“En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que me dé mi parte de la herencia.» Pero Jesús le contestó: «Amigo, ¿quién me ha nombrado juez o repartidor entre ustedes?» Después dijo a la gente: «Eviten con gran cuidado toda clase de codicia, porque, aunque uno lo tenga todo, no son sus posesiones las que le dan vida.» A continuación, les propuso este ejemplo: «Había un hombre rico, al que sus campos le habían producido mucho. Pensaba: ¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mis cosechas. Y se dijo: Haré lo siguiente: echaré abajo mis graneros y construiré otros más grandes; allí amontonaré todo mi trigo, todas mis reservas. Entonces yo conmigo hablaré: Alma mía, tienes aquí muchas cosas guardadas para muchos años; descansa, come, bebe, pásalo bien.» Pero Dios le dijo: «¡Pobre loco! Esta misma noche te reclaman tu alma. ¿Quién se quedará con lo que has preparado?» Esto vale para toda persona que amontona para sí misma, en vez de acumular para Dios.»
Reflexión hecha por: Luis Perdomo. Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana.
La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Juan de Capistrano, fraile franciscano napolitano que predicó de forma ambulante por casi toda Europa, sobre todo en el Este, por lo considerado como uno de los predicadores más famosos que ha tenido la Iglesia Católica.
Nació en un pueblecito llamado Capistrano, en la región montañosa de Italia, en 1386 y murió el 23 de octubre de 1456. Fue canonizado en 1690 por el papa Alejandro VIII. Llamado el «Santo de Europa».
Y en la liturgia diaria meditamos los textos de: Rom 4,19-25; Sal Lc 1,69-75; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Lucas capítulo 12, del verso 13 al 21. En el que se narra el encuentro de JESÚS, con una persona que le pide su intervención en una disputa económica, que este tenía con un familiar.
Situación que es aprovechada por JESÚS, en primer término, para decirle que nadie lo nombró juez, para abordar tal situación y en segundo lugar para para darle una enseñanza a este hombre y a la multitud que lo rodea en torno a las pretensiones de los seres humanos de querer tenerlo todo.
Y es que Dios a través de la Sagrada Escritura nos instruye para que formemos una comunidad humana auténtica, que no puede existir mientras unos pocos sean dueños de la riqueza, de la cultura y de la conducción de la vida pública, que es patrimonio de todos, y no de unos pocos. Por eso a cada época de bonanza le sigue otra de escasez, y con frecuencia la precariedad sobreviene por las ambiciones y las extravagancias de los gobernantes incapaces que piensan más en sus intereses particulares que en el bien común.
JESÚS nos invita a desafiar esas realidades con el cultivo de la espiritualidad como la auténtica fuente de la felicidad. Porque una cosa es buscar la justicia, ya que sin ella no hay paz ni comunión, y otra es fijarse en lo que tienen los otros para competir su codicia, y querer tener esos bienes. Por eso es que, JESÚS nos hace caer en cuenta que, la vida es más que la suma de las posesiones biológicas, económicas y sociales, ya que, la vida es un don y como tal, debe ser donada, porque la vida como bien principal, no se puede retener, pero si se puede entregar en servicio hacia los demás.
Al confrontarnos con el texto, vemos que su mensaje está marcado por un claro lenguaje económico: herencia, codicia, riqueza, bienes, tierra, cosecha, granero, trigo, acumulación, tesoro. También podemos identificar otro lenguaje muy a fin con los tiempos que vivimos, y es el de la indiferencia y el de la sobrevivencia aún, cuando sea a costa de la ruina del otro. Con estas dos perspectivas se orienta la vida de muchos de nosotros, que ponemos nuestra confianza más en los bienes terrenales, que, en DIOS. Y por eso es que, DIOS que quiere el Bien Supremo para nosotros, y unidos a Su Redil, constantemente nos está hablando a través de Su Palabra.
Y es que, el que escucha la Palabra de DIOS y actúa con los valores y criterios emanados de Ella sabe encontrar su felicidad y la de sus semejantes. Ya que procura crear, donde vive, un tejido de relaciones sociales mediante las cuales cada uno da a los demás y recibe de ellos, en vez de ambicionar y conquistar las cosas en forma egoísta. Por eso hoy es el día para preguntarnos: ¿Qué estoy haciendo, para que exista en mi comunidad y en mi nación una mejor distribución de las riquezas? ¿Acudo a mi encuentro con el Señor solo para que se ocupe de mis problemas, o, por el contrario, pido el discernimiento necesario para entender que mi vida debe ser una oblación de servicio hacia los demás?
Señor JESÚS, Tú nos enseñas que el verdadero rico es quien se despega de cuanto tiene y pone en DIOS su confianza. Ayúdanos a incorporarnos a Ti, amando y sirviendo a nuestros semejantes, que es lo que nos corresponde hacer a nosotros, y lo demás lo Hará El Padre Celestial. Amén.
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