Madrid, España. Hoy jugó su último partido como profesional David Villa. Si existe un adjetivo que puede ir asociado a su sombre, ese es rentable. Sus números y sus goles son pura empresa. Puro dividendo. El siempre repartió beneficios. Acaba de cerrar en Japón, en el Vissel Kobe, una carrera deportiva hermosa, bien dibujada. Se le cayeron los goles donde estuvo. En Zaragoza, antes de dar el salto a Valencia, en Barcelona, en el Atlético de Madrid, en Nueva York, en Kobe y por supuesto en la selección española. Un jugador admirable.
Pero lo más interesante del Villa hoy ya en 2020 es que abre el camino a una nueva generación de ex futbolistas que van a llenar espacios en los próximos meses. Aterriza en el fútbol profesional una hornada de gente distinta, con un perfil radicalmente diferente. Son tipos con grandes inquietudes, empresarios, directores deportivos, agentes, adultos que han crecido con el márketing a sus espaldas, con asesores y gente de confianza que van a construir otro mundo en la industria del fútbol.
Villa ha comprado un club en Queens, en Nueva York. En los 70, los 80 y los 90, la única salida para el futbolista de Primera división era hacer el curso de entrenador y esperar un golpe de viento de fortuna para asentarse en el paisaje. Los éxitos europeos y mundiales de la generación de jugadores que han brillado en el inicio del nuevo siglo, han abierto una nueva vida, un escenario universal, global. Un territorio para hacer negocios, para ser influyentes y ser líderes en el próximo trienio del fútbol español. Villa, Fernando Torres, Iniesta, Xabi Alonso, Xavi, Puyol, Raúl van a sonar con fuerza pronto en el sport business, mientras se espera la revolución Piqué cuando se retire.
Los futbolistas españoles campeones de Europa y/o del mundo viven en un status especial. Sus nombres ya no son pymes, su imagen de marca trasciende. Antes se conformaban con sacarse un título de entrenador en la Federación. Ahora buscan socios para crear academias en cualquier rincón del mundo, su dorsal y su nombre asociado que han paseado en su camisetas por los estadios del planeta, les sitúa en una situación de privilegio en el mercado.
Los futbolistas de los años 70, 80 o 90 del Real Madrid o del FC Barcelona ganaron dinero, sí, invertían en pisos, en cafeterías, restaurantes, plazas de garaje. Antes había millonarios con buena vida, ahora juegan en otra Liga, la de Forbes.
Sus antecesores perdonaban dinero en las renovaciones. Cobraban tarde. Algunos incluso en algún arreón malo de la vida, perdieron patrimonio. Y a los 40 años, gracias a los amigos, volvían a tener una vida digna. Hoy en 2020, el futbolista de alto rendimiento, tiene unos salarios que han crecido de forma exponencial.
Hoy se compran fincas, centros comerciales, casas de hectáreas interminables. Apuntan a la caza mayor. Además, y ésto es lo importante han disfrutado de una vida distinta. Todos han salido de España, han visto mundo, han aprendido a ser docentes, a compartir conocimiento, a ser generosos con las compañías que les han contratado. A tender puentes y a abrir vías de negocio futuro.
Futbolistas que van a Emiratos, a EEUU, a Japón, a Brasil… Todos ellos regresan con contactos de fuste, con una agenda que antes estaba en manos de extranjeros. Un buen director deportivo es el que en menos de un minuto y con una llamada máximo sabe el salario de un posible fichaje de su club. Y por supuesto, que en dos, habla directamente con el jugador.
Se avecinan nuevos tiempos en el fútbol español. Con banquillos potentes donde nombres como los de Xavi, Raúl, Xabi Alonso, Forlán darán mucha guerra; con gente cercana a la industria como Iker Casillas, Villa, Fernando Torres, Puyol, Gabi, Juanfran… Nuevos tiempos a no tardar.
EFE
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