“En aquel tiempo, Juan, llamando a dos de sus discípulos los envió al Señor diciendo: «¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?». Los hombres se presentaron ante él y le dijeron: «Juan el Bautista nos ha mandado a ti para decirte: “¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?”». En aquella hora Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista. Y respondiendo, les dijo: «Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Y ¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!».

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana, Venezuela

La Iglesia universal celebra hoy la Fiesta entre otros santos en honor a San Juan de la Cruz, religioso y poeta místico del renacimiento español, cuyo nombre secular era Juan de Yepes Álvarez y su primera identificación como fraile es la de Juan de San Matías. Nació en Fontiveros, Ávila, España, el 24 de junio de 1542 y murió en Úbeda, Jaén, el 14 de diciembre de 1591. Fue reformador de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo y cofundador de la Orden de los Carmelitas Descalzos con Santa Teresa de Jesús.  Desde 1952 es el patrón de los poetas de lengua española.

Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de JESUCRISTO según San Lucas, capítulo 7, versos del 19 al 23. En el que se relata una escena muy humana, pero inesperada: Juan Bautista, primo, amigo y precursor de JESÚS, revela un momento de duda e incertidumbre: envía dos de sus discípulos a preguntar a JESÚS: «¿Eres tú el Mesías que debe venir, o debemos esperar a otro?». Y en el momento en que los enviados llegaron, JESÚS estaba realizando curaciones, expulsión de demonios, restaurando la vista a muchos ciegos. Estas acciones eran claros signos mesiánicos, muy bien conocidos por Juan. Por eso le bastó a JESÚS decir: «Vayan y digan a Juan lo que están viendo y oyendo”. 

En síntesis, no son las palabras, sino las obras las que responden por JESÚS, y esa respuesta le permite al Maestro señalar el nuevo perfil del Mesías que él representa. Ya que el Mesías esperado que vendría a restaurar la monarquía Davídica, con un modelo aristocrático, guerrero y vengativo es sustituido por un Mesías Redentor, que rescata a los excluidos de la sociedad por razones de salud, pobreza, impureza o pecado.

Es muy pertinente destacar que para la gente del tiempo en que JESÚS vivió Su Vida terrena había mucha confusión por saber si era Juan o JESÚS el Mesías, por eso es que el evangelista quiere dejar claro el papel de Juan como Precursor y Heraldo del Evangelio. Así se entiende que Juan el Bautista no quería provocar una confrontación o un conflicto entre dos grandes Maestros. Quería mucho más, que era la de promover un encuentro profundo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, clarificando con hechos la llegada del Cumplimiento de la Promesa.

Al confrontarnos con el texto, y ponernos en el lugar de los discípulos de Juan, para interrogar a JESÚS sobre dos grandes realidades o necesidades que se ha presentado a largo de la historia de la humanidad: la expectativa de un hecho que pudiese restablecer la primacía del bien sobre el mal, y las acciones que pudiese restituir al pueblo excluido, la Esperanza de ser Beneficiarios de la Gracia y la Misericordia de DIOS. Ambas preguntas son respondidas por el SER y el HACER de JESÚS, que nos dice: “Bienaventurado quien entienda perfectamente Su Misión” (Lc 7,23), ya que con Su Mandamiento de AMOR que es Su Esencia del SER, nos invita a entrar en Su Dinámica del HACER para crear un Nuevo orden de Relaciones donde todos tengamos cabida, y no se excluya a nadie, y eso es Hacer Realidad el Reino de los Cielos.

Teniendo claro que la Realización del Reino de los Cielos, pasa por las reparaciones de las injusticias, de las enfermedades, del ataque frontal a cualquier signo de muerte y a lo que genere desigualdades entre los conglomerados humanos. Eso fue lo que hizo JESÚS en el tiempo que vivió Su Vida terrena, superando todas las barreras legales y religiosos al inclinarse y tocar a los enfermos para curarlos, y al formar una comunidad con todos “los mal vistos” por la sociedad, por lo que fue rechazado y Crucificado.

De allí que hoy sea el tiempo propicio para meditar sobre la frase final del texto: “Dichoso el que tropieza por mi culpa” (Lc 7,23). Y pedirle a DIOS el valor necesario para desenmascarar las situaciones de desigualdades en nuestros entornos y para luchar por la Instauración del Reino de Justicia y Solidaridad que nos Trajo JESÚS, y de esa manera formar parte de ese grupo de BIENAVENTURADOS.

Señor JESÚS, ayúdanos a configurarnos con Tu SER y HACER para asumir con valentía la lucha por la Verdad y la Justicia y de esta manera ser parte de los “Bienaventurado que entienden perfectamente Su Misión”, con la Esperanza de ser Beneficiarios de la Gracia y la Misericordia de DIOS.

Amén

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