Evangelio

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.

Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

Reflexión hecha por Luis Perdomo, animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

La Iglesia universal celebra hoy la fiesta en honor a María Madre de la Iglesia, establecida en el 2018, por el Papa Francisco que agregó un día festivo del año litúrgico con este título para el lunes siguiente a la solemnidad de Pentecostés. Esta celebración se ha propuesto para recordar que el crecimiento de la vida cristiana, debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico, y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos.

Las raíces teológicas de este título se remontan a la Iglesia primitiva. Los Padres de la Iglesia, obispos santos y estudiosos de los primeros siglos, hablaban a menudo de María como la nueva Eva. Así como la Mujer Eva fue «la madre de todos los vivientes» (Gn.3,20), la Mujer María es la madre de todos los que viven en Cristo.

En Apocalipsis 12,17, San Juan dice que la descendencia de esta Mujer es «los que guardan los Mandamientos de DIOS y dan Testimonio de JESÚS».

En la liturgia diaria meditamos los textos de: Gen 3,9-15; Sal 86 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Juan capítulo 19, del verso 25 al verso 27, donde se nos dice, que, en el momento final de la Crucifixión de JESÚS, estuvo su Madre María, junto a un grupo de mujeres y al discípulo Amado.

Madre e hijo, viviendo ese momento tan dramático, con sus amigos más íntimos, donde se destaca “al discípulo amado” en medio del grupo de mujeres.

Este «discípulo a quien Jesús Amaba» aparece varias veces en el Evangelio sin ser nombrado. Se interpreta como la figura de la comunidad de los discípulos en su conjunto. Y por eso es que la tradición siempre ha visto en esta narrativa final, la vinculación de la Madre de JESÚS, María, con la Iglesia, ya que, a partir de este momento, “el discípulo amado”, que puede ser cualquiera de Sus seguidores, acoge a Su Madre como Su Madre del Cielo.

La presencia de las mujeres en el momento de la crucifixión es registrada por los tres evangelistas sinópticos. Sin embargo, ellas permanecen distantes. Mientras que el Evangelista Juan, presenta junto a la cruz, a María Magdalena y María la Madre de JESÚS, añadiendo al discípulo a quien JESÚS Amaba.

También es propia de la narrativa Juanica, el hecho de que, la Madre de JESÚS está presente en el momento final del Ministerio de su Hijo, así como había estado al inicio, en las Bodas de Caná, cuando JESÚS dice que aún no ha llegado “Su Hora”.

En estos dos episodios JESÚS se dirigió a su madre con el término «Mujer». Con esta expresión, que se repite, JESÚS también se dirige a la mujer samaritana en el pozo, y será la expresión con la que el Resucitado se dirigirá a María Magdalena, al lado de la tumba vacía. Junto a la palabra “Mujer”, también se destaca la palabra “Hora”, ya que, en las Bodas de Caná, JESÚS había dicho, que, no había llegado: “Mi Hora”.

Es la “Hora” de Su Glorificación, en la que se da la consumación de Su Ministerio en la Cruz, para que a partir de allí las comunidades den continuidad a Su Ministerio, Asumiendo la Misión Encomendada por el Padre.

Al confrontarnos con el texto, y mirar a María desde el ámbito del dolor, podemos decir que fue la mujer fuerte y valiente que estuvo al lado de su Hijo hasta la muerte. Es la discípula fiel que acompañó a JESÚS, hasta el pie de la Cruz, sabiendo que ese gesto era rechazado por el pueblo y por las autoridades, porque no se podía estar al lado de un condenado. Pero ese condenado era su Hijo y por eso ella asumió todos los riesgos que se le presentaron.

Sin lugar a dudas que ese gesto valiente de María, nos hace recordar a tantas mujeres, que día a día, sufren las muertes de sus hijos, el rechazo, la discriminación, la pobreza, la enfermedad, y todas las injusticias que le presenta la sociedad. Barreras que en nada frenan su hidalguía para asumir sus compromisos ante la vida.

Y por eso vemos a millares de mujeres, que son cabezas de familias o acompañantes de sus esposos, que se desviven por sus hijos, que luchan por su alimentación y por su formación, inculcándoles los principios y valores cristianos a fin de que puedan convertirse en las mujeres y los hombres del mañana, que puedan darle la consolidación definitiva a la “Civilización del Amor”.

Por eso es que hoy es el día para pedirle a Nuestra Madre María, con su mayor Advocación María Madre de la Iglesia, que nos ayude a tener la capacidad de afrontar las dificultades de la vida, con el Espíritu de Pentecostés que recibimos ayer, llenándonos de decisión y coraje, para asumir todos los retos que significan ser un seguidor de JESÚS.

Señor JESÚS, Ayúdanos a asumir el lugar de “Tu discípulo Amado”, para aceptar a María y a la Iglesia como nuestras Madres, en nuestras familias y en nuestras vidas, y emparentarnos con la Misión de una Iglesia que Anuncia la llegada de Tu Reino, con la Ternura, Valentía y Fidelidad de María. Amén.

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