», asegura en una entrevista con Efe. Hacemos la prueba y clava las respuestas.
Más de mil obras del museo tienen plantas o flores y Barba Gómez se las conoce todas. Desde hace unos cinco años, este botánico y jardinero colabora con el departamento de Conservación del Prado, para ayudar a identificarlas.
La identificación es fundamental para los procesos de restauración, ya que permite conocer los colores y la morfología de cada planta y, en la mayoría de las ocasiones, aporta información sobre el mensaje de la obra.
«Conocer las plantas que aparecen en las obras es una manera de comprender las obras -explica-. Los barnices que cubren las pinturas se oxidan con el paso del tiempo y falsean los colores, es necesario saber qué planta es para acertar con el matiz o el tono».
Todo este trabajo es el germen de «El jardín del Prado», una edición bellamente ilustrada que permite al lector pasear por la colección del museo madrileño desde otro punto de vista.
La variedad botánica del Prado «es inmensa», según este experto, pero el libro reúne solo medio centenar de plantas junto a sus correspondientes cuadros. Todas caben en una maceta para que quien lo desee pueda llevarse «una trocito vivo» de una obra a su casa, explica.
Se encuentran la borraja de «El jardín de las delicias» del Bosco, la higuera de «La anunciación» de Fra Angélico, el romero en los bodegones de Clara Peeters o las pequeñas violetas esparcidas por toda «La bacanal de los andrios» de Tiziano.
Los pintores incluían plantas y flores en sus cuadros por varios motivos, desde el «puro adorno» hasta el valor más simbólico, para completar el mensaje de la obra, explica.
Algunos lo hacen en abundancia, mientras que en otros casos hay que mirar casi con lupa para encontrarlas. El Bosco era uno de los que más se prodigaba y en el libro hay tres ejemplos de sus cuadros: borraja, drago y aguileña.
En la misma liga se encuentra Jan Brueguel el Viejo, que pintó con «acertado realismo» las flores y plantas de sus cuadros: de las más de quinientas especies que aparecen en las obras del Prado, el maestro flamenco pintó casi doscientas. Solo en «El olfato» hay más de sesenta.
La rosa es la flor que más aparece en los cuadros del Prado en floreros, guirnaldas o coronas. Aunque las hay «más raras» como el aligustre, que solo aparece una vez en toda la colección, en «La anunciación» de Fra Angélico.
Podría interpretarse como algo casual o un adorno, pero Eduardo Barba Gómez recuerda que la planta se usa como tinte y el pintor vivió en Florencia en pleno auge de la industria textil de la ciudad, una pista que hubiera pasado inadvertida para un ojo no experto.
En «El jardín del Prado» también hay ejemplos de las muchas veces en que los autores usaron las plantas y las flores para completar el mensaje de la pintura. Es el caso, por ejemplo, de las chiribitas, unas minúsculas margaritas que aparecen en «La crucifixión» de Juan de Flandes.
Todas las que aparecen son blancas, menos las que están justo debajo de la cruz, en tono rojizo, como símbolo del martirio de Cristo.
El autor, que combina las explicaciones sobre cada planta y flor con recuerdos de sus investigaciones y vivencias propias, ha incluido en el libro ilustraciones botánicas de cada ejemplar, firmadas por Juan Castilla.
«Era una manera de complementar el discurso -argumenta-, la ilustración botánica es el nexo más claro entre ciencia y arte».
«El jardín del Prado» (Editorial Espasa) es una oportunidad para descubrir la gran variedad de plantas que se encuentran a nuestro alrededor y que, en la mayoría de las ocasiones, han pasado desapercibidas.
«Las plantas están al nivel de una papelera, la gente no les presta atención», advierte el botánico, por eso confía en que este libro sea una oportunidad para comenzar a ver los cuadros del famoso museo madrileño con otros ojos.
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