Evangelio del Día

Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Allí lo invitaron a una cena. Marta servía y Lázaro estaba entre los invitados.

María, pues, tomó una libra de un perfume muy caro, hecho de nardo puro, le ungió los pies a Jesús y luego se los secó con sus cabellos, mientras la casa se llenaba del olor del perfume.

Judas Iscariote, el discípulo que iba a entregar a Jesús, dijo: «Ese perfume se podría haber vendido en trescientas monedas de plata para ayudar a los pobres.»

En realidad, no le importaban los pobres, sino que era un ladrón, y como estaba encargado de la bolsa común, se llevaba lo que echaban en ella. Pero Jesús dijo: «Déjala, pues lo tenía reservado para el día de mi entierro.

A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre.» Muchos judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no solo por ver a Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos.

Entonces los jefes de los sacerdotes pensaron en dar muerte también a Lázaro, pues por su causa muchos judíos se alejaban de ellos y creían en Jesús.

Reflexión del Evangelio

La Iglesia Universal celebra hoy el Lunes Santo, es el segundo día de esta “Semana Santa”, en la cual los cristianos conmemoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, es decir la centralidad de nuestra celebración litúrgica.

Cuyo comienzo tuvo lugar el día de ayer, Domingo de Ramos, donde portamos el signo visible de las palmas, que al enarbolarlas con Fe y Alegría reconocemos a JESÚS como Rey y Mesías de nuestras vidas y de la humanidad.

En la liturgia diaria meditamos los textos de: Is 42,1-7; Sal: 26; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Juan capítulo 12, del verso 1 al 11.

Resurrección

El texto narra el pasaje bíblico de la Unción, en la casa de Lázaro, hermano de Marta y María, a quien JESÚS había Resucitado, de entre los muertos.

Es que JESÚS como presintiendo Su Partida, va a la casa de sus amigos en la población de Betania, que significa: «casa del pobre» y estando allí experimenta todo el cariño y afecto, que puede hallarse en un ser humano.

Es que la amistad auténtica no es egoísta y no tiene precio, y sale a relucir en los momentos más difíciles de la vida y es como una fragancia que llena toda la existencia y que da fuerza para seguir viviendo.

En dicho lugar, el retornado a la vida, es decir Lázaro y sus hermanas Marta y María ofrecen una cena a Jesucristo. Aquí María toma un perfume de nardo con el que unge los pies y enjuaga la cabellera del Nazareno.

Incomprendido el mensaje

Gesto que no es comprendido por Judas, no tanto por el recibimiento sino por el perfume costoso derramado sobre los pies de JESÚS, que para él era un derroche innecesario y es que el egoísmo disfrazado de falso celo por los pobres, juntado con la codicia por tener cada día más, son caldos de cultivos para caer fácilmente en las redes del maligno.

Por lo que podemos decir que en esta escena confluyen dos actitudes contrarias: la acogida y la codicia. La acogida sincera, fraterna y generosa es un gesto típico de los pobres. Basta con llegar a la casa de una persona sencilla y humilde para que se le brinde al recién llegado lo mejor.

Pero no es lo mismo trato que se recibe cuando se visita a alguien que tiene el interés como principio de vida, ya que depende del interés que tenga el anfitrión o de lo que representa el visitante, para sus intereses o propósitos, es como será tratado o atendido.

Actitudes confrontadas

Al confrontarnos con el texto, vemos que aparte de las dos actitudes confrontadas, en este pasaje bíblico se destaca la gratuidad de la amistad, tanto en el gesto de María, como la defensa que hace JESÚS de su acción, la cual ha debido sonar desafiante para una sociedad patriarcal, masculinizante y excluyente, donde la mujer era tenida como un «cero a la izquierda».

Por lo que debemos inferir que todos los que pensaban como Judas, no debieron quedar muy contentos. De allí que esta Palabra meditada, nos invita a hacernos las siguientes preguntas: ¿Qué gestos de solidaridad estamos practicando, que sea un signo que nos identifique como cristianos? ¿Cómo se valoran los gestos de acogida en tu familia y en tu entorno social y eclesial? ¿Con cuál de estos personajes nos identificamos, con María, con Judas, con JESÚS?

Señor JESÚS, concédenos contemplar con espíritu de recogimiento el misterio de Tu muerte en la Cruz, para poder sobrellevar el drama que vive la humanidad, con la dulzura de Tu Amor y Tu Misericordia.

Amén.

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