Ron González
La Guaira (EFE).- El cambio de nombre al estado costero más importante de Venezuela, que desde este jueves pasa a denominarse La Guaira, es una medida que recupera las raíces propias de la entidad, pero también un velado desprecio a José María Vargas, hijo ilustre de esta región y el primer presidente civil de este país.
Médico, científico, catedrático y hasta escritor, Vargas asumió la primera magistratura de Venezuela en febrero de 1835, aupado por los más importantes círculos civiles de la nación.
Pero gobernó apenas 5 meses, víctima de un golpe de Estado cuyo desenlace es de obligatorio estudio en las escuelas venezolanas.
«El mundo es del hombre justo», dijo el médico a los alzados hace más de 180 años, reacio a entregar el poder.
«No, el mundo es del hombre valiente», obtuvo como respuesta del líder de los rebeldes, Pedro Carujo, antes de ser depuesto y enviado al exilio en la isla de Santo Tomás, desde donde volvió para continuar como médico y rector de la Universidad de Caracas, alejado de la arena política.
Su influencia entre los civiles venezolanos es tal todavía que en 1998 el entonces presidente Rafael Caldera (1994-1999) no dudó en aprobar que fuera Vargas el nombre del estado que se creaba ese mismo año, al separarse de la entidad político-territorial de Caracas.
Sin embargo, Vargas pasa a conocerse como La Guaira, mismo nombre del principal puerto del país, en memoria del vocablo «huaira» que usaba el pueblo aborigen caribe para referirse a este caluroso territorio que habitó antes de la conquista española.
La medida es una iniciativa del gobernador chavista Jorge García Carneiro, pero tras una visita al estado, Efe pudo constatar que está respaldada por buena parte de la ciudadanía.
«Es importante retomar el nombre del estado La Guaira, es parte de nuestro gentilicio», dijo a Efe la docente María Noriega, que reside en la entidad hace más de 50 años.
«La gente no dice: voy a Vargas, la gente dice: voy a La Guaira», añadió antes de asegurar que la decisión cuenta con la «receptividad» de los pobladores, y que quienes la rechazan se adaptarán luego de un «proceso de costumbre».
Noriega fue una de los cientos de personas que se acercaron hasta el despacho del gobernador para entregar un documento en respaldo el cambio de nombre del estado.
La jornada de entrega de firmas de apoyo a la modificación se celebró el miércoles entre notas de color, la típica música de la costa venezolana y entusiastas del cambio de nombre, pero también de personas que parecían haber sido arrastradas por las circunstancias, como cientos de trabajadores públicos y estudiantes de bachillerato que se quejaban del intenso calor.
Entre la multitud, el pensionista Pedro Blanco vendía cigarrillos y declaraba a viva voz que el cambio de nombre elevará el turismo en la zona que es, junto a la actividad portuaria, la principal fuente de empleo e ingresos de los guairenses. Pero luego el hombre de 72 años dudó.
«Debieron considerar más al doctor Vargas. Algo debe quedar con su nombre», dijo sin saber que el único municipio del estado conservará esa denominación, y que en el país varios centros hospitalarios y educativos se denominan José María Vargas.
También recordó que los guaireños no escapan a la acuciante crisis política y económica que atraviesa Venezuela, donde el salario promedio no cubre siquiera la canasta alimentaria, el suministro eléctrico se corta cada día y el agua corriente deja de fluir por los grifos durante semanas enteras, en algunos casos.
A pocos kilómetros de este acto de apoyo, en la llamada cinta costera, tres personas esconden su miseria tras las rejas de una improvisada casa que sirvió una vez como refugio a los obreros que levantaron el nuevo malecón, que llena de orgullo al gobernador.
Su pobreza contrasta con la opulencia que trata de transmitir la cinta costera, llena de luces y monumentos, y rematada por lo que será el mayor estadio de béisbol del estado, donde los locales Tiburones de La Guaira, uno de los 8 equipos de la pelota venezolana, ejercerán pronto la localía.
«No estamos exigiendo un apartamento, sino algo digno», dijo a Efe Pedro Torres, el desempleado padre de esta familia que componen otros tres.
Torres observa el hermoso atardecer de La Guaria junto a su mujer y su nieto de 3 años, cuyos padres se ausentan para recibir en el hospital a quien será su hermano menor.
Asegura haberse censado en el programa estatal que procura viviendas a los más desfavorecidos, y que su hogar, a poco más de 200 kilómetros en el central estado de Carabobo, se quemó por completo hace casi un año producto de un cortocircuito.
Entiende que la algarabía en la calle está relacionada con el cambio de nombre del estado, pero enfocado en sus problemas, la medida le produce apenas «curiosidad».
«No sé que opinar», dijo mientras comía un mango que sacó de una bolsa. «A lo mejor ellos vieron algo mejor con ese nombre y decidieron cambiarlo», añadió.
El cambio de nombre a La Guaira rige desde hoy, pero habrá un proceso de «adecuación» de seis meses, informó el gobernador.
No se ha explicado aún cuánto costará esta decisión, ni cómo se financiará.
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