Quito, Ecuador. El tema de la vasectomía, ese procedimiento quirúrgico aún visto con recelo en la sociedad, es el pretexto que usa el ecuatoriano José Pacheco para abordar asuntos tan serios como la violencia de género y la intrafamiliar, en un monólogo de farsa cómica cargado de ironía y reflexiones.
Basada en hechos reales, la pieza cómica habla de los temores de los hombres a ser la parte «anticonceptiva» de la pareja, sobre la imposición de la sociedad a la reproducción, sobre los diversos tipos de familia y sobre la necesidad de evolucionar desde la actitud de «macho a la de ser humano», aseguró Pacheco a Efe.
SE «PARTE EL CORAZÓN»
Tradicionalmente, «cuando hablas de anticoncepción, es la mujer la que tiene que tomar las pastillas, ligarse, pero no se habla en general de vasectomía», comentó Pacheco quien interpreta a ocho personajes en un modesto escenario decorado con un escritorio, una mesa, un teléfono, dos sillas y un perchero.
Sombreros, gafas, pelucas y el juego de las luces, ayudan al actor de 40 años a interpretar al paciente que acude al consultorio para hacerse la vasectomía, a la esposa de éste, a la secretaria del doctor, a un taxista, a un «macho» y a una prostituta, entre otros.
A través de esos personajes hace un repaso a diferentes posturas ciudadanas sobre la maternidad, la pareja, el amor, el sexo, la educación sexual, la paternidad responsable, y arroja una dura crítica contra quienes dudan de la capacidad femenina para criar hijos solas.
«Yo necesitaba un esposo porque la sociedad a una mujer no la puede ver sola», dice Pacheco en el escenario mientras representa a una mujer que denuncia que hay quienes creen que su hijo será un «descarriado» porque «no tuvo la figura paterna».
De todos los comentarios y reflexiones duras que hay en la obra, Pacheco confiesa que al momento de declamar el mencionado reclamo se le «parte el corazón» y espera jamás estar unido a una pareja sólo «porque la sociedad te exige que no pierdas el matrimonio y que es para toda la vida».
Casado desde muy joven con quien ahora es también la productora de sus obras, Pacheco destaca la importancia de la familia, pero subraya que la de ahora «no es como la que antes la concebimos».
«DECONSTRUIR AL MACHO»
«Vasecto…mío?» está montada a modo de revista cómica, mucho más apegada hacia la farsa, y pretende -dice- hurgar en la conciencia para «desarraigar la concepción machista que tenemos como sociedad».
«El teatro es un vehículo para poner en evidencia todo lo que estamos viviendo. He intentado de todas las maneras posibles llamar a la conciencia y -a partir de la risa- abrir algo que todavía, como sociedad, lo tenemos cerrado», comentó.
El taxista al que interpreta, representa la «vieja guardia», más conservadora, tradicional y machista, esa que cree su obligación «esparcir su semilla» por todo lado, sin importar cuántas traiciones o niños abandonados por el padre haya de por medio.
Y también está ese joven que aconseja tratar mal a las mujeres, a las que usa para satisfacer sus necesidades carnales, una representación que no sólo arranca burlas sino indignación, como la de una espectadora que desde las butacas lanzó un sentido «¡Desgraciado!» mientras Pacheco interpretaba al personaje.
El artista acogió el comentario como prueba de la mella que hace su irónica forma de representar a ciertos personajes reales de la sociedad en su obra.
Una obra en la que también hay incómodos silencios, que el artista compara con el que de quienes callan ante la violencia de género: «Aún tenemos ese tabú, ese mal germen de ‘mejor no digas nada porque en pleito de marido y mujer nadie se debe meter'».
El macho «es un ser que debe extinguirse», dijo a Efe Pacheco al subrayar que su obra «está destinada a defragmentar, a destruir, a deconstruir al macho y a dar vida a un hombre».
«El macho que se va destruyendo poco a poco en la obra es aquel que está concebido como el ser que debe reproducirse, mandar, el que se impone, el que le quita oportunidades a cualquier mujer», explicó quien defiende la necesidad de construir sociedades más equitativas.
Y aunque está consciente de que una obra de teatro no cambiará al mundo, se dice «aliviado» después de cada presentación por la respuesta del público, como la de un joven de 21 años que le confesó entre lágrimas que tras el monólogo se dio cuenta de qué tan nocivo era su tipo de masculinidad.
EFE
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