Madrid, España. Era una de las grandes apuestas de la industria aeroespacial española, que se iba a encargar durante varios años tanto de su control como de las comunicaciones y de procesar los datos que iba a proporcionar, pero la misión de la Agencia Espacial Europea encargada de ponerlo en órbita ha fracasado.
El cohete «Vega» que lo transportaba -junto al satélite francés «Taranis»- se desvió de su trayectoria unos minutos después de lanzamiento desde el complejo espacial de Kuru (en la Guayana Franesa) y la ESA investiga ya las causas del fallo que ha hecho fracasar la misión.
Iba además a completar el Programa Nacional de Observación de la Tierra por Satélite (PNOTS), junto al también español «Paz», en órbita desde 2018, y a escudriñar la Tierra desde el espacio durante los próximos siete años, aunque llevaba combustible para haber aguantado diez.
Provisto de una sofisticada cámara óptica, el satélite tendría capacidad de apuntar hacia diferentes lados y de acceder a cualquier lugar de la Tierra en solo tres días, y complementar así la tecnología radar del «Paz». Capaz de tomar unas 600 imágenes diarias y de dar casi 15 vueltas diarias a la Tierra.
Cien por cien español, la misión estaba financiada por el Centro Español para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) del Ministerio de Ciencia e Innovación, pero se enmarcaba a su vez en una sofisticada arquitectura europea de observación de la Tierra.
Con un coste que ronda los 200 millones de euros -incluido el lanzamiento- el diseño y construcción del «Ingenio» y de todos los instrumentos de los que estaba dotado ha implicado durante años a las principales empresas del sector aeroespacial español.
El contratista principal era Airbus Defence & Space España, pero en el consorcio se habían implicado las compañías más importantes del sector aeroespacial español: CRISA, Deimos Space, GMV, GTD, HV Sistemas, Iberespacio, INDRA, SENER o Thales Alenia Space.
Pero implicaba además a numerosos organismos públicos, y entre ellos al Instituto Nacional de Técnica Espacial (INTA) dependiente del Ministerio de Defensa y que se iba a encargar desde sus instalaciones en Torrejón de Ardoz (Madrid) del control de la misión, de las comunicaciones y del procesamiento de datos.
El INTA iba a tomar el control de la misión tras las primeras fases, las de lanzamiento y colocación del satélite en la órbita que estaba prevista, y para ello estaban ya preparadas las estaciones terrestres de Torrejón de Ardoz y las de Maspalomas (en Canarias), además de una comunicación «adicional» situada en Svalbard, en Noruega.
El «Ingenio», que se iba a situar a 700 kilómetros de la Tierra, tenía previsto situarse en una órbita «heliosíncrona» (siguiendo la dirección del sol como si fuera un girasol), y desplegar ahí su plataforma hexagonal con tres paneles solares de casi 800 kilos.
Desde allí tenía que proporcionar imágenes con un extraordinario nivel de detalle, de las que podrían disponer numerosas empresas y organismos nacionales e internacionales, útiles para monitorizar en tiempo real desastres naturales como inundaciones, terremotos o incendios cuando están ocurriendo, o para combatir desafíos globales como el cambio climático.
Una misión, ahora frustrada, capaz de escudriñar la cubierta terrestre y de reportar valiosa información para muchas disciplinas, como la cartografía, la vigilancia del uso del suelo, el desarrollo urbano o la gestión agua, la gestión de las emergencia o la seguridad.
EFE noticias
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