“En aquel tiempo, al ver toda aquella muchedumbre, Jesús subió al monte. Se sentó y sus discípulos se reunieron a su alrededor.  Entonces comenzó a hablar y les enseñaba diciendo: «Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Felices los que lloran, porque recibirán consuelo. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia.  Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios.  Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.  Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así persiguieron a los profetas que vivieron antes de ustedes”.

Reflexión hecha por: Luis Perdomo. Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

La Iglesia universal, celebra hoy, la fiesta entre otros santos en honor a San Onofre fue un eremita nacido en Etiopia, hijo de un príncipe abisinio, nació y vivió en la cuarta centuria de la era cristiana. Es el patrono de los desempleados y a su vez el “más popular de Venezuela” también le piden “para que nunca haya escasez de comida en los hogares cristianos”. Felicitaciones a la Feligresía de la Parroquia San Onofre, que viven entre la Urbanización Río Negro y las minifincas, y todas las demás urbanizaciones que están en su alrededor.

En la liturgia diaria meditamos los textos de: 2Cor 1,1-7; Sal 33 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo capítulo 12, del verso 1 al verso 12, en el que, se da inicio al gran Sermón de la Montaña, que se extenderá hasta el capítulo 7. Y es que después de haber recorrido ya el camino Pascual y tras la recién celebrada fiesta de Pentecostés, de la Santísima Trinidad y del Corpus Christi, retomamos el tiempo ordinario con lecturas que ponen a prueba nuestra madurez en la Fe, confrontando términos como: «tribulación», «sufrimiento» y «consuelo», con la verdadera felicidad, presente en este texto, conocido como “Evangelio de las Bienaventuranzas”.

Con ocho enunciados introducidos por la palabra “Felices” JESÚS establece, de manera sintética, un programa de vida y de acción para los discípulos que sinceramente lo quieren seguir y alcanzar la plenitud de Vida en el Reino de los Cielos. Dichas Bienaventuranzas podemos dividirlas en dos series, las cuatro primeras, y la última, que se refiere a los perseguidos, cuyo propósito es destacar el tema de que el Mesías vino para los pobres y excluidos, que sufren y saben que solo cuentan con DIOS. A estos, JESÚS promete el Reino de los Cielos y la Consolación Plena.

Las otras tres: quinta, sexta y séptima, son una invitación a los seguidores a combatir seriamente la miseria y empeñarse en la construcción de la Paz. Y es que, si los discípulos de Cristo asumiéramos esa lucha contra la pobreza, opresión, sufrimiento e injusticia, el mundo sería renovado por el Amor de DIOS. Ya que, el Reino de los Cielos se actualiza, donde se vive de acuerdo con la Justicia que es Obra de DIOS.

Al confrontarnos con el texto, vemos como todos los que nos llamamos discípulos de JESÚS, estamos llamados a buscar que el Reino de Dios Anunciado por Él, se haga presente en nuestro mundo. Teniendo presente que el Reino no es otra cosa que el mundo Proyectado por DIOS, sin ambiciones y codicias, sin fronteras o discriminación, sin fanatismos ni fundamentalismo. Un mundo donde la siembra del AMOR sincero y desinteresado nos dé una cosecha abundante de «vida» donde sea respetada, no solo la dignidad humana sino toda la Creación. 

Y es que, la Justicia traída por JESÚS establece nuevos paradigmas de relación con los hermanos, con la Creación y con DIOS fundamentados en la acción del Espíritu Santo que ha sido dado por el Padre. Y por eso es que, la Misión encomendada a cada creyente comporta sacrificios y renuncias, capaces de generar vida, y nada tienen que ver con sumisión, resignación o conformismo, sino con el accionar decidido de líderes que ayuden al despertar de un pueblo que pareciera condenado al ostracismo.

Porque, la vida de los «Bienaventurados» del evangelio que Mateo nos presenta: los empobrecidos, afligidos, desposeídos, esperan de la comunidad de creyentes no caridad y lástima sino compromiso solidario, que no solo mitigue sus carencias temporales, de comida y medicina. También quieren que los ayudemos a recobrar su dignidad de hijas e hijos de DIOS, y todos podamos ser “limpios de corazón”, “misericordiosos”, que luchamos por la Paz y la Justicia en medio de sociedades violentas e indiferentes.

Señor JESÚS, danos la Gracia de permanecer siempre fieles a Tu Palabra, para que nunca nos apartemos del camino de la verdadera felicidad, y que el Espíritu Santo actúe en nuestras comunidades, dándonos el don inapreciable de la «compasión» que nos mueva a actuar en favor de los otros. Amén.

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