Tarascha (Ucrania).- «Siento mucha tristeza cuando veo las imágenes de cómo ha quedado Hostomel. Es todo destrucción», lamenta Alexander, un ucraniano de 43 años que se recuperaba de la enésima operación de cadera en una residencia de esa pequeña ciudad del noroeste de Kiev cuando comenzó la guerra.

«La situación era horrible. Lo sufrimos todo, los bombardeos constantes, los ataques, durante tres semanas», cuenta Alexander, que logró ser evacuado de Hostomel por voluntarios porque la residencia se quedó sin ventanas y la mayoría de las habitaciones inutilizables.

Junto con Alexander, una treintena de personas ancianas, enfermas y dependientes -la mayoría sin familia- fueron trasladados en plena ofensiva rusa de Hostomel al hogar de pensionistas de Tarascha, un pueblo rodeado de campos de cereal a 120 kilómetros al sur de Kiev.

EL ASEDIO A HOSTOMEL

Hostomel fue liberada la semana pasada de tropas rusas, que han dejado un rastro de devastación y muerte semejante al visto en Irpin, Bucha o Borodianka, y en general en todo el noroeste de Kiev tras la salida de las fuerzas ocupantes.

Según el jefe de la administración militar de Hostomel, Taras Dumenko, más de 400 personas han desaparecido durante los 35 días de ocupación rusa en esa ciudad de 17.000 habitantes, estratégica por su aeropuerto internacional de carga de mercancías Antonov, tomado por los rusos el 25 de febrero, segundo día de la invasión.

«Estaba en la residencia después de una operación quirúrgica para rehabilitarme. Y después de la operación médica me esperaba una ‘operación especial rusa'», comenta aún con cierto sentido del humor Alexander, aunque se desmorona cuando recuerda lo vivido, amarrado a su muleta sin la que no puede caminar.

En el hogar de pensionistas de Tarascha residía alrededor de un centenar de personas antes de la invasión, pero durante la guerra acogió a una cincuentena de evacuados de las zonas afectadas, de los que se han quedado unos treinta, «más desvalidos y vulnerables que nunca», explica el director de la residencia, Vitaly Kolomias.

«A sus problemas de salud o achaques propios de la edad, ahora hay que añadir que están en shock tras lo vivido en la guerra. Muchos fueron evacuados bajo las bombas», matiza Kolomias.

Es el caso de Svitlana, de 77 años. Aún no ha superado el trauma de lo vivido. No le salen las palabras y rompe a llorar al preguntarle cómo logró salir de Hostomel. «Vi cómo mataban a mi vecino cuando comenzaron los ataques rusos, y tuve que esconderme en un depósito toda la noche hasta que me encontraron unos vecinos», solloza.

Y llora aún más cuando cuenta que perdió todo contacto con su hijo, que vivía cerca de una base militar, el primer día de la guerra y a día de hoy, aún no tiene noticias suyas. Ha perdido la noción del tiempo, no sabe cuánto tiempo estuvo escondida, cuánto tiempo vivió bajo los continuos ataques en Hostomel, o cuánto tiempo lleva viviendo en la nueva residencia de Tarascha.

TESTIGOS Y VÍCTIMAS DE LA OCUPACIÓN RUSA

«Fuimos testigos de las artimañas de los rusos, cómo los tanques y su artillería atacaban en zonas de civiles; cómo se escondían; como ponían paja sobre los tanques para cubrir lo que hacían. Eso es lo que se ve en un área bajo ocupación rusa», señala Vladimir, un ucraniano de 50 años que vive en una silla ruedas desde que perdió las dos piernas en un accidente.

Vladimir vivió una «odisea» de residencia en residencia hasta que encontró acomodo en Tarascha, donde comparte habitación con otros cinco hombres que provenían del mismo hogar del pensionista en el área de Hostomel, cuya calle los rusos utilizaron como lanzadera de misiles contra el Ejército ucraniano, «porque sabían que ellos no responderían a los ataques al estar rodeados de viviendas de civiles».

«Los rusos se escondían en medio de zonas residenciales. Se escondían detrás de las casas y su centro de operaciones fue la Iglesia. Entraban a las casas pidiendo toda la comida, en nuestra residencia se llevaron todo, huevos, pollo.. todo. También se llevaban las bebidas», apunta Vladimir, que supervisa la documentación, pensión y tratamiento médico de todos sus compañeros porque «no todos están bien de la cabeza».

Esa humilde residencia pública, donde comparten habitación hasta cinco personas, se ha visto sobrepasada por el flujo de evacuados de las zonas afectadas por la ocupación rusa en la provincia de Kiev, por lo que ahora requiere la ayuda humanitaria de organizaciones como Cruz Roja o Alimentos por Ucrania.

«Tenemos ahora mucho más trabajo porque a medida que el Ejército ucraniano recupera el control de más áreas, aparece más gente vulnerable, que necesita nuestra ayuda», indica a Efe Sergey Moskalyuk, voluntario Cruz Roja, que ahora brinda comida y atención psicológica de manera regular en nueve residencias de toda la provincia de Kiev.

 

Sara Gómez Armas EFE

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