El Estadio La Ceiba, ubicado en San Félix, no se encuentra en su mejor estado. De ser una súper estructura destinada a liderar el béisbol nacional al abandono institucional.
La Ceiba es el segundo estadio más grande del país tras el estadio Monumental de Caracas. Cuenta con una capacidad que alcanza las 30 mil personas y es el tercer estadio de mayor capacidad en Latinoamérica.
Inaugurado en 1998 durante el mandato de Jorge Carvajal, la idea del estadio era que fuera la insignia del sur.
Ahora, solo es una sombra de lo que alguna vez fue, abandonado a su suerte y camuflado en el paisaje guayanés conformado por maleza crecida y tierra.
Durante la pandemia la alcaldía del municipio Caroní comenzó a promover un proyecto de recuperación para el recinto que albergó un juego de las estrellas de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional en 2007 y la Copa América de 2008.
Dichos trabajos se perdieron en el tiempo, al igual que varias de las miles de butacas color amarillo y verde que daban vida a las gradas. Las ocho torres de iluminación están desgastadas y abandonadas, al igual que su frente grafitada con una promoción al CrossFit.
Los alrededores no se encuentran mejores, con una vegetación alta y seca por el clima inclemente. El gramado no se salva, lejos de estar verde como en su época de antaño, ahora solo queda algo más parecido a un jardín pisado y muerto.
Dista mucho de un escenario que sirvió como sede de varios clásicos entre Navegantes del Magallanes y Leones del Caracas. El último presenciado en 2014 cuando los eternos rivales realizaron dos amistosos de temporada.
Aquella vez Víctor Sánchez se lució para los felinos, que vencieron 6-0 a la Nave Turca.
Estadio La Ceiba: una casa sin dueño
A pesar de que muchas veces se intentó traer una franquicia de pelota profesional a La Ceiba, ese sueño sigue sin verse consumado. Navegantes y Caribes de Anzoátegui se repartieron los juegos para darle un aire de playball a los guayaneses.
A finales de los 2000, La Tribu coqueteó con mudarse a Guayana, pero no se terminó por realizar. Un estadio que en su tiempo era puntero en tecnología y modernidad, insignia de un tiempo de bonanza.
Los fanáticos de la pelota vieron ese diamante el retorno de Pablo Sandoval en 2012 con Magallanes. Varios de los mejores peloteros del guante venezolano pasaron por el recinto que, en su momento, no tenía nada que envidiarle a los grandes monumentos a la pelota del mundo.
«Ojalá Caracas tuviera un estadio así», se llegó a reseñar aquel día de octubre de 2014 cuando Leones y Magallanes brindaron espectáculo a la grada con un homenaje a Félix Rodríguez.
Ahora existe La Rinconada, pero antes estuvo La Ceiba. Un lugar donde convivía no solo el fanático del béisbol, sino del deporte en la región.
Adultos y niños con la camisa de su equipo favorito, de Mineros de Guayana y Gigantes, otros patrimonios que se perdieron en el tiempo.
El Diamante de San Félix ve lejos sus mejores años, al igual que el pabellón Hermanas González o el CTE Cachamay. Símbolos que en su día eran presente y futuro de la ciudad y que ahora solo son el pasado.
Luz al final del túnel
La Ceiba juega su baja de la novena y aunque todo parece que puede perder el partido, la comunidad está ahí para apoyar hasta el final. En la actualidad las instalaciones del estadio se usan para actividades recreativas y la enseñanza del béisbol para los jóvenes.
La escuela de béisbol menor Diamantes de Guayana hace vida en el recinto deportivo y mantiene viva la principal función de la gigante estructura de concreto. Desde 2017 están activos sirviendo como escuela.
Ellos mantienen el cuadro y las instalaciones lo más óptimas que pueden con la ayuda de los representantes y padres de los alumnos. Inicialmente, la escuela comenzó en el antiguo estadio del 171, pero gracias a su vicepresidente, Aaron Bello, lograron el contacto para trasladarse a La Ceiba.
Un total de 150 niños hacen vida en la escuela de Diamantes y junto a los aportes que hacen mantienen viva la esperanza de seguir viendo la pelota volar por los cielos de San Félix.
Tal vez no todo está perdido y se pueda soñar con un futuro donde el segundo estadio vuelve a llenarse. Un futuro donde se abra el cuadro y no solo la comunidad la saque de jonrón.
Donde haya un futuro en el que las nuevas generaciones de Ciudad Guayana puedan volver a sonreír con el deporte.
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