En el costado olvidado de la urbanización Manuel Piar, lugar mejor conocido como “El Gallo”, existe un rincón que parece detenido en el tiempo y apoderado por un olor que paraliza a los visitantes: el barrio El Pollito, parroquia Simón Bolívar, San Félix.
Por más de un siglo, o eso creen sus moradores, El Pollito ha sido hogar de migrantes provenientes de estados como Monagas, Anzoátegui y Sucre, quienes trajeron consigo tradiciones que hoy aún subsisten en sus gastadas calles.
Las familias que fundaron esta comunidad también sembraron su peculiar aroma: criaderos de cochinos que con el paso de los años se han convertido en una costumbre y un sello distintivo del barrio.
Al ingresar a la calle El Pollito I, un hedor putrefacto invade el ambiente. Para quienes nunca han pisado el lugar, es difícil de soportar. Sin embargo, con el tiempo, los lugareños se acostumbran y conviven con este olor, resignados a las calles agrietadas y a la ausencia de asfaltado.
La historia de un negocio emblemático también perdura en la memoria de los vecinos: “los cochineros”. Fue un establecimiento dirigido por hermanos que criaban puercos, vendiéndolos por pedazos y ofreciendo chicharrones, tripitas e hígados fritos.
Durante años, este negocio se ubicó junto a un lado de la avenida Antonio de Berrío, tras la muerte de casi toda esa generación, solo queda uno de los hermanos vivos y el local desapareció, aunque el hedor sigue siendo persistente.
Condiciones de vida y servicios precarios
La vida en El Pollito no es fácil. Sus calles necesitan urgentemente ser asfaltadas, mientras que el servicio eléctrico sufre constantes cortes. El agua llega de forma irregular y en cantidades insuficientes para el consumo humano diario. Pese a estas condiciones, cerca de 150 familias siguen llamando a este barrio su hogar.
El Pollito es mucho más que un barrio de olores difíciles; representa una historia de resistencia, identidad y tradiciones que se niegan a desaparecer, aunque el tiempo, la negligencia y el abandono sigan haciendo estragos.
Residentes de una zona del sector La Unidad, otra comunidad longeva de San Félix, utilizan a diario un puente de concreto que ellos mismos financiaron para poder transitar hacía el mercado de El Gallo, donde realizan sus compras.
José Granado señaló que la calle contigua a la alcantarilla de aguas pluviales se llama Callejón La Bombita y aseguró que “debería contar con mejor alumbrado nocturno. Las luces que tiene fueron instaladas por los mismos vecinos”.
Además, destacó que ambas comunidades comparten muchas deficiencias comunes, pero que “una de las cosas positivas es que el vecindario es tranquilo; no se reportan problemas graves de inseguridad”.
Por su parte, la vecina Beatriz Arteaga tiene una visión distinta: aseguró que la calle La Marina “necesita con urgencia ser pavimentada, está llena de huecos e intransitable”. También denunció que los criaderos de cochinos son un problema que afecta la salud de los residentes y pidió que las autoridades sanitarias actúen para evitar más afectaciones.
La falta de servicios es una constante. “El internet falla continuamente, la luz se va y regresa. Los vecinos nos hemos acostumbrado a vivir así y las calles están llenas de baches”, añadió.
Medio siglo de recuerdos
Idoria de Pérez llegó a El Pollito cuando tenía 20 años. Se estableció inicialmente en un rancho; con el tiempo, comenzó la construcción de casas de bloque. Oriunda de la antigua Soledad, municipio Independencia del estado Anzoátegui, esta mujer es madre de cuatro hijos y abuela de ocho nietos.
Recientemente perdió a su hijo mayor, quien falleció de manera accidental al caer mientras cortaba las ramas de un árbol. En la puerta de su vivienda aún cuelga un lazo morado que indica que la familia está de luto.
Pérez comentó que la situación ha empeorado: “Antes cocinábamos con gas, ahora tenemos que usar fogones o estufas eléctricas porque el gas llega solo una vez cada seis meses, a diferencia de otros sectores donde llega cada 15 días”.
Con resignación, afirmó que “nos cansamos de pedir ayuda y nadie responde a nuestras quejas. Nos enseñaron a sobrevivir y a soportar la carencia de servicios básicos. El olor en el ambiente provocado por las cochineras ya es parte de nosotros”.
Alcantarilla y basura
Otro vecino señaló que la fetidez del lugar no proviene solo de los criaderos. También hay un problema con la alcantarilla de aguas pluviales, donde muchos residentes vierten aguas residuales y servidas. Los zamuros suelen posarse diariamente en este sitio, que también es un depósito de basura porque el servicio de aseo urbano no pasa ni por El Pollito ni por La Unidad.
Afectados reclaman el asfaltado de las calles y que se reparen los botes de aguas blancas y negras. “No pedimos mucho. Esta comunidad es una de las más pequeñas de la parroquia Simón Bolívar”, concluyó uno de los residentes.
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