Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Al terminar su oración, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Les dijo: «Cuando recen, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino. Danos cada día el pan que nos corresponde. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe. Y no nos dejes caer en la tentación.

Después Jesús agregó: «Supongan que uno de ustedes tiene un amigo y va a medianoche a su casa a decirle: «Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha llegado de viaje y no tengo nada que ofrecerle». Y el otro le responde a usted desde adentro: «No me molestes; la puerta está cerrada y mis hijos y yo estamos ya acostados; no puedo levantarme a dártelos». Yo les digo: aunque el hombre no se levante para dárselo porque usted es amigo suyo, si usted se pone pesado, al final le dará todo lo que necesita.

Pues bien, yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y les abrirán.  Porque todo el que pide recibe, el que busca halla y al que llame a la puerta, se le abrirá. ¿Habrá un padre entre todos ustedes, que dé a su hijo una serpiente cuando le pide pan? Y si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del Cielo dará espíritu santo a los que se lo pidan!

Reflexión del Evangelio

En este Décimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario la Iglesia Universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Pantaleón, su nombre significa en griego «el que se compadece de todos».

Médico de profesión, nacido en Nikomedia, actual Turquía, en el año 275. Fue decapitado, a los 29 años de edad, por profesar su fe cristiana en la persecución del emperador romano Diocleciano, el 27 de julio del año 305.

Liturgia del Día

La liturgia diaria nos presenta los textos de: Gen 18,20-32; Sal 137; Col 2,12-14; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Lucas capítulo 11, del verso 1 al 13. En el que se narra la petición que los discípulos, le hacen a JESÚS, para que les enseñara a orar.

Y Él, más que hacer peticiones les enseña que DIOS es Padre y que podemos acudir a Él con sencillez y confianza, sin miedo o temor, por eso es que cada una de las expresiones de esta oración, es una síntesis de la forma como JESÚS comprende a DIOS y del reconocimiento de la finitud humana, que requiere de la Intervención de DIOS.

Seguidamente, JESÚS les da una instrucción en torno a la actitud de confianza que se debe mantener a la hora de pedir o de relacionarse con El Creador, invitándolos a pedir con perseverancia, sin desanimarse nunca, casi como cansando a DIOS.

Porque DIOS siempre nos dará la solución a nuestros problemas, aunque muchas veces la solución no nos vendrá tal y como la solicitamos o en la forma en que se lo pedimos, ya que no sabemos lo que nos conviene, y Él sí lo sabe.

Dos valores: fidelidad y perseverancia

El texto destaca dos valores: la fidelidad y la perseverancia. La fidelidad se manifiesta en la recepción del huésped inesperado. No importa si ha llegado sin avisar y nos encontramos con pocas cosas para brindarle. Importante es destacar que, para la cultura judía, los deberes de hospitalidad son sagrados.

Por esta razón el anfitrión se anima a importunar a su vecino para atender al amigo que ha llegado. Y es que el visitante es merecedor de todas las atenciones y el esmero que se preste a estas obligaciones, revela la calidad humana del anfitrión.

Por su parte la perseverancia, se manifiesta en la capacidad de no dejarse vencer por los obstáculos y de mantener siempre claros los objetivos de la tarea que se ha emprendido, no importa que una persona parezca inoportuna si las metas que se proponen obedecen a unos propósitos nobles.

Junto a estas instrucciones bien pertinentes del Maestro, se destaca el hecho de que la oración enseñada por JESÚS establece para nosotros una relación nueva con DIOS, ya que ahora lo podemos llamar ¡PADRE!

Enseñar a orar

Al confrontarnos con el texto vemos que la petición de «Enséñanos a orar» expresa el gran anhelo del corazón humano, de estar en profunda intimidad con DIOS. Y al Maestro respondernos con Su oración, muy sucinta, pero llena de contenido que genera en nosotros el compromiso de reconocer la Santidad de DIOS, respetando Su Nombre y pidiéndole establecer Su Reino, en nuestro corazón y en cada espacio donde nos encontremos, dejando que nuestra vida sea iluminada por Él.

Al llamar a DIOS PADRE nos acercamos a la esencia de Su AMOR, estableciendo con Él una relación filial y una relación fraternal. con nuestros semejantes, ya que todos los que nos consideramos hijos de un mismo PADRE, somos hermanos.

Y es que sin lugar a dudas esta debe ser nuestra oración diaria: Pedir que DIOS nos dé su espíritu filial, para escuchar y poner en práctica Su Voluntad, abriendo nuestro corazón a las necesidades de nuestros hermanos, y dispuestos a vivir el compartir y la solidaridad. Porque elevar esta oración al PADRE, más que un acto de Fe, es un acto de AMOR.

Si somos seguidores de JESÚS, entenderemos que esta es la manera de hablar de JESÚS, con el PADRE, que se deriva en una relación de AMOR y de obediencia total: «Hágase Tu Voluntad, y no la mía». Y así debe de ser nuestra entrega.

Señor JESÚS, ayúdanos a silenciar nuestras angustias y   amenazas con la Luz de Tú Palabra y de esta manera podamos saber que no estamos solos para vencer el mal de cada día, logrando acrecentar nuestra esperanza para la transformación de las realidades terrenas.

Amén.

Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

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