Evangelio del Día

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: ahora me voy donde Aquel que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta adónde voy. Se han llenado de tristeza al oír lo que les dije, pero es verdad lo que les digo: les conviene que yo me vaya, porque mientras yo no me vaya, el Protector no vendrá a ustedes. Yo me voy, y es para enviárselo.

Cuando venga él, rebatirá al mundo en lo que toca al pecado, al camino de justicia y al juicio. ¿Qué pecado? Que no creyeron en mí. ¿Qué camino de justicia? Mi partida hacia el Padre mientras ustedes ya no me vean. ¿Qué juicio? El del gobernador de este mundo: ya ha sido condenado.

Reflexión de Evangelio

La Iglesia universal celebra la fiesta, entre otros santos, en honor a la Beata María de San José. La primera Beata venezolana: Laura Evangelista Alvarado Cardozo, la Madre María de San José. Hija de Clemente Alvarado y Margarita Cardozo, nació en Choroní, un pueblo del Estado Aragua, en Venezuela, el 25 de abril de 1875.

Como requisito para la Beatificación, se exhumaron los restos mortales de la Venerable María de San José, el 19 de enero de 1994, hallándose su cuerpo intacto. Es Beatificada por San Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro en Roma el 7 de mayo de 1995.

En la liturgia del día meditamos los textos: Hch 16,22-34; Sal 137; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Juan capítulo 16, del verso 5 al 11. En el que se sigue destacando la conversación o discurso de despedida que tuvo JESÚS con sus discípulos.

Entristecidos

El Maestro veía que ellos se entristecían cada vez que les hablaba de su partida, y de su regreso junto al Padre, tristeza que lo dejó perplejos, y sin palabras. Lo que dio lugar a que fuera el propio JESÚS, quien en un monólogo, hace las preguntas y da las respuestas.

Es que la ausencia física de JESÚS, produce un desconcierto y tristeza en sus discípulos. Pero esa ausencia es la condición para que se produzca una nueva Presencia del Señor en medio de los suyos, que se caracteriza por la Acción del Paráclito, término con el que se designa al Espíritu Santo, como defensor y consolador de los creyentes.

Ya que cuando el Paráclito more en ellos, les dará la fuerza para que, denuncien y acusen al mundo de su incredulidad en el Enviado de DIOS.

También tendrán las palabras para hacerles entender a sus interlocutores, la Presencia de JESÚS, en medio de ellos, porque, Su aparente Ausencia, es Su Glorificación junto al Padre.

Finalmente, podrán demostrar que, en la Cruz, nuestro Señor JESUCRISTO ha derrotado para siempre a los poderosos, y a las estructuras del mal que agobian a la humanidad.

Sentir abrumados

Al confrontarnos con el texto, también hoy nosotros nos sentimos abrumados cuando miramos tantas situaciones difíciles que tenemos que enfrentar y nos sentimos solos, como si el Señor nos hubiera abandonado a nuestra suerte.

Ante tantas injusticias, que nos ha tocado enfrentar, pudiéramos preguntarnos: ¿Ha cambiado algo en la tierra con la entrada de JESÚS en la Gloria del Padre? Por lo que creyente y no creyente experimentamos por igual este drama y esta angustia colectiva.

Pero frente a ese panorama el Señor nos dice que no estamos solos. Él nos ha prometido la Fuerza de lo Alto, es decir del Espíritu Santo, para que nos acompañe en las dificultades.

¡Y Él siempre cumple Sus Promesas! Y es que, para los que ponemos la confianza en Él, tenemos la certeza absoluta que algo increíblemente nuevo va a surgir de esta gran tribulación que estamos viviendo.

Porque el que tiene Fe de verdad, ve el mundo impregnado del Gran Amor de DIOS, por lo que, nada le entristece, nada le asusta.

Ya que nuestra fuerza no está en nosotros, sino en el Espíritu Santo que mora en nuestro corazón, tal como nos lo dice JESÚS. Y esa Fuerza Espiritual, es la que fortalece nuestra Fe, que nos ayuda a descubrir más allá de las desgracias, la miseria y los errores humanos, a la Mano del Señor que Construye Su Reino, desde lo más profundo de nuestro ser, para irradiarlo hacia nuestros semejantes.

Señor JESÚS, Regálanos la Presencia de Tu Espíritu en nuestros corazones, para asumir la experiencia de la Cruz, no como un fracaso, sino como una donación de Amor sin límites, y actuemos de acuerdo a Tus Designios.

Amén.

Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

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