Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Bethesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?». El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar». Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla». Él les contestó: «El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor». Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
Reflexión del Evangelio
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta entre otros santos, en honor a San Inocencio I, quien fue el Papa n.º 40 de la Iglesia entre el año 401 y 417. Nació en la segunda mitad del siglo IV, en Albano. Expulsó de la Ciudad Eterna a los perseguidores y detractores de San Juan Crisóstomo.
Pero no pudo, a pesar de sus esfuerzos y negociaciones, evitar el saqueo de Roma por Alarico el 24 de agosto del año 410. A petición de san Agustín, condenó la herejía pelagiana del año 417. Y ocupó la Sede de Pedro hasta su muerte el 12 de marzo de 417.
En la liturgia del día meditamos los textos: Ez 47,1-9.12; Sal 45; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Juan capítulo 5, del verso 1 al 16. En el que se relata la subida de JESÚS, a Jerusalén y encontrándose en los alrededores del Templo, en el cual había una piscina, a cuyas aguas, se le atribuía poderes curativos.
Diálogo con el hombre paralítico
Allí el Maestro entabla un diálogo con un hombre paralítico que llevaba años postrado, ya que no tenía a nadie que lo ayudara a meterse en la piscina al momento de la ebullición del agua, que era cuando se lograba la sanación esperada.
JESÚS fija la mirada en ese hombre impedido, el más indigente de todos, lo cura y lo hace caminar. Los judíos se escandalizan porque en un día sábado, el Maestro ha hecho un trabajo y porque aquel hombre carga con una camilla, para ellos el milagro y la Misericordia no cuentan, sino el cumplimiento de su Ley.
JESÚS por su parte, se hace el escurridizo, y al volverse a encontrar con el hombre lo exhorta a no pecar más, para que no sufra una enfermedad peor que la parálisis física, que es el alejamiento de DIOS por el pecado.
Aguas curativas
Al confrontarnos con el texto, y ver el signo de las aguas curativas que brotan del lugar Santo, podemos hacer una reminiscencia de nuestra experiencia bautismal. Ya que, el agua que brota del Templo descrita por el Profeta Ezequiel y que va purificando y curando todo lo que encuentra a su paso, representa la vida en DIOS.
He allí el gran significado de este elemental recurso de la vida, utilizado en nuestras celebraciones litúrgicas y sacramentales.
Al hacer esta reminiscencia de esa Gracia recibida en el momento de nuestro Bautismo, debemos recordar las palabras de Juan el Bautista: «yo los bautizo con agua, pero detrás de mí viene uno que los Bautizará con el Poder del Espíritu Santo», porque el agua por sí sola no da la Gracia, sino que es necesario acompañarla de la Palabra de JESÚS, que es Sanadora, y tiene el poder para dar la vida y devolver la dignidad a todos los seres humanos, reinsertándonos en el Proyecto de la «Civilización del Amor», que es el Proyecto de Vida que DIOS Tiene para nosotros.
Señor JESÚS, te rogamos que fijes Tu mirada que hace brotar la Vida, en este pueblo Tuyo, donde la sombra de la muerte quiere hacer su morada, porque solo Tú tienes el Poder para detener los males que amenazan nuestra existencia.
Amén.
Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana
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