Londres.-Los estuarios de la costa del sureste de Australia se están calentando a un ritmo dos veces superior al de los océanos y la atmósfera, lo que muestra su vulnerabilidad ante el cambio climático, según un estudio divulgado en la revista Nature Communications.
La investigación, realizada por científicos de la Universidad de Sídney, señala que el impacto acelerado que el cambio climático está teniendo en los estuarios podría afectar de manera adversa a la actividad económica y la biodiversidad en ríos y lagos de todo el mundo.
Según Elliot Scanes, del citado centro académico, el estudio «muestra que los estuarios son particularmente vulnerables al cambio climático».
Esto supone un amenaza preocupante «no solo para la vida marina y las aves que dependen de ellos, sino también para los millones de personas que dependen de los ríos, lagos y lagunas para vivir por todo el mundo», agregó.
Los cambios en la temperatura, acidez y salinidad de los estuarios probablemente reducen el beneficio global de la pesca salvaje y de la acuicultura, industrias de las que viven más de 55 millones de personas.
Según Pauline Ross, que lidera el grupo de investigación de la Escuela de Ciencias Medioambientales, los estuarios proporcionan «servicios de un inmenso valor ecológico y económico».
«Las tasas de cambio observadas en este estudio podrían también poner en peligro la viabilidad de la vegetación costera como manglares y marismas en las próximas décadas y reducir su capacidad para mitigar el daño de las tormentas y los niveles del agua marina», apuntó la experta.
El equipo investigador llegó a estos resultados tras haber registrado durante 12 años las temperaturas en 166 estuarios a lo largo de 1.100 kilómetros de la costa de New South Wales en el sureste de Australia, donde se tomó nota de 6.200 registros de temperaturas.
Como media, los sistemas de estuarios experimentaron un incremento en la temperatura de 2,16 grados, unos 0.2 grados por año.
«Esto es una prueba de que el cambio climático ha llegado a Australia; no es una proyección basada en modelos, sino en datos empíricos extraídos tras más de una década de investigación», prosiguió Scanes.
Según la Oficina de Meteorología Australiana, las temperaturas de aire y mar en este país han aumentado en alrededor de 1 grado desde 1910, y durante la última década, las temperaturas del aire se han incrementado en 1,5 grados frente a las temperaturas medias registradas en 1961 y 1990.
«Nuestros resultados subrayan que las temperaturas del aire o del océano no pueden solamente depender de los cambios climáticos estimados en los estuarios; y que las características individuales de cualquier estuario tienen que ser tenidas en cuenta en el contexto de las tendencias climáticas regionales», señaló.
La científica avanzó que «los nuevos modelos tendrán que ser desarrollados para ayudar a predecir cambios en los estuarios».
El estudio halló también que la acidificación de estuarios aumentaba en 0,09 unidades de ph al año y que se registraban cambios en los sistemas de salinidad. Los arroyos y albuferas se volvieron menos salinos mientras crecía la salinidad en los ríos.
Se descubrió además que los incrementos de temperatura en los estuarios también dependían del tipo o la morfología del sistema.
«La temperatura en lagunas costeras y ríos aumentaba más rápido que la de los arroyos y lagos porque son más superficiales con un intercambio oceánico limitado», puntualizó Ross.
Según esta experta, esto sugiere que las industrias y comunidades que dependen de estuarios superficiales para su cultura, ingresos y alimentos podrían ser particularmente vulnerables durante el calentamiento global.
«Esto supone una preocupación en otras zonas de temperaturas secas como el Mediterráneo y Suráfrica, donde muchos de los estuarios son similares a los que se han estudiado aquí», dijo.
La investigación sugiere asimismo que los estuarios que siguen abiertos podrían también comenzar pronto a «tropicalizarse» y los ecosistemas de los estuarios podrían colonizarse por especies marinas tropicales y reflejar un entorno más cálido.
Esta investigación, subrayó Ross, «ayudará a los mercados de pescado locales y a la acuicultura a desarrollar estrategias de mitigación al tiempo que cambia el clima».
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