Este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén para preguntarle: «¿Quién eres tú?»
Juan lo declaró y no ocultó la verdad: «Yo no soy el Mesías.»
Le preguntaron: «¿Quién eres, entonces? ¿Elías?»
Contestó: «No lo soy.»
Le dijeron: «¿Eres el Profeta?»
Contestó: «No.»
Entonces le dijeron: «¿Quién eres, entonces? Pues tenemos que llevar una respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?»
Juan contestó: «Yo soy, como dijo el profeta Isaías, la voz que grita en el desierto: Enderecen el camino del Señor».
Los enviados eran del grupo de los fariseos, y le hicieron otra pregunta: «¿Por qué bautizas entonces, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Les contestó Juan: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno a quien ustedes no conocen, y aunque viene detrás de mí, yo no soy digno de soltarle la correa de su sandalia.»
Esto sucedió en Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan bautizaba”.
Reflexión del Evangelio
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta entre otros santos, en honor a Basilio Magno y San Gregorio Naciaceno, y es que en este segundo día del año el Santoral nos recuerda a dos figuras extraordinarias de la Patrística y de la historia de la Iglesia Antigua. Ya que Basilio y Gregorio hijos del Oriente, son un Patrimonio de toda la Iglesia, porque fueron dos eminentes Pastores defensores del Credo Cristiano.
La liturgia del día nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Juan capítulo 1, verso 19 al verso 28, en el que, se nos presenta un diálogo entre Juan el Bautista y unos enviados de las autoridades judías. En esta conversa el Bautista no se identifica con ninguna de las grandes figuras esperadas para el tiempo mesiánico. Su único propósito es dar a conocer a JESÚS, en medio de su pueblo, a quien se debe buscar y descubrir.
“Conocer y descubrir a JESÚS”, era el desafío de los judíos de Su tiempo y es el desafío de Sus seguidores de todos los tiempos. Por lo que es necesario tener en cuenta que, a JESÚS lo encontramos a partir de Su Resurrección, gracias a las nuevas formas de Su Presencia, en los Sacramentos y en los rostros presentes en la comunidad, sobre manera en los rostros de los excluidos, de los enfermos, de los perseguidos, y de todos aquellos que necesiten de nuestra solidaridad.
Al confrontarnos con el texto, vemos que Juan con Su Misión, nos muestra cuál ha de ser nuestra Misión, que no es otra que la de ser mensajeros de Buenas Noticias, que hagan visible el AMOR, la Justicia, y la Paz de DIOS en medio de un mundo escéptico, que camina de espalda a los designios de DIOS. Por eso es que nuestra primera gran responsabilidad es la de preparar el corazón del mundo para que pueda escuchar la Voz de DIOS.
Ya que es urgente ser la voz de los valores fundamentales de la humanidad. Por lo que estamos invitados a ser la voz que, como el Bautista, que siga indicando la llegada del Tiempo Nuevo y Definitivo que inaugura Nuestro Señor JESUCRISTO. Teniendo claro que hoy como ayer, nuestra sociedad sigue en una búsqueda de soluciones rápidas a los problemas, arriesgando poco y dejando que otros asuman responsabilidades que son nuestras y por eso somos víctimas de los falsos mesías, salteadores de camino, que se burlan de las necesidades de la gente.
De allí la necesidad de preparar el camino de la Vida, para volver a DIOS, escuchar Su Palabra, para comprometernos a enderezar el camino del mundo. Por lo que hay que tener una mayor identificación con el Proyecto Salvífico de JESÚS, para que, con nuestro Testimonio de vida, el mundo crea que hay una Esperanza Verdadera para la Construcción de un mundo más Fraterno.
Porque si los cristianos no ofrecemos nuestras vidas personales y comunitarias y toda la acción pastoral de la Iglesia al servicio de la construcción de un mundo nuevo, ¿Cómo entonces, podrá el mundo conocer el Proyecto de JESÚS? Por lo que este debe de ser nuestro mayor compromiso, en este año que está comenzando, llevar a propios y extraños la Buena Noticia de JESÚS, para tener una sociedad de Justicia, de Paz y de respeto por la dignidad de las personas.
Señor JESÚS, concédenos el honor de ser Tus Mensajeros, y que todas nuestras desesperanzas y vicisitudes, puedan ser convertidas en lecciones de la vida para alcanzar la tan anhelada Felicidad que Tú nos propones en el Sermón de la Montaña. Amén.
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