Evangelio del Día. Juan 6,30-35

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 “En aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”». Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 La Iglesia universal celebra hoy la fiesta entre otros santos, en honor a Santa Inés de Montepulciano. Nació alrededor del año 1270 y murió en el año 1317. Vistió el hábito de las vírgenes a los nueve años, y a los quince, en contra de su voluntad, fue elegida superiora de las monjas de Procene, fundando más tarde un monasterio, sometido a la disciplina de santo Domingo, donde dio muestras de una profunda humildad.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de JESUCRISTO, Según San Juan capítulo 6, versos del 30 al 35, en el que, en el que la gente del tiempo de JESÚS, le pide una señal y Él se revela como Pan de Vida, como alimento que sacia, el hambre espiritual y terrenal. Ellos le dicen: que los antepasados del pueblo judío recibieron el maná, a través de Moisés, alimento bajado del Cielo con el que DIOS Padre los alimentó en el desierto. JESÚS explica que el Maná no fue obra de Moisés, sino de DIOS, a quien Él llama “mi Padre”.

Recordemos que, en el Antiguo Testamento, después de la liberación de Egipto y en la larga travesía por el desierto, los judíos protestaron porque no tenían comida, ni agua para beber. Moisés clamó a DIOS y Él le envió el Maná y las codornices del Cielo e hizo brotar agua de una piedra. En el Nuevo Testamento JESÚS, se da a sí mismo como Pan gratuito y abundante, a todos los suyos, para poder hacerle frente a las necesidades de la vida terrenal y en preparación a la Vida Eterna, y les dice: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”

  JESÚS, Se Revela una vez más como “YO SOY”, es decir como El Propio DIOS que se Ha Encarnado en el mundo, para ser el Verdadero Alimento, el Nuevo Maná bajado del Cielo, quien lo coma no volverá a tener hambre, y con la novedad de que este Pan que ha bajado del Cielo, no solo da la vida a Israel, sino al mundo entero. Los israelitas anclados en el pasado en el que han recibido dones de DIOS, no son capaces de abrirse a una nueva Revelación en el presente, que el Propio Verbo hecho Carne o Pan les está Transmitiendo.

Por eso es que JESÚS, les habla de un don que DIOS les da ahora, en el presente, se trata del verdadero Pan del cielo, que impulsa al verdadero cumplimiento de los designios de DIOS. Porque JESÚS, es la expresión concreta de lo que DIOS quiere de sus criaturas para que se adhieran al Mensaje de Amor de Su Hijo, que se convierte en alimento imperecedero para su supervivencia, ya que estar unido a JESÚS, es la garantía de la fidelidad a la causa del Padre, la cual se va fortaleciendo paulatinamente en la medida que se ingiera diariamente.

  Al confrontarnos con el texto y tomar la Palabra de JESÚS, como un llamado personal, donde nos dice que el único Pan que nos hace vivir a plenitud es Su Amor sin medida. No es extraño, por ello, que los relatos del Resucitado, que estamos meditando en este tiempo litúrgico, se den siempre entorno al pan, a las comidas, a la mesa compartida.  Y que, en este gesto-símbolo no solo descubrimos la presencia del Resucitado en medio de la comunidad, sino también la invitación a ser pan vivo para saciar el hambre de tantos hermanos nuestros, que en la coyuntura que estamos viviendo la está padeciendo profundamente.

 El texto también nos ayuda a comprender grandemente que el ser humano es el resultado de lo que come y de lo que bebe. Si comemos el Cuerpo de Cristo y bebemos su Sangre, no solamente como acto cultico o litúrgico, sino en el vivir, actuar y hacer como Cristo nos ha enseñado, entonces podremos decir que hemos comenzado un itinerario de adhesión a la Voluntad del PADRE CELESTIAL. De allí que hoy sea el día para abrirnos a la acción del Espíritu y testimoniar con nuestras acciones solidarias ante el mundo que somos verdaderos discípulos del RESUCITADO, llevando a su total realización el accionar de nuestra comida Eucarística.

 Señor JESÚS, aliméntanos con el Pan de Tu Palabra y de la Eucaristía, para saciar nuestra hambre de justicia, hacerles frente a las necesidades de la vida terrena y ayudar a saciar el hambre de tantos hermanos nuestros, que en la coyuntura que estamos viviendo la están padeciendo profundamente. Amén.

Luis Perdomo

 

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