“Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte alto.  A la vista de ellos su aspecto cambió completamente: su cara brillaba como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz. En seguida vieron a Moisés y Elías hablando con Jesús. Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, levantaré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Estaba Pedro todavía hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz que salía de la nube dijo: «¡Este es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido, ¡escúchenlo!» Al oír la voz, los discípulos se echaron al suelo, llenos de miedo. Pero Jesús se acercó, los tocó y les dijo: «Levántense, no tengan miedo.» Ellos levantaron los ojos, pero ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos”.
 

Reflexión hecha por: Luis Perdomo. Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

 
En este segundo Domingo de Cuaresma la Iglesia Universal, medita el texto de la Transfiguración de JESÚS, en el que se nos invita a “bajar” al encuentro con los demás. Es el tiempo para romper con nuestra comodidad eclesial: “¡que bien se está aquí Señor, construyamos tiendas para nosotros!” (Mt 17,4). Ya que, el Señor no quiere que nos quedemos en la “montaña”, sino que hagamos comunidad en medio de la gente.
Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de JESUCRISTO, Según San Mateo capítulo 17, versos del 1 al 9, en el que, la Palabra Proclamada, nos describe el Gran Momento de la Transfiguración del Señor, hecho que se desarrolla inmediatamente después del Primer Anuncio de la Pasión (Mt 16,21-26). Y por lo tanto debe ser leída y comprendida desde el llamado a los primeros discípulos, para que acompañen a JESÚS en su camino hacia la Pascua, pasando por la noche oscura que significa para ellos el escándalo de la Cruz.
Y es que la Transfiguración es el aliciente para los discípulos de todos los tiempos, ya que los primeros discípulos se sienten desconcertados, cuando JESÚS les Anuncia que iba a Jerusalén a morir a manos de los hombres, sus miedos y temores se acrecientan y con ellos las dudas sobre su seguimiento. Por su parte la generación de discípulos, pertenecientes a la comunidad Mateana, también estaban temerosos y llenos de miedo, por la ruptura del cristianismo con el judaísmo y el retardo de la Parusía, es decir la segunda venida del Señor, le había enturbiado su esperanza futura, perdiendo de vista el horizonte de la misma.
 Desde esta realidad, la Transfiguración constituye un aliciente para el futuro de la comunidad cristiana, ya que es una contemplación anticipada de la Victoria del Resucitado, lo que se deja ver en los rasgos Pascuales con la que se describe: “Rostro resplandeciente, como el sol y vestiduras blancas como la luz” (Mt 17,2). Y las mismas Palabras de JESÚS: “no digan nada a nadie, hasta que el Hijo del Hombre haya Resucitado entre los muertos” (Mt 17,9).
Lo que confirma que JESÚS es el Mesías de Israel, porque con sus Palabras y con Su Vida ha llevado a Plenitud, lo Anunciado en la Ley, representada por Moisés y los Profetas representado por Elías. Y Refrendado por la Voz, que retumba desde la nube, símbolo de la Presencia de DIOS Padre, que nos dice: “este es mi Hijo, el amado, mi Predilecto. Escúchenlo” (Mt 17,5).
Al confrontarnos con el texto, vemos que DIOS, da una orden tajante: “este es mi Hijo, el amado, mi Predilecto. Escúchenlo”, que debemos llevarla a la práctica todos aquellos que nos llamamos seguidores de JESÚS, con un testimonio de vida ajustado a las exigencias del Mesías sufriente, que nos pide el reconocernos todos como hermanos e hijos de DIOS, atentos a la escucha de Su Palabra, para romper con los esquemas de instalación en nuestras comodidades y en nuestros egoísmos, tal como lo manifiesta Pedro, en su confusión de rumbo.
Por eso es que en esta segunda parada que nos presenta el tiempo de la Cuaresma, en el que la Sagrada Escritura nos Revela el Plan de Vida que ha Traído DIOS al mundo en la persona de JESÚS, Anunciado desde el Antiguo Testamento, por Moisés y los Profetas. Y que al Transfigurarse, nos invita a todos aquellos que como Pedro, preferimos la seguridad de la montaña, a los riesgos que se corren cuando se Anuncia la Palabra en la vida cotidiana. Por eso es que hoy es el día, para preguntarme: ¿En que tipo de Mesías creo? ¿Porqué me gusta ver a DIOS, como el Poderoso que se impone y no como el Misericordioso que se expone?
 Señor JESÚS, danos la fuerza necesaria para poder asumir Tu Plan de Restauración humana, en nuestras vidas cotidianas y poder ser testigos del AMOR de DIOS en el mundo.
Amén

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