Juan 13,21-33.3-38: “En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar». Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?». Le contestó Jesús: «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado». Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: «Lo que vas hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: «Donde yo voy, vosotros no podéis ir»» Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?».
Jesús le respondió: «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde». Pedro replicó: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti». Jesús le contestó: «¿Con qué darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia universal celebra hoy la festividad del Martes Santo, que conforme va acercándose los días del Tríodo Pascual, se nos invita como en una “última llamada” a estar preparados para vivir la Vigilia Pascual y el gran acontecimiento de la Pascua. Hoy martes, y mañana miércoles, la liturgia nos invita a estar atentos, se trata de agudizar el oído para responder al llamado de DIOS, que nos dice a través del profeta Isaías: «Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos».
Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de JESUCRISTO, Según San Juan capítulo 13, versos del 21 al 38, en el que se relata un diálogo a cuatro bandas que se da entre JESÚS, el discípulo amado, Simón Pedro y Judas, en una cena trascendental en la que el Maestro se encuentra «profundamente conmovido». El discípulo amado y Pedro formulan preguntas: «Señor, ¿quién es?», «Señor, ¿adónde vas?», «Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora?». Es una escena que está llena de confidencias, y que, sólo pueden percibirse con un oído fino: la pregunta del discípulo amado, la respuesta de JESÚS, la admonición a Judas, el diálogo entre JESÚS y Pedro.
Judas interviene de modo no verbal. Primero toma el pan untado por JESÚS y luego se va. Participa del alimento del Maestro, pero no comparte su vida, no resiste la fuerza de su mirada. Por eso «sale inmediatamente». No sabe, o no puede responder al Amor que recibe. JESÚS observa, escucha y responde a cada uno: al discípulo amado, a Judas y a Simón Pedro. La intimidad, la traición instantánea y la traición diferida se dan cita en una cena que resume toda una vida y que anticipa su final.
Al confrontarnos con el texto e imaginarnos que estamos en ese recinto, donde se está desarrollando el drama de nuestras vidas y de la humanidad. Enseguida nos damos cuenta que en vez de desarrollarse un ambiente de camaradería, el aire que se respira allí, es de entrega y de traición. El discípulo amado está al lado del Maestro. Pedro un poco más lejos, los otros enfrascados en sus propias conversaciones de poder y del tener. Y Judas firme en su decisión de vender a JESÚS, sin importarle todo lo que el Maestro significaba hasta ese momento para su vida.
Traición que nos escandaliza y la condenamos, Pero que, si nos hacernos un examen de conciencia y recordar las veces que hemos sido indiferentes y hemos traicionado nuestros valores y compromisos cristianos, ante tantas injusticias o actuando como la mayoría para evitar ser condenados. Entonces podremos entender que no solamente es Judas el traidor de JESÚS, sino que también nosotros individualmente y como comunidad, tenemos parte activa en el drama que vive la humanidad.
Por eso es que, este Martes Santo es un día ideal para el silencio y la escucha, para caer en la cuenta de las verdades que sostienen nuestra vida. Reconociendo serenamente nuestros miedos y cobardías. Y no hacerle juicios a nadie, ya que, también nosotros somos capaces de bajezas y rencores sin límites. Es también un día para dar gracias a DIOS, en unión del Hijo y del Espíritu Santo, por amarnos hasta el extremo y dar su Vida por nosotros, sin importarle nuestras cobardías y nuestras traiciones, sino esperando siempre nuestro arrepentimiento, que nos permita poder volver a Su Redil.
Señor JESÚS, concédenos la gracia de la fidelidad, para no traicionarte jamás ni con nuestras acciones, ni con nuestras palabras, para llevar a Tu Presencia a muchos hermanos nuestros, y juntos podamos ser partícipes del Banquete de la VIDA Eterna.
Amén.
Luis Perdomo
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