Málaga (España).- La música rap, la poesía o el arte pueden convertirse en la única respuesta a la violencia policial que sufren los suburbios de Sao Paulo, como muestra la película brasileña «A mãe» («La madre»), de Cristiano Burlan, que se ha presentado este lunes en la sección oficial del Festival de Málaga, en España.
Sin ser autobiográfico, este largometraje forma parte de una trilogía de Burlan inspirada en sus propias vivencias durante los años 90, cuando en esos suburbios «había mucha violencia por parte de la Policía Militar», que era «una especie de poder paralelo», según el director.
Ahora muestra la historia de una madre, interpretada por la actriz Marcelia Cartaxo, que quiere encontrar y desenterrar el cuerpo de su hijo, al que encarna Dunstin Farias.
«La película puede parecer trágica, pero la realidad en la periferia de las ciudades brasileñas es así. La población pobre parece que vive todavía bajo la dictadura, en un sistema muy militarizado y con mucha opresión. Hoy, al menos gracias a internet se puede saber el número de personas que mueren, pero antes esa información no llegaba», apunta Burlan.
Añade que este largometraje, resultado de un proyecto se siete años, «se pudo hacer gracias a las políticas del anterior gobierno brasileño, pero con el gobierno actual esta película sería imposible».
«Va a haber mucha reacción a esta película. El gobierno actual está destruyendo el estado ambiental y social, y tardaremos treinta años en construir todo lo que está siendo destruido por este gobierno», ha lamentado.
Considera que lo «crucial» de la historia es «el poder de reacción que tienen estas personas a través de la música, del arte, del rap o de la poesía, y cómo consiguen expresar a través de eso su rabia y su odio».
En la película aparece también Débora Silva, creadora en Brasil del movimiento de las Madres de Mayo, inspirado en el grupo homónimo de Argentina y que surgió «porque la Policía Militar mató a más de quinientas personas en once días, y muchos de estos cuerpos no se han encontrado todavía».
«Hay guion y ficción, pero se tocan muchas cosas que son la cruda realidad que tiene Brasil. La ficción no cuenta toda la verdad, porque si hiciera un documental sobre toda la realidad sería insoportable verlo», asegura Burlan.
Precisa que él no es «un activista social», sino que solo hace películas, pero transmite la violencia que ha vivido a través de su cine y sus películas son «una reacción social a la opresión» que ha sufrido.
«Coger una cámara y grabar es un acto político, pero yo no soy un activista político», insiste el director, que admite que actualmente disfruta de una «situación más cómoda» y ya no vive en esos suburbios, pero la cámara le sirve para mostrar sus vivencias allí.
EFE
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